Todos suponían que las tensiones generadas en el ámbito de la Cámara Alta, donde preside la vicepresidenta Victoria Villarruel y la ex ministra de seguridad -hoy convertida en cabeza del bloque de LLA- Patria Bullrich, serían un desencadenantes de situaciones enojosas que pondrían en riesgo futuras decisiones legislativas; no se hizo esperar.
Patricia Bullrich pretendió marcarle la cancha a la presidenta del Senado, pero esta con el reglamento y resolución de la reunión de presidentes de bloque “la planchó”.
Hasta allí era difícil equivocarse en las presunciones de un malestar creciente, y para algunos analistas, las órdenes impartidas por el presidente libertario Javier Milei, de bajarle autoridad a quien hoy legítimamente y constitucionalmente la detenta, es el principio de conflictos de poder.
Nunca se llevaron bien, y en la medida que avanzaron los dos primeros años del gobierno entre insultos, denostaciones, incumplimientos de acuerdos y “purgas” sostenidas en el gabinete, como nunca se había producido antes, las relaciones se fueron congelando hasta llegar al colmo de la “mala educación” presidencial de negarle a la vicepresidenta el saludo en ceremonias oficiales a las cuales obligadamente debía asistir.
En algún momento, y ante circunstanciales preguntas de periodistas acreditados en el Senado de la Nación, la titular sostuvo que el trato era protocolar, sosteniendo que a las reuniones de gabinete “nunca había sido invitada”.
El destrato fue escalando y muchos funcionarios se plegaron obsecuentemente a una actitud poco saludable para la Democracia.
Esta situación ya se ha vivido en anteriores gobiernos, solo basta recordar las batallas internas Menem-Duhalde, que lograron transitarlas usando cintura política para no deteriorar el sector partidario que los respaldaba.
El otro desbalance gubernamental fue el protagonizado por el ex presidente radical Fernando de la Rúa y su vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez, donde sí se rompió la institucionalidad cuando el titular del Senado renunció al cargo y generó la caída al poco tiempo del gobierno.
Hoy se manejan otros códigos, sustentados en estrategias donde imperan los objetivos del mando a futuro. Javier Milei mostrando, tras el resultado de las elecciones de medio término, solidez y respaldo ciudadano, pretende hacerlo valer a cualquier costo.
Victoria Villarruel, sustentada en su formación familiar militarista, se muestra segura de su andamiaje político y procura no dejar resquicios que permitan debilitar su fortaleza, que para muchos analistas y consultores está reservando para entronizarlo en un nuevo escenario competitivo para el 2027.
Javier Milei está jugando en todos los sectores, cumpliendo su promesa de hacerse cargo de la política del gobierno, que hasta ahora había delegado en algunos de sus ex funcionarios, pero fundamentalmente en el “triángulo de hierro”, donde su hermana , “El Jefe”, Karina Milei, arma, desarma y maneja el veto en todos los ámbitos del gobierno y en la integración partidaria nacional de LLA, se mueven las operativas actuales.
Ya se disputó el primer asalto y por muy poco fue el primer fracaso de la futura senadora Patricia Bullrich, quien se vió aliviada de resistir la figura de Lorena Villaverde, cuando el pleno resolvió por unanimidad que el pliego volviera a ser tratado en comisión. La frustración sufrida fue que su exceso de matonisno no prosperó y la titular del Senado la puso en órbita.
La sesión no fue tranquila y en algún momento se pensó en un “desmadre” que echara por tierra con el deseo libertario de que se procediera al juramento de los 23 senadores y se comenzara la semana próxima a trabajar para integrar los libertarios, con fieles seguidores, y enfrentar a los sectores opositores que aún muestran desorden y ausencia de conducción.
Todo indica que el futuro tiene amenazantes nubarrones que presagian tormentas que habrá que ver cómo culminan.
La nueva oportunidad no es un “cheque en blanco”. Javier Milei lo debería saber.



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