Es un interrogante que se está haciendo un gran porcentaje de la sociedad argentina. Existe incertidumbre y las expresiones trascendidas, luego desmentidas o aclaradas, no despejan ni alejan las dudas que existen sobre la injerencia en cuestiones internas de los Estados Unidos.
Se hace difícil interpretar a quién le presta auxilio el gobierno de Trump: a Milei o a la Argentina. Porque la realidad indica que no son lo mismo. La figura presidencial es ocasional y pasará. En cambio, Argentina como país seguirá estando y sus problemas persistirán.
En verdad no nos habíamos equivocado ni nuestras entregas en esta columna estuvieron teñidas de algún color político. Hoy vemos que se ajustaron, pese a las argumentaciones que sostienen los “fieles seguidores”, a una acción propia de la personalidad del presidente norteamericano Donald Trump.
Ni mala ni buena, dirían los más entrados en años que contemplan los sucesos de la vida con más filosofía y comprensión que el común de la ciudadanía.
Las palabras del republicano cuando asumió los destinos -por segunda vez- de los Estados Unidos de América, ya fijaron un clara posición ante el mundo. “Vamos a gobernar para que los norteamericanos vuelvan a vivir en el mejor país del mundo”.
Agregó en varias oportunidades: “Los gobiernos que pasaron dejaron que los Estados Unidos perdiera posicionamiento y dejara de ser esencial para la mayor parte del orbe. Nosotros volveremos a colocar al país donde realmente merece estar”.
Hubo más expresiones con un contenido similar, en donde marcó las diferencias que serían notorias entre este, su segundo mandado, y el que había y terminado el hombre de los Demócratas, Joe Biden.
Es difícil establecer si aquello que transmiten funcionarios argentinos, incluido su presidente, se ajusta a la realidad y no a una falsa o mal intencionada forma de acomodarla para que el país haga suya las expresiones de los obsecuentes que hablan de “grandes conquistas”, de “nos ubicamos por primera vez en el mundo real”; entre otras adjetivaciones que procuran realzar la figura de Javier Milei.
Nosotros lo tomamos con pinzas. En muchas de sus decisiones, compartimos el criterio y nos pareció que respondía a la mayoría, fundamentalmente cuando cercenó el enriquecimiento de intermediarios y cerró las cajas que hicieron millonarios a quienes disponían de la voluntad de los que por necesidad se entregaban sumisamente a obedecer.
Ahí, más allá de las formas, se nos ocurrió apuntaba a generar adecuadas normas para lograr reestablecer un tejido social, el de la pobreza y la indigencia, en el camino de una recuperación progresiva.
Pero con sorpresa vimos que en esa “barrida” se comenzó a llevar puesto a los jubilados, atacó sin miramientos a la salud afectando a establecimientos de jerarquía como el Garrahan. Intentó -y aún lo hace- encorsetar la educación universitaria, reducirla y alentar lo privado.
Habló y en parte comenzó a ejecutar el achicamiento y desaparición de instituciones de avanzada tecnología que eran sólidas bases para el ámbito de la producción y la ciencia, como el INTA, INTI, Conicet y otras a las que desmanteló, generando desocupación, pérdida de científicos, médicos, quienes decidieron abandonar el país en busca del futuro que Milei les recortó.
Un cercenamiento del poder de crecimiento y desarrollo del país, generando la desaparición y o achicamiento del Estado y activar el poder del mercado y lo privado, como eje de un crecimiento que -por ahora- solo es una utopía que maneja el presidente libertario.
Esta camuflada intromisión de un país ajeno, cuestión de estricto orden interno, sigue siendo motivo de interpretaciones diversas, aunque la realidad indica categóricamente que las palabras del presidente Trump son precisas y están referidas a la situación política de Javier Milei tras los comicios de las legislativas.
El bombardeo de ofertas “si gana Milei” se mantiene como una fórmula de campaña externa, eso se desprende de las recientes declaraciones de Bessent, que asegura que el monto de ayuda de los EEUU podría alcanzar los 40 mil millones de dólares, se sobreentiende, si ganan los libertarios.
A esta altura es poco el margen de los que pueden cambiar su voto. Las decisiones ya están y aquellos que concurrirán a cumplir con sus obligaciones electorales ya tienen definido su sufragio.
La incógnita surge a partir de saber cómo reaccionarán los argentinos ante las expresiones del presidente norteamericano. Nada de esto es predecible antes de abrir las urnas.



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