Los argentinos somos sanguíneos; emocionales pero pasados los momentos de la euforia que genera un suceso como haber sido, por tercera vez vez, Campeones del Mundo, en un deporte que apasiona a la ciudadanía en general, volvemos lentamente a la realidad que nos rodea y que resulta poco grata.
Todavía nos quedan los festejos del arribo de los integrantes del seleccionado argentino, que también han mostrado la enorme confusión que nos embarga porque se ha iniciado una pulseada entre la clase política oficialista, para ver quién puede sumar adhesiones, si se fotografía con los que lograron el campeonato.
La victoria lograda y esa preciada corona que te convierte en los mejores del mundo, son patrimonio de todos los argentinos. No está teñida de ningún color político. Solo el celeste y blanco, de los colores nacionales es lo que le da verdadero sentido.
Pero esto va a pasar. Tal vez en dos o tres días, no significa que se olviden del logro obtenido en Qatar, pero lentamente vamos a volver al escenario donde se está jugando el futuro de los argentinos, desde el punto de vista socio-económico.
Escuchar la arenga de Juan Grabois, principal representante del MTE que alienta, a los grupos sociales que lo siguen, a pronunciarse en las calles al grito de que se ‘vayan todos’, nos regresa a épocas pasadas. Etapa que ya vivimos, donde también se enarboló esa posición para que los políticos actuales desaparecieran y nuevas opciones, fundamentalmente la izquierda, que alienta esta situación pretende ubicarse en un contexto político que nunca le ha sido favorable.
La figura del joven abogado, nacido en la opulencia, pero convertido en líder y defensor de uno de los sectores de los marginados que alimentan estos grupos sociales, está demostrando cuáles son sus verdaderas intenciones. Quiere tener más poder, ahora menciona que puede ser candidato a la presidencia.
Se caracteriza como el Boric argentino, aunque existe una marcada diferencia entre la idiosincrasia chilena y la argentina. El ‘nacimiento’ de un Grabois a la chilena, creemos que está lejos de producirse. Más allá de la enjundia que le ponga a sus dichos.
El dirigente del MTE comenzó a agitar el discurso del ‘que se vayan todos’ para posicionarse como la alternativa de izquierda para las elecciones presidenciales.
Hoy se siente como una figura sobresaliente en la lucha por los desposeídos, Desde ese andamiaje que ha sabido construir, pasó de ser un ‘funcionario’ del gobierno, en uno de sus principales detractores.
Pero esta situación no termina en esta exacerbada muestra de una izquierda que no ha logrado -por lo menos hasta ahora- ganar posiciones en la sociedad argentina.
Para mediados de esta semana están anunciadas las marchas de todos los grupos sociales, los que reúne el Polo Obrero, los que se ubican en Unidad Piquetera, del Movimiento Evita y un numeroso grupo de formaciones sociales que están dentro de los marginados que engrosan los índices de pobreza e indigencia,
Estos han prometido presionar al gobierno y ya han anunciado que marcarán determinados supermercados, que podrían ser sus próximos objetivos de no lograr el cumplimiento de sus reclamos.
Habrá todavía unos días, no muchos de dos o tres, que seguirán atados a los festejos mundialistas. El final de estas celebraciones preanuncia el desarrollo de esas manifestaciones sociales que -como ha ocurrido en los últimos años- siempre, para la última parte del mes de diciembre se convierten en una ‘bomba de tiempo’.
Las amenazas vertidas por Belliboni, Grabois, entre otros, señalan que estamos en el mismo camino. La premisa piquetera es ‘o cumplen o vamos a surtirnos nosotros, de lo que nos haga falta’. Una señal clara de una subversión social que no es desconocida por la sociedad argentina.
Estamos frente a un panorama que muestra graves desviaciones en el comportamiento del tejido social que está padeciendo necesidades elementales de supervivencia, con graves deterioros familiares.
Tres generaciones y vamos para la cuarta que no tienen por delante ninguna planificación para superar sus estados de marginación.
Volvemos a tropezar con la misma piedra. Las elecciones o los cambios, nombres e ideologías, no tienen la varita mágica. Ya deberían conocerse los planes de gobierno y qué nos ofrecen a futuro. Si la ciudadana, el ciudadano, los jóvenes, ven que puede haber futuro y crecimiento y que la única oportunidad deja de ser: ‘Irse del país’. Todo puede comenzar a cambiar.
En definitiva: RECUPERAR LA ESPERANZA QUE HOY NO TENEMOS.



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