Se han establecido en el seno de la sociedad argentina dos líneas que pretenden tener la “verdad” sobre el aumento o disminución del consumo de las familias, que muestra variables sustanciales, según a qué parte del país se refieren.
Lo mejor para el oficialismo es centrarse en determinados y muy puntuales aspectos de la vida ciudadana para expresar su satisfacción porque se mantiene y, en algunos casos, aumenta el gasto. Es posible que dado los parámetros que manejan no estén procurando engañar a la población, sí es factible que tomen referencias que no representan la realidad de todo el país.
Pretender que los movimientos en una jornada de las denominadas “largas o extra large” -por efectos de la acumulación de feriados y el corrimiento de los mismos para que sean coincidentes con los fines de semana- sirvan como termómetros para medir el consumo basado en mayores recursos per cápita, es una hábil maniobra que, naturalmente, conduce al error de presuponer que todo el territorio argentino está como ese segmento de la sociedad. Tal vez, un 10% del total de 46 millones de habitantes dispone de lo necesario para efectuar gastos extras sin que se altere su normal forma de vida.
No hace falta ser un experto analista económico para medir si en el marco de cada sociedad del país los gastos se mueven manteniendo los niveles de otros años. Todo indica que no.
Salir y dialogar con el comerciante es harto suficiente para tener un panorama que en muchos casos es desolador. Ha bajado sensiblemente la compra en los supermercados y se ha restablecido el comercio del barrio, donde el conocimiento de años permite instrumentar el “fiado”, un aspecto que casi había desaparecido.
También es cierto que hay ciudades y ciudades, pueblos con mayores estructuras de economías familiares que otros. Situación que depende mucho de los aparatos productivos y/o industriales que motorizan ingresos, en relación directa con los niveles de comercialización que realizan.
No es lo mismo pretender establecer un nivel de compra en provincias petroleras del sur del país que con los Estados centrales, los cuales se movilizan basados en otras estructuras. Una de ellas puede ser la producción agropecuaria, que está circunscripta a un grupo reducido y no puede ser una referencia que se generalice a toda la comunidad.
Los precios tienden a bajar, metodología que utiliza el comerciante buscando reinventar la venta, para ver si logra establecer el equilibrio que viene perdiendo desde hace varios años y que se vio acrecentado durante el gobierno mileista, por la aplicación de los procesos de achique, ajuste, desregulación y la ausencia del Estado en procurar mantener los niveles de ingresos.
Quebranto de sectores que dependen de instituciones previsionales -caso jubilados-, la eliminación de aportes que mantengan activa la obra pública y la imposición del avance del “libremercadismo” como paradigma del cambio, que ha provocado el cierre de innumerables PyMEs y centros comerciales que no pueden alcanzar niveles de competencia con productos importados, que ingresan sin aranceles; es el fenómeno actual que enfrenta la Argentina.
Existen elementos irrefutables que señalan una clara disminución de los gastos hogareños, acuciados por un notable endeudamiento, que conspiran contra el “mejoramiento” que promulga el gobierno.
Lo real es aquello que se percibe. Locales comerciales que deciden cerrar sus puertas, otros que apuntan a un achicamiento, a la espera que vengan mejores tiempos. Todos buscando salidas a un notable empobrecimiento de la familia.
El consumo se mantiene en sectores que siempre fueron autosuficientes, desde el punto de vista económico, y hoy con pocos retoques mantienen el status con mínimas privaciones.
Un estudio reciente que tomó estado público señala que aumentó considerablemente el endeudamiento por el uso indiscriminado de la tarjeta, de cualquier institución que sea. Hay un bloqueo bancario muy presente, a efectos de que los sectores endeudados puedan recuperarse y restablecer los pagos que les permitan volver hacer uso de la misma.
Esto es claramente una señal inequívoca de que, agotado el ingreso, se hace uso de la tarjeta y que cuando se llega al límite el consumo disminuye a niveles impensados. Una realidad y no un invento político para “vender” un relato que no encuentra correlato con los padecimientos que hoy sufre una gran parte de la ciudadanía.
Según refleja un informe del portal Noticias Argentinas: “En el país cayó fuerte el empleo industrial: 97% de empresas no sumará personal. La recuperación de la confianza empresarial no logró quebrar el estancamiento del mercado laboral en la Argentina”. Agrega, la mencionada nota, que el Indicador de Confianza Empresarial (ICE) del INDEC reveló que casi el 97% de las empresas del sector manufacturero “descartó contratar nuevo personal en el corto plazo”.
“La cifra más contundente del relevamiento es que solo el 3,4 % de los industriales proyecta ampliar su plantilla entre noviembre y enero. Este dato, incluso menor al registrado en septiembre (3,7 %), consolida un panorama de empleo prácticamente paralizado”.
Esto, que representa un reflejo parcial del problema interno del país, deja claramente explicitado que el consumo baja y está condicionado a las dificultades que se plantean en el plano económico-financiero-productivo-industrial de todo el territorio nacional.
La realidad importa para equilibrar el comportamiento de la sociedad.
Eso sería un verdadero cambio.



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