DOMINGO 14 de Diciembre de 2025
 
 
Compartir
Twittear
 

Un país con dudas por el futuro...

Se puede llegar a suponer que se está hablando de algunos de los territorios africanos que no conoce más que el “taparrabos” como vestimenta y para ellos el progreso no existe. 

O también más cerca, algunas de las tribus que pueblan el Amazonas, en lo profundo del Brasil selvático o tantas otras etnias que, han quedado marginadas del mundo moderno.

Pero no, el lamentable razonamiento que nos llevó a esta entrega es el de nuestro país, lugar en donde en los últimos 40 y tantos años de Democracia, seguimos manteniendo sectores sociales que viven en la marginación total.

Ellos no tienen esperanzas, no ven futuro, solo quieren sobrevivir en un mundo competitivo, en el que la modernización alcanza un grado y proyección que habla de un orbe, donde se establecerán nuevas reglas donde los poderosos pueden acceder a todo y estarán los que les sirven y así pueden vivir y aquellos que solo se los puede considerar sobrevivientes. 

Pero mientras nos asombramos de aquello que se puede alcanzar utilizando esa tecnología, aún en pleno desarrollo, ya hay quienes trabajan en otros hitos superadores basados en mejorar el “standard” de vida de los que pueblan la tierra. El avance de la ciencia y la tecnología opera en contra de los que no pueden educarse adecuadamente.

Es notable cómo pensamos y obramos en relación a todo aquello que nos rodea. Nos acostumbramos a la pobreza, a la indigencia y sirve para comentarla, en algunos casos asombrarnos, pero cuando vemos alguien durmiendo en la calle, chicos descalzos pululando en los basurales a cielo abierto, mientras sus padres buscan algo para comer o ropa que tiran porque ya cumplió el tiempo natural de utilización, miramos para otro lado o lo justificamos. 

Este drama que, no solo corresponde a nuestro país, debería preocuparnos porque, de tanto tener un contacto estrecho con ello nos estamos deshumanizando, asignándoles a los valores de convivencia y de igualdad de oportunidades una consideración que vale para los que sentimos como “los iguales”.

Hace años que los argentinos venimos escuchando promesas, pocas cumplidas. Que hemos visto cómo quienes se arrogan el estar preocupados y ocupados en solucionar el problema de la pobreza e indigencia, los usan y se hacen ricos a su costa, mientras ese sector del tejido social postergado sigue igual o peor.

También hemos sido testigos de la aparición de los iluminados; personajes especiales, más o menos dotados intelectualmente, pero que trabajaban para sus propios intereses. 

Eran elegidos por la ciudadanía, o parte de ella, que pretendía romper los moldes de una sociedad agrietada, sectorizada y procuraban alcanzar un mejor nivel de vida que les permitiera sacar de esos estados sociales, a sus hijos y o a sus nietos.

El sueño que les vendían estaba bien pergeñado y seguía al pie de la letra las estrategias que permitían mayor credibilidad y mantenía vigente la esperanza. 

Se entusiasmaban cuando los escuchaban prometerles un futuro y les dibujaban un país mejor donde estarían todos contemplados. Pero en ese marco de ilusionismo, al estilo “David Copperfield”, pocos de los que querían creer alcanzaban a visualizar que les hablaba en un idioma técnico, lucido, ingenioso, pero donde ellos jugaban el papel de ser el medio para lograr un fin u objetivo de grandeza mesiánica. Interesante, bien contada, pero no para todos.

Alguien dijo en alguna oportunidad: “Salimos de guatemala y nos metimos de cabeza en guatepeor”. Una frase popular que intentaba mostrarnos que nos volvían a querer convencer con la misma retórica de siempre, donde el “Síganme que no los voy a defraudar”, ahora con otras palabras, repetía la esencia de un fracaso que señaló que no había un futuro.

“Yo soy el mejor”, pareciera ser una “épica” que se viene repitiendo, con diferentes matices, pero al final con similares resultados.

Hay quienes sienten que son parte de las personas más importantes de la historia de la humanidad, y eso lo reiteran en cada oportunidad que se les presenta y lo recuerdan cada vez que hablan. La realidad indica lo contrario.

“Tengo un rol que es ubicar a la Argentina en el mundo”, -dijo el presidente argentino-. “Eso es lo que estoy haciendo y estos liliputienses, en términos de coeficiente intelectual, no lo entienden. Entonces, yo no puedo estar, digamos, o sea, ¿usted se va a poner a discutir con una cucaracha?”. Parte de algunas de las expresiones de Javier Milei de hace pocas horas, en un escenario montado en la ciudad de Córdoba.

“Ellos- refiriéndose a sus detractores- no están acostumbrados a ver una persona que es uno de los cinco líderes más importantes del mundo. Soy el segundo líder mundial”.

Con este pensamiento tan rudimentario, totalitario, egocéntrico, nos plantea que el futuro de los argentinos, por ahora, no existe. Salvo en la mentalidad de quien lo pregona.

La realidad le está enviando indicios al presidente argentino, ignorarlos podría resultar un gran error.
 

Escriba su comentario

Tu email no sera publicado.