VIERNES 26 de Abril de 2024
 
 
Compartir
Twittear
 

¡Qué sorpresa les dimos a los europeos...!

Llámese ‘Día del respeto a la diversidad cultural’ o ‘Día de la raza’, como antes le decíamos, el 12 de octubre es de un significado histórico crucial para nosotros, los americanos.

¿Qué hubiera sido de estas tierras si a Colón no se le hubiera dado por confundir nuestros accesos con la puerta trasera del Asia o si a Isabel la Católica no se le hubiera ocurrido darle una mano con las carabelas?

¿Si no fuera por aquello, cuánto tiempo más hubiéramos tenido que esperar hasta que a alguien se le hubiera ocurrido “descubrirnos”, con todo el trabajo que aún teníamos por delante (defendernos de los conquistadores, independizarnos, formar los países, elegir gobiernos, recibir a los inmigrantes, crecer irregularmente, pelearnos, reconciliarnos, pelearnos otra vez, fabricar jugadores de fútbol e inventar nuevas maneras de comportarnos?)

Resulta que en esta fecha de 1492 el tano Cristóforo Colombo llegó a un continente desconocido para los europeos sin imaginarlo siquiera, porque como ya lo sugerí, lo que buscaba era una ruta distinta para arribar a las Indias orientales, interesado en las sedas, tejidos, especias, piedras preciosas, inciensos y otras boludeces.

Había salido del puerto de Palos que está en Andalucía, España, el 3 de agosto de ese año y el 12 de octubre, o un día después (porque algunos historiadores dicen que los maleteros estaban de paro), tocó tierra a la altura de las Bahamas.

Quien puso el grito en el cielo, cansado de ver nada más que agua durante dos meses y pico, habría sido Rodrigo de Triana, y así todos llegaron al islote de Guanahaní (actuales Bahamas), al que Colón llamó San Salvador, a Cuba y a Santo Domingo.

Después el navegante regresó a España bastante confuso, no sin antes bautizar a estos lugares como Indias Occidentales, y por eso todavía les llamamos indios a los que debiéramos adjetivar como nativos, oriundos, originarios, autóctonos o aborígenes. Por su parte los europeos en general, nos pusieron el mote de “Nuevo Mundo”.

Después de un tiempito los cartógrafos nos dirían “América” en honor al navegante florentino Américo Vespucio, que fue el primero en avivarse de la metida de pata.

Por ese entonces y más precisamente a finales del siglo XV, la Corona Española y el Reino de Portugal competían por explorar y conquistar nuevos territorios. Lo que pretendían en el fondo era repartirse el mundo de manera más o menos equitativa como es práctica usual entre los poderosos.

Como buenos vecinos y para evitar conflictos de intereses, los mal llamados gallegos y los portugueses firmaron en 1494 el Tratado de Tordesillas, así que dividieron el mapamundi con una línea imaginaria situada en medio del océano Atlántico. Y a nosotros, los argentinos, nos tocó ser de España hasta que nos cansamos de serlo.

Todo lo demás ya lo sabemos: que Colón vino algunas veces más por aquí, que el diámetro de la tierra es mayor que el que se pensaba, que los europeos no nos descubrieron nada porque cuando ellos llegaron había ya mucha gente con altos grados de civilización como los mayas, los aztecas y los incas.

Y como si fuera poco los argentinos demostramos que somos capaces de multiplicar hasta el infinito cuestiones tales como el déficit, la inflación, el gasto público, las grietas y los feriados largos.

Es probable que la culpa de todo esto no la tengamos nosotros, sino Colón por entrometido, la Isabel como cómplice necesaria y aquel equívoco imperdonable del 12 de octubre de 1492.

Por Hugo Ferrari - Especial para LA REFORMA

Escriba su comentario

Tu email no sera publicado.