En Argentina, más de 10.000 cooperativas y mutuales operan actualmente en distintas áreas productivas, prestando servicios esenciales y generando empleo digno para millones de personas.
Un modelo que se expande desde las raíces
El movimiento cooperativo argentino tiene raíces profundas. Desde la fundación de la primera cooperativa agrícola en Pigüé (provincia de Buenos Aires) en 1898, hasta las experiencias contemporáneas de fábricas recuperadas por sus trabajadores, el cooperativismo ha demostrado capacidad de adaptación y resistencia.
Hoy se destaca especialmente en sectores como el agro, la energía, el crédito, la vivienda, la salud, la comunicación y la economía popular. Ejemplos como Sancor Seguros, el Banco Credicoop o el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) muestran el alcance y la institucionalidad que ha alcanzado este modelo.
Más que trabajo: identidad y comunidad
Las cooperativas no solo generan empleo, sino que promueven otra forma de organización económica basada en la democracia, la autogestión, la solidaridad y el compromiso con la comunidad. En tiempos donde predomina la lógica del lucro, estos principios se vuelven contraculturales pero fundamentales.Según cifras oficiales, más de 20 millones de personas están vinculadas de forma directa o indirecta al movimiento cooperativo y mutual en Argentina. Muchos municipios pequeños, especialmente en el interior del país, dependen de cooperativas para el suministro de agua, energía o servicios de telecomunicaciones.
Desafíos actuales
A pesar de su potencial, el cooperativismo enfrenta obstáculos estructurales. La falta de financiamiento, las trabas burocráticas, la informalidad y la falta de políticas públicas sostenidas dificultan el crecimiento del sector. También persiste cierto desconocimiento y prejuicio social sobre estas formas organizativas, muchas veces vistas como “alternativas menores”.
En palabras de Ariel Guarco, presidente de la Alianza Cooperativa Internacional y referente del cooperativismo argentino: “El cooperativismo no es solo una forma de hacer economía, sino una manera de vivir en comunidad y construir futuro desde abajo”.
Una oportunidad frente a la crisis
Con un panorama económico incierto, muchos expertos coinciden en que fomentar el cooperativismo podría ser clave para enfrentar el desempleo, fortalecer la producción local y generar redes de contención social. La pandemia de COVID-19 y la crisis posterior pusieron en evidencia la capacidad de las cooperativas para sostener empleos, distribuir bienes esenciales y articular respuestas comunitarias rápidas.
Desde el gobierno nacional y varias provincias, se han impulsado recientemente líneas de apoyo, formación y financiamiento para este sector, aunque aún con resultados desiguales.
Conclusión
El cooperativismo argentino es mucho más que una forma jurídica o económica: es una práctica colectiva que conjuga trabajo, dignidad y compromiso social. En tiempos donde muchas certezas se derrumban, esta forma de organización se presenta como una vía concreta para reconstruir tejido social, redistribuir oportunidades y construir un país más justo desde abajo hacia arriba.
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