LUNES 15 de Diciembre de 2025
 
 
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Una cuestión de acefalía

Acefalia o acefalía significa literalmente ausencia de la cabeza. En el país da la sensación que estamos acéfalos, pero curiosamente no por la falta de un liderazgo, sino porque al haber más de uno con esas veleidades, se contrarrestan y se anulan a partir de egos personales, disputas banales y, posiblemente también incompatibilidad de caracteres. Una particularidad que no se sabe si es común encontrar en otro lado, pero que es muy frecuente de hallar en estas tierras y en este momento histórico.

Un país complejo como la Argentina, con una sociedad que en gran medida reclama personalidades fuertes de conducción pero luego reniega de ello con el mismo énfasis, no debiera menos que analizar y tener la capacidad de poder programar con cierta anticipación aspectos centrales de la vida de todos los habitantes, fundamentalmente de los más desprotegidos, de aquellos que día a día la pelean para subsistir en un escenario que cada vez demanda más y que, paralelamente, ofrece menos respuestas y posibilidades.

Sin embargo, a veces da la sensación que para ciertos líderes no hay nada más importante que ellos mismos, que todo es secundario y que el mundo empieza y termina en su propia personalidad. 

“Una cosa es ser creativos y otra cosa es acostumbrarse a vivir en el desorden”, dijo alguien alguna vez tratando de explicar el fenómeno de los argentinos ante la vista de los extranjeros que muchas veces se sorprenden con nuestras actitudes.

Cuando cada uno lleva “agua para su molino”, sin contemplar ni considerar el bien común, el desorden se profundiza, se hace evidente, genera más desorden y se ingresa en una espiral que nada tiene de virtuoso y está mucho más vinculado con lo vicioso.

El tema es que acá vivimos en el desorden permanentemente sujetos, muchas veces, a caprichos, enojos, idas y vueltas de aquellos que tienen la obligación de tener un norte claro, de ser quienes establezcan un rumbo y mantengan firme el timón para llevar este barco a un puerto seguro. Da la sensación de que muchas veces estamos a la deriva, que los permanentes tironeos entre poderosos nos tienen anclados en un mar embravecido y eso nos lleva a estar permanentemente a los tumbos, de golpe en golpe, fundamentalmente por las diferencias entre quienes tienen las mayores responsabilidades, más allá de los contextos exógenos, que también aparecen y no se pueden ocultar.

En todos los órdenes de la vida es necesario que haya equilibrio y orden. Es imperioso planificar, ejecutar y comunicar adecuadamente para evitar profundizar diferencias y generar mayores conflictos, pero aquí nos cuesta mucho, quizá demasiado.

La discusión de los últimos días, en el marco del tratamiento del Presupuesto 2023 estuvo centrada, fundamentalmente con la incorporación de nuevos tributos que, para algunos, se generaron de la noche a la mañana, sin consensos, ni estudios previos. Este es apenas un ejemplo de lo que se vive cotidianamente en un país que tiene muchas cualidades, pero donde también se convive con la incertidumbre de no saber acabadamente dónde está la autoridad, en definitiva, quién manda en la Argentina. 

Ni las sociedades más pequeñas, como la familia, ni las más grandes, como un gobierno, pasando por cualquiera de las expresiones de la sociedad, podrán tener éxito si no existe una mínima cohesión entre sus integrantes. No hay equipo que pueda obtener un resultado favorable si sus componentes se priorizan por sobre el conjunto. Ojalá puedan entenderlo alguna vez y a partir de allí comenzar el despegue definitivo. 

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