Ya nos pasó a los argentinos que nos dejamos llevar por analistas, encuestadores, consultores, periodistas que se dicen especializados, quienes mostraban una realidad política y social que, cuando salías a la calle, no la encontrabas.
Algunos bien intencionados, hasta podríamos decir “engañados” porque la ciudadanía o gran parte de ella no dice la verdad, sino aquello que, quienes lo interrogan, quieren escuchar. Están los otros, como los llama el presidente libertario: “los ensobrados”, que solo procuran quedar bien con sus contratantes y hay una clase que pretende ser la más intelectualizada que cita autores, filósofos, que traen a colación la historia, para respaldar sus posicionamientos.
Una variedad interesante, por donde se cuelan los advenedizos de siempre que procuran medrar “chupándoles las medias a los poderosos” que hoy detentan cargos en el Estado.
Esto es realidad de un escenario que, ante la proximidad de etapas electorales, se está dando y que intentan -cada uno en su papel- brindar la información o los datos que los haga creíbles.
En este escenario también están los sensatos, honestos, que se encuadran en lo que ven y procuran transmitir sus sensaciones de la mejor manera posible, muchas veces procurando no herir susceptibilidades de aquellos que por diferentes circunstancias, desde hace años, la vienen pasando mal y no ven, en el futuro, mejoras.
Todo indica que juega un papel preponderante en el juicio, o las valoraciones que se realizan, el corazoncito ideológico que cada uno tiene. En algunos casos con absoluta honestidad comparten las alternativas de una política disruptiva, cuasi rayando en la perversidad social y lo celebran dando su apoyo, interpretando antojadizamente aquello que le dice la gente.
Otro aspecto que debe ser tenido en cuenta es el ámbito donde se pregunta. No es lo mismo hacer un análisis en Recoleta, Palermo, o algún barrio “cheto” de Buenos Aires o cualquier provincia importante, que intentar saber qué piensan en el “basural” del conurbano bonaerense o en barrios postergados donde brilla por su ausencia el agua corriente, el gas no llega, no hay cloacas y viven rodeados de calles de tierra que se convierten en intransitables ante el menor amago climático.
Son también ciudadanos, que se levantan a la madrugada para poder tomar los medios de transporte que los conducirá -los que tienen- a sus trabajos y otros que salen a cartonear para ganarse el pan del día, mientras sus mujeres van a los comedores a conseguir la leche para sus hijos.
Estas son realidades que también piensan y tienen el derecho a voto. Pero consultarlas sorprendería cómo dan los números. El país es un mosaico de diferentes tonalidades y cada una expresa sus sentimientos, su dolor y sus preocupaciones de diferente manera y eso da “encuestas” diferentes, muchas de las cuales no se hacen, o son parte de la proyección que realizan atento a los mecanismos que les permite tener datos aproximados, difícilmente certeros y ajustados a lo que pueda suceder ante la urna.
Recientes datos de encuestas que han trascendido, señalan, y creemos que con “sinceridad” técnica, que el mileismo muestra una retracción en la ciudadanía realmente importante. No debería sorprender ni pensar que existen intencionalidades contrarias al gobierno libertario, es una honestidad que responde a los sectores consultados.
Si analizamos expresiones de importantes empresarios, de los más poderosos del país, se desprende de ellas que sin manifestar estar directamente en contra de Javier Milei, ya comienzan a expresar que “Debe cambiar”. En algunos casos fueron más allá y sostuvieron que: “Debe morigerar su trato, acabar con los insultos y las agresiones y procurar entenderse con quienes piensan diferente”.
En verdad esto lo piensa una gran parte de la sociedad, aunque no se atreven a manifestarlo. Unos por miedo a perder prerrogativas de las cuales hoy gozan, otros para evitarse el agravio o la agresiva respuesta, y están aquellos poderosos que miran de reojo, escuchan pero sus inversiones las hacen en el exterior y sus empresas en Argentina se achican cada vez más.
No es para asombrarse, es un comportamiento que siempre mostraron; van a los resultados, no a las políticas que implementen. Esto también es realidad y son factores que no se niegan, se disimulan para evitar daños mayores.
Celebran que bajó el índice de chicos en la pobreza, parece un dato positivo, pero aquello que queda es cuantioso y está señalando que hay una o casi dos generaciones que pasarán desapercibidas. Nadie destaca que aumentan los que duermen en la calle, los que asisten a comedores barriales en procura de poder tener una comida. Lo desempleados, cuyos indicadores señalan que aumentan. Daños sociales que hablan del deterioro que sufre nuestro país.
No buscamos ni pretendemos señalar responsables. En definitiva somos todos, cada uno tiene su partecita en esta debacle social que nos sumerge en la pobreza y destaca que somos cada vez más emergentes.
Creer es difícil, solo hay que ver y presentir que, hoy, no estamos bien.



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