Fue una expresión cuartetera que impuso Rodrigo Bueno, quien además de lograr éxito en la canción cordobesa trabajó como colectivero en sus inicios antes de dedicarse por completo a la música, popularizó la frase “¿Quieres más?”. Tiene un especial significado y se adentra mucho en la idiosincrasia del cordobés nativo.
Pero trasmutándola a la sociedad en su conjunto pareciera ser parte del léxico mental que procura el presidente Javier Milei, cuando intransigente en sus posicionamientos dispone, de antemano, cuáles serán sus acciones para contrarrestar aquello que considera contrario a sus objetivos.
Era previsible e inclusive el -según Milei- mejor Jefe de Gabinete de la historia argentina, Guillermo Francos, lo había adelantado. “No son todos iguales” -refiriéndose a los gobernadores- agregando: “Hay muchos, la mayoría que dentro del marco de sus economías, procuran un balance adecuado que les permita tener deudas en cero, manejados los servicios, prestadas las necesidades primarias de la población; pero tienen claro que requieren trabajar para mantenerlo”.
Sin lugar a errores, no aseguramos que constituya el mejor de la historia, pero que sobresale por ser el único con criterio político y quien no desestima que el Estado debe estar presente como cabeza de una forma democrática, más allá de coincidir en la necesidad de los ajustes y controles, Francos se ha distinguido por mantener, en un terreno de respeto y consideración, el diálogo y abrir instancias de acuerdos que permitan a su gobierno concretar el objetivo de mantener Superávit Fiscal y déficit cero.
A veces se parece estar ante las acciones de los “Tres Chiflados”, no sabemos si dejar escapar la risa o ponernos a llorar por aquello que está sucediendo.
Que el presidente libertario, elegido por un voto compartido, porque solo no llegaba, que eligió de compañera de fórmula a una persona con escasa visibilidad política, pero conocida por su desempeño en el sector de las fuerzas armadas por connotaciones familiares hoy, porque ella pretende ajustarse a los reglamentos y cumplir su función de vice presidenta, titular del Senado de la Nación, se la llame “traidora” porque no evitó una sesión de legisladores que representan a las provincias. Es para reir o llorar. Quédese con aquello que mejor le pegue.
No bastaba con ese desajuste institucional, que habla del profundo debilitamiento partidario, que la actual Ministra de Seguridad, ex montonera que se ufana de haberlo sido, y hoy, habiendo entregado su dignidad política para tener un cargo, se sienta con el derecho de pedirle a la vice presidenta del país que se vaya, que deje el cargo, es una versión modificada de la “Casa de las locas”.
Los dimes y diretes, los insultos, los agravios, las ironías sin mirarse al espejo, son parte de ese escenario grotesco que representa parte del poder político en argentina. No nos asustemos de aquello que se ve en la calle.
No sirve evaluar que acceder a las tres leyes recientemente aprobadas pueden conspirar con el programa del gobierno de Milei y sus paradigmas de Superávit Fiscal y déficit cero. Eso queda para los profesionales economistas.
Aquello que resulta indiscutible es que los jubilados, la parte masiva de ellos, está soportando con mucha angustia, problemas de índole económica que les complejizan sus últimos años de vida. Esos que pensaban disfrutar tras haber estado aportándole al Estado durante más de 30 años con su esfuerzo laboral.
Ni que hablar de acotar las prestaciones a la discapacidad. Suena aterrador el solo pensar que hay que restarles apoyo, económico y de otras naturalezas a quienes por circunstancias ajenas a su voluntad hoy no pueden valerse solos y requieren que familia y Estado estén presentes. Además negarle los instrumentos necesarios para que las provincias cuenten con los recursos que necesitan, es cuasi demencial.
Todo sería objeto del veto presidencial porque no quiere aceptar que le corresponde asistir a esas áreas del país porque es su obligación; como también lo es cuidar el equilibrio económico y financiero de todos los argentinos.
Pero como “no tenemos comida para el perro, matemos al perro” -no hablamos de sus hijitos- pareciera ser el objetivo del presidente Javier Milei, cuando la realidad indica que el camino es la negociación, los acuerdos, la búsqueda conjunta de soluciones y no matar al mensajero.
Cada gobernador es un presidente de su propio territorio y brega por cuidarlo, procurar solucionar sus problemas, asistirlo en la medida de sus posibilidades. Instrumentar las mejores medidas de control y supervisión para evitar la acción de los aprovechadores de turno. Trabajar para la comunidad.
El problema está en que Javier Milei no lo ve de esa manera. Su forma de pensar y el ambicioso liderazgo que procura, lo aleja de la sociedad en general y abre una perspectiva que solo convulsionará al país, hasta que halla un quiebre que debamos lamentar todos.
Pero el presidente libertario sigue insistiendo con gesto agresivo: “Quieres más”...



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