Desconciertan, provocan incertidumbre y confunden los distintos posicionamientos que han surgido -como en otras oportunidades- ante los efectos que provocan las acciones del presidente Javier Milei.
Escuchando y viendo a unos y otros, nos sentimos “ninguneados” por estar tan distanciados de una forma de pensar donde, naturalmente, no existen parámetros ideológicos que influyan, ni existe “pautaje” que compre la dignidad de transmitir y opinar con legitimidad y absoluta honestidad.
Es propio del ser humano que posea diferentes maneras de interpretar o entender algunas acciones, de cualquier naturaleza que sean. Pero cuando se procura subestimar la inteligencia del otro, transitando un límite entre la burla y el menosprecio por aquello que el otro opina, nos encontramos frente a un espacio vivencial que resulta poco agradable, extremadamente agresivo y denostador.
Los sucesos que se originaron a partir del “auxilio” económico y financiero que logró, con inteligencia y mucha cintura política, el Secretario del Tesoro norteamericano Scott Bessent, aprovechando la coyuntura de un quebranto que enfrentaba la Argentina, el cual estaba proyectado a materializarse en un fracaso electoral a pocos días de las elecciones, comprometen la gobernabilidad. Según el resultado que se obtenga, el procedimiento argentino se podría sintetizar en: “Vendieron las joyas de la abuela”.
Pero además, surge claramente un estado institucional que comienza a mostrar profundas grietas al ir lentamente corriéndose el velo de los compromisos adquiridos por Javier Milei y su gobierno libertario, en lo que hace a las libres decisiones de los pueblos.
Es evidente que nadie preguntó si los argentinos quieren ser satélites de los EEUU, hubiera correspondido que la ciudadanía tuviera la oportunidad de ser la dueña de su propio destino y el de sus hijos, no que lo “transfuge” un gobierno en aras de lograr el objetivo de fortalecerse, con un liderazgo ideológico que pretende tenga injerencia en todo el territorio latinoamericano.
Donald Trump, con habilidad y con su natural prepotencia de sentirse el de mayor poder, se hizo “amigo” del presidente Javier Milei, que recorre el mundo buscando quienes apoyen sus políticas libertarias-anarcocapitalistas, en pos de la imposición del mercado y el accionar desde lo privado.
A él acudió el mandatario argentino cuando el “agua le llegó al borde de la nariz” y existía una concreta amenaza de ahogarlo. Ese nivel de apremio le permitió alcanzar el republicano, porque como decía un “veterano político”, para ganar siempre hay que pegar en el momento oportuno, ni antes ni después.
Esa realidad quedó materializada en los sucesos que la sociedad argentina viene viviendo en los últimos días.
No existe un mejor momento que aquel que ha surgido de la desesperación extrema. Lo que logren obtener parece un gesto de enorme magnificencia, cuando en realidad es haber tenido la paciencia de esperar a que no hayan más salidas.
El fruto de esa prestación que hoy les permite a Javier Milei y su “troupe” batir palmas y decir que “ya estamos encaminados a superar los inconvenientes que nos provocan los que destruyeron el país y hoy ponen palos en la rueda”, estaría indicando, pese a que muchos piensen diferente, que Milei está haciendo un mal negocio para la Argentina al pretender mantener un poder ficticio, sin respaldo ciudadano y ausencia notoria de lo político-interpoderes.
Ya se alcanzaron acuerdos. Dijo Scott Bessent: “El presidente Milei ya se comprometió a desplazar a todos los emprendimientos y logros obtenidos por empresas Chinas”. De esta manera, se bate el parche con la inversión escalonada de 25 mil millones de dólares, para mega data center, de la empresa de Sam Altman y Sur Energy, quienes confirmaron que la instalación se levantará en la Patagonia.
Y sí, allá están también las estaciones que levantaron los emprendimientos asiáticos a las que hoy quieren desplazar. Para esta inversión ya se acordó que EEUU se hará cargo de la entrega inicial. Firmó un joint venture con un cloud developer global y trabaja en un esquema de financiación con un grupo de bancos internacionales y fondos de inversión.
Ya se está hablando de un posible acuerdo comercial, que podría ser rubricado el próximo 14 de Octubre cuando el presidente Milei sea recibido en la Casa Blanca por el republicano Donald Trump, y que tendría una apertura total para ingresar emprendimientos comerciales a la Argentina aprovechando la ausencia de limitantes arancelarios.
Esto claramente significa un nuevo apriete a las empresas de nuestro país, las cuales se ven obligadas a establecer otras formas de comercialización para poder competir. A esos efectos, Milei anunció la Reforma Laboral y la Reforma Fiscal como dos aspectos a resolverse tras las elecciones del 26 de octubre.
Pero volvamos al principio y hablemos del “chupetín” que nos regala Trump, bastante semejante a los “espejitos de colores” que repartieron los españoles cuando pisaron estas tierras.
Confundieron la ignorancia con lo que surgió después: nacionalismo y defensa de lo propio.
No es posible ni resulta positivo analizar y sacar conclusiones de quienes piensan diferente. La realidad es una sola: estamos ante una etapa de entrega indiscutida.
Los límites nadie los conoce, por lo menos hasta ahora.



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