Sorprende a diario, es el gran transformista que nadie o muy pocos llegan a comprender. Se mueve con notable habilidad, a diferencia de los políticos tradicionales que no pueden salir de sus rutinas y, si bien diferenciadas, según de qué sector ideológico procedan, son predecibles.
Pero surgió una especie de “camaleón” que desconcierta a propios y extraños. Tal vez -esto es una mera suposición- dentro de su más estrecho círculo existan quienes comparten estos aspectos que lucen contradictorios, pero que distinguen su forma de hacer política y fundamentalmente, lo mantienen en el centro de la escena.
Apareció en un ámbito que podría considerarse del espectáculo, o directamente de la farándula. Era todo un personaje que gritaba, se enojaba, se mostraba didáctico y gradualmente su sesgo disruptivo dejaba mucha tela para cortar.
Milei -a él nos estamos refiriendo- siempre fue un hombre que tuvo las prioridades claras y durante una entrevista con el portal de noticias Paparazzi reveló varios detalles de su vida privada.
El libertario apareció en los medios de comunicación muchos años atrás y, a pesar de haber señalado que no sería nunca parte de la política, hoy es candidato a presidente, tras haber superado -ganando- las PASO.
Sorprendió cuando comenzó a realizar manifestaciones relacionadas con su profesión -economista- señalando cuáles serían sus prioridades para solucionar, lo que para el fundador de LLA, era el gran fracaso de los que manejaban la economía Argentina.
Se lo ninguneó desde varios ámbitos, que lo veían como un “desaforado” personaje “surgido del terreno teatral, muchos hablaban de su oblicuidad como un ‘cirquero’ que pretendía un espacio- todavía no definido donde, aunque por lo que se percibe, él y la mentora -su hermana- tenían objetivos claros.
En el medio de estos dos años y medio a la fecha, su figura comenzó a tener preponderancia y generó el interés de las producciones de los medios de comunicación, que veían en él un personaje que lograba buenos números en el rating de cada espacio en los que aparecía.
Ocupó rápidamente un lugar central en el ámbito público. Se lo veía raro, con declaraciones sorprendentes de su vida privada, su extraño amor por su perro muerto y los que poseía en la actualidad, entre otras actividades que lo mostraban como una figura excéntrica, que hablaba de todos los temas y se constituía en un -por momentos- irascible contestatario.
Hoy está en el centro de la escena pública. Ha logrado interpretar una figura que comenzó a captar el interés de los más jóvenes y respondía a los desilusionados que, formando parte de un tejido social muy castigado, no percibían futuro.
De esta manera llegó a ser un candidato que eligió el liberalismo extremo para expresarse con comodidad, de acuerdo a su forma de pensar, y se lanzó de lleno a combatir a lo que él denomina la “casta” política, la buena y la mala.
De esta manera, pese a quienes lo observaban con curiosidad, pero no lo veían como un riesgo serio, fueron sorprendidos cuando sin una estructura definida y sólida se alzó cómodamente con la victoria en las PASO, y hoy apunta a constituirse en un candidato con enormes posibilidades en las presidenciales de octubre.
Todas las miradas de los sectores políticos que están condicionados para las generales presidenciales, los dos tercios que completan la grilla, han centrado sus estrategias de campaña en ver cómo bajan la intencionalidad de voto a Javier Milei.
Para nosotros, operan en contrario al objetivo buscado y lo único logrado -hasta ahora- es mantenerlo en el centro de la atención política del país.
Y el libertario también lo sabe. Los disfruta. Los desafía continuamente y, recientemente, mostrando lo controvertido de su mensaje: ya no destruye el Banco Central, ahora dio a conocer quién de su entorno será el nuevo presidente de la entidad bancaria central del país.
Una nueva “gambeta” que ha provocado que todos hablen de él, por la forma irregular en la que se mueve, en un plano político donde nadie logra establecer qué hará Javier Milei si logra superar las generales y el ballotage si lo hubiera.
Subestimar al oponente es un grueso error. Milei lo está demostrando.



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