En la Escuela Nº 249 de Realicó, el clásico sonido del timbre ya no marca el ritmo de las clases. Desde hace unos días, lo hace un sistema de luces intermitentes que anuncia los horarios escolares sin generar ruido. El dispositivo fue desarrollado por estudiantes de la EPET Nº 6 como parte de un proyecto tecnológico con impacto social.
La decisión de reemplazar el timbre sonoro no es nueva. Según explicó la directora del establecimiento primario, Miriam Fresno, hacía tiempo que en la escuela se había optado por desactivarlo. “En ambos niveles, primario y secundario, habíamos notado que el sonido fuerte afectaba a estudiantes con sensibilidad auditiva. Pero también nos dimos cuenta que alteraba a todos: aumentaba el ruido general y generaba un clima tenso”, señaló.
En palabras de la directora, durante un tiempo, se optó por reemplazar el sonido del timbre con alternativas caseras: desde la vibración de los celulares hasta música suave reproducida en el aula. Sin embargo, estas soluciones, aunque mejoraban el ambiente, no eran lo suficientemente visibles ni eficaces para organizar los horarios de toda la escuela.
El dispositivo ya funciona en algunas aulas y áreas especiales de la escuela. Consiste en un sistema de luces LED que titilan durante un minuto, tres veces al día: a las 9:30, a las 10:30 y a las 12:05. La señal indica, respectivamente, el inicio del primer recreo, el segundo recreo y el horario de egreso. Se trata de una experiencia piloto que comenzó en primer y segundo grado, y que se espera ampliar a todo el edificio.
Además de su función práctica, el sistema lumínico permite generar una transición más suave entre las actividades, evitando las interrupciones bruscas que muchas veces acompañaban al sonido del timbre tradicional. Esto contribuye a una mejor concentración y a un mayor bienestar general en el aula, comunicó Morales.
Un ambiente más tranquilo
“El sistema funciona muy bien. Los chicos identifican rápidamente cuándo deben guardar, salir o volver al aula, y todo ocurre en un ambiente mucho más tranquilo”, aseguró Fresno. También destacó que están evaluando extender el alcance del dispositivo a espacios comunes como el patio o los accesos externos, para que el aviso sea visible desde todos los sectores.
La experiencia también ha permitido observar un cambio en el comportamiento de los estudiantes: ante el nuevo sistema, las transiciones entre actividades son más ordenadas y no generan el bullicio que solía acompañar al timbre anterior. “Lo que antes generaba una reacción automática de exaltación, ahora es un momento calmo”, explicaron desde la escuela.
Trabajo integral
Por su parte, Daniel Morales, docente de la EPET Nº 6 y asesor del club de ciencias, explicó que el trabajo de los estudiantes incluyó diseño, impresión 3D, programación y montaje. “Los alumnos se involucraron en todas las etapas. Investigaron qué tipo de luces usar, cómo armar los circuitos, cómo programar los horarios. Es un trabajo integral, con aplicación real y concreta en su comunidad”, valoró.
El proyecto no sólo tuvo un componente técnico, sino también pedagógico. Los estudiantes tuvieron que elaborar informes, consultar con docentes de otras áreas y resolver problemas de instalación. “Aprendimos a programar con un reloj de tiempo real, a usar relés, a hacer conexiones eléctricas. Fue un desafío pero también una gran experiencia”, contaron Mariano Pizarra y Valentina Correa estudiantes partícipes del proyecto.
Motivación
La propuesta fue trabajada durante varios meses en el club de ciencias de la EPET y permitió vincular contenidos de distintas materias. Para los alumnos, representó una oportunidad de poner en práctica lo aprendido en situaciones reales, con un destinatario claro y con una motivación concreta: mejorar la vida escolar de otros estudiantes.
Valentina destacó el impacto que tuvo participar del mismo. “Nunca habíamos hecho algo así. Nos llevó tiempo entender todo, pero logramos que funcione. Lo mejor es saber que esto ayuda a otros chicos a estar mejor en clase”, dijo.
La experiencia fue valorada también por su potencial replicable. Desde la escuela técnica no descartan ofrecer la propuesta a otras instituciones que deseen implementar un sistema similar. “Hay colegios que ya no usan el timbre sonoro. Este tipo de soluciones pueden adaptarse a distintas realidades escolares”, sostuvo Morales.
Si bien el proyecto nació de una necesidad concreta, su desarrollo permitió abrir otras reflexiones dentro de la comunidad educativa. Para Fresno, reemplazar el timbre fue también una forma de repensar hábitos instalados: “Con el tiempo nos dimos cuenta de que el sonido del timbre no solo afectaba a algunos estudiantes, sino que nos hacía mal a todos”.
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