VIERNES 20 de Junio de 2025
 
 
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“Más vale tarde que nunca...”

Desde hace un tiempo esta columna viene señalando el incremento real de la violencia, en todos sus tipos y características, que ha convertido a la ciudad de General Pico en un ámbito realmente peligroso.

Habíamos señalado la constante iracundia de los motociclistas y ciclistas cuando por circunstancias inherentes al tránsito vehicular se producía alguna maniobra -no querida- y los dejaba muy cerca del accidente.

Hoy sigue observándose, pese a los permanentes operativos de las fuerzas de seguridad y controles municipales que se ven, que nadie respeta a nadie, bocinazos, insultos, amenazas, son lo cotidiano cuando se transita en las calles piquenses.

Esa violencia que señalamos ya está engendrada en una sociedad chica, tiene lineamientos que involucran lugares bailables, boliches de copas y establecimientos educacionales. En estos últimos citados las salidas de los colegios se han convertido en situaciones traumáticas.

Se han generado en los alrededores de los ámbitos educativos en “circos romanos” utilizados para cumplir los desafíos, ya sean varones o mujeres. Mientras alguien los graba en videos que luego suben a las redes sociales, se acometen con saña, en algunos casos hiriéndose o lesionándose mal.

También hemos marcado el “toque de queda” que se practica en diferentes barrios de la ciudad. Algunas esquinas son el lugar donde se reúnen grupos a ingerir bebidas alcohólicas u otras mezclas que son habituales y esos pasos se convierten en “peajes” para los desprevenidos automovilistas, transeúntes que no son del barrio que intenten cruzar por esos sectores.

Este fenómeno no es nuevo, hace años que es motivo de comentarios en distintos ámbitos locales. El aviso del: “No se te ocurra ir por... porque después de las 22 horas pagás peaje”, se ha convertido en una muletilla habitual.

Parece de novela, pero es una realidad que podría suponerse corresponde a un determinado grupo, que se repite en distintos barrios, pero conforma parte de uno los segmentos de violencia ciudadana que se vive.

De alguna manera sorprende, aunque debemos reconocer que les llevó un tiempo reconocer que General Pico se ha convertido en una ciudad peligrosa. Pero como mencionamos en el titulo: “Mejor tarde que nunca”, porque el mirar para otro lado o pretender desconocerlo es bastante parecido a pretender ocultarlo y que al ignorarlo no existe.

El problema está, existe, tiene varias fuentes que lo alimentan, encarar una forma de contrarrestarlo y lograr que desaparezca de la sociedad, representa un trabajo multidisciplinario, donde todos aportemos para lograr desarraigar este quebranto moral que estamos sufriendo.

No es una cuestión de índole política, es la realidad de un deterioro social, que no es exclusivo de nuestra ciudad, sino que se comparece con aquello que está ocurriendo en todo el país.

Procurar darle connotaciones políticas es intentar taparlo y mezclarlo con ideologías que ostentan los diferentes sectores que participan de la vida pública ciudadana; no es lo aconsejable y da nulos resultados.

Pero aparecen los iluminados, se levantan una mañana y salen a pretender mostrarse, pidiendo informes y reclamando soluciones, dejando entrever que vienen de “tranquilandia” y descubrieron el infierno.

Cuando en realidad eran parte del mismo tejido social, pero tras año y monedas de ver, leer y sentir cosas que suceden, pretenden alzar las banderas de “encaremos el problema”.

No se nos supone este mal -por el contrario- forma parte de su obligación por el lugar que ocupan, pero como dirían los abuelos: “Tarde piaste”. El ruido que hace el desajuste en la convivencia lugareña hace tiempo que está presente. Está bueno que se diera cuenta, y entendiera que también es parte de su responsabilidad.

Pero por el motivo que sea, lo importante es que comenzaron a verlo y, si bien creemos que el camino adecuado no era publicitarlo y que la sociedad observara como se preocupa por algo que tiene mucho tiempo sucediendo, lo aconsejable es instrumentar los mecanismos necesarios para combatir ese flagelo que destruye los cimientos de la familia y de la buena vecindad.

Alguien dijo y muchos lo han repetido, el desarreglo nacional, los quebrantos morales y sociales, no se solucionan porque uno los denuncie y reclame, es una obligación de todos, sin importar de dónde venimos, qué ideología sustentamos y cómo vivimos. El remedio es ver cómo se normaliza y retomamos el camino del respeto y la consideración hacia el otro.

Solo así podremos salir adelante.

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