Hoy, innumerables situaciones que van mostrando las debilidades de un gobierno que es una autocracia (del griego “autokrateia”) sistema de gobierno que concentra el poder en una sola figura (a veces ejerciendo un mesianismo complejo) cuyas acciones y decisiones no están sujetas ni a restricciones legales externas, ni a mecanismos regulativos de control popular.
El presidente liberal, anarcocapitalista, enarbola “las fuerzas del cielo” como el paradigma que le permite y habilita el camino a manejar, con características dictatoriales, un gobierno que se moviliza con escaso respaldo funcional, más allá del que le están prestando -hasta ahora- sectores de la sociedad que, aún en el marco de serias dificultades económicas, sigue pensando que es el método indicado para alcanzar un cambio que los ponga a resguardo de gobiernos que ya fracasaron.
Hasta la semana pasada se venía observando un Milei, con estrategias bien elaboradas que planificaban tiempo y distancia para obrar en consecuencia a las trabas e inconvenientes que sectores de la marcada oposición intransigente ponían en marcha, fundamentalmente en el plano legislativo, lugar donde necesariamente ante la precariedad de la fuerza oficial debía apelar a negociar, acordar y conceder, plano en el que ocupó un lugar primordial la cintura política de Guillermo Francos,actual Jefe de Gabinete del gobierno mileista.
Los escenarios de conflictos que afronta el presidente, son numerosos y van en aumento. Desde el plano interno partidario, pasando por las diferencias surgidas con el PRO desde el acuerdo electoral, denominado sin condicionamientos- hasta el radicalismo que no alcanza a comprender que son importantes en la escala del poder territorial, dada su representación nacional que cubre el país que les hubiera permitido -si operaran atinadamente y no por egoísmos personales- tener más fortalezas que el “diluido” Juntos por el Cambio y el desmembramiento de lo que quedo originalmente del PRO.
Pero Milei cultiva también confrontaciones diplomáticas a un nivel que está poniendo en riesgo -de no variar sus políticas- acuerdos con el resto del mundo, no basándose en ideologías sino procurando que es lo mejor que le conviene a la Argentina como futuros canales de negociación en intercambio comercial.
Las reacciones presidenciales,resultarían un perjuicio notorio para sectores industriales y productivos que se encontrarán, de la noche a la mañana, con restricciones externas, que serán una limitante para su futuro.
Brasil es incuestionablemente un país limítrofe y un corredor comercial de enorme trascendencia. Las actitudes agraviantes del presidente argentino hacia el titular brasileño Lula da Silva, parecen estar llegando a un punto de corte, del cual resultará muy difícil retroceder.
Ya hay reservas político-comerciales, con Chile, Paraguay, Uruguay, España, puentes rotos con el gigante asiático China, que se está intentando a través de cancillería, de recomponer, hasta ahora objetivo no logrado; son parte de las marcadas diferencias que, en su afán de consolidarse como la expresión acabada del liberalismo en el mundo, están colocando a un país emergente como Argentina, en una posición incómoda.
El manifiesto desafío político-institucional, que realizó al asistir como invitado de Nair Bolsonaro, como presidente argentino, a la Conferencia de Política de Acción Conservadora, durante la cual se darán a conocer las bases del cambió que propone el hoy ex presidente brasileño opositor que pretende regresar al poder tras el gobierno de Lula, podría en un futuro no muy lejano tener notables perjuicios para nuestro país.
Que el mundo occidental, manifiesta el avance de la derecha en Europa y se profundiza un cambio de rumbo en el Viejo Continente esta mostrando una clara tendencia que debería asumirse ya que de consolidarse, sobre esas bases, comenzaran a consolidar las fortalezas de un país en desarrollo como el nuestro y evitar las confrontaciones inútiles, que solo tienen un propósito personal de Javier Milei: “Convertirse en el líder de esta parte del mundo”.
Se puede llamar de muchas maneras y puede tener interpretaciones divergentes, según quién las haga y que intereses conlleven sus análisis, pero la realidad y 47 millones de habitantes están requiriendo sensatez y un argentino que piense por los argentinos.
La sociedad espera respuestas no escenarios confrontativos.
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