LUNES 02 de Diciembre de 2024
 
 
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Un gran colador...

A eso se asemeja el mundo en que vivimos. Un enorme cedazo en el que se van acomodando -como pueden y no como quieren- los países de un mundo convulsionado, incierto, que muestra fisuras y quebrantos que van desde lo ideológico, a lo social y económico.

Venimos de la ONU antes, un cuerpo inobjetable en su representatividad mundial, hoy, convertido en un tira y afloje de los países que pretenden mantener vigente su poderío sobre el resto de las naciones.

De allí podemos saltar al G7 un reducido grupo de poderosos que buscan dirigir el mundo a su antojo. Antes eran quienes se reunían para resolver cuestiones que tenían como objetivo mejorar la forma de vida y encaminar a los países en crecimiento y a los emergentes para constituir las bases sólidas de continentes que se apoyen unos en otros.

Las guerras de los poderosos llevaron a invasiones injustas que buscan someter a quienes están en sus fronteras, por caso Rusia con Ucrania o la pelea de las dos Coreas, la lucha ideologizada de alto contenido religioso y formas de vida, que azotan el Oriente Medio.

Las luchas por la supremacía en América Central y América del Sur. Una sorda disputa por imponerse políticamente, aplicando medidas de orden económico, comerciales y procurando marcar las diferencias basadas en el poder.

Todos en el gran colador. Algunos se filtran y quedan colgados para no desaparecer, otros negocian con los que se quedan y están los denominados emergentes que subsisten basados en las necesidades de los más grandes, que por su crecimiento exponencial, requieren de quienes pueden brindarle, fundamentalmente, alimentos, que les están faltando.

Existe una realidad: los países están mutando en sus ideas y formas de vida. Tal vez, además de otras contingencias de vida, es el efecto que produce el devenir de las nuevas generaciones que implosionan abordo de las nuevas tecnologías. Ahora la Inteligencia Artificial, que produce variables que ha colocado fuera del circuito opinable a una población cuyo target oscila por encima de los 50 años.

Los cambios son necesarios cuando aportan estructuras positivas que benefician al conjunto. Erróneos y perjudiciales cuando están motivados en la soberbia y egocentrismo que se apodera de quienes luchan por el mando a toda costa y sin mensurar los daños que se producen.

Estamos en las alternativas que depara esta nueva reunión del G20, que podría resultar una interesante chance para los países que hoy soportan dificultades y que requieren del auxilio de quienes están en mejores condiciones para salir de sus quebrantos.

Por el contrario, todo indica que es una puja por marcar territorios y fortalezas y desde allí imponer condiciones. Anteponen a estas discusiones las estructuras ideologizadas que portan, sin tener en cuenta que llegaron a esas posiciones por efecto de la ciudadanía del mundo que optó, en su momento, considerando que así podían progresar y tener un mejor futuro.

La presencia del presidente Joe Biden, alcanza trascendencia por su posicionamiento frente a la guerra de Rusia contra Ucrania y su reciente aprobación del lanzamiento de misiles de largo alcance de Ucrania contra Rusia.

La determinación va a contramano de la política que sustenta el sucesor en el cargo que asume en enero, Donald Trump, que indica realizar una concesión territorial a Moscú para finalizar el conflicto en Europa, contrariamente a lo que está, hoy, realizando el presidente saliente.

Surge claramente el interrogante: ¿Sirve de algo aquello que puedan acordar en estas circunstancias? Aunque no es la única controversia que se plantea, porque hay posicionamientos muy concretos en lo que se refiere a firmar un acuerdo económico-comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, situación discutida y con posibilidades de no lograr unanimidad de criterios.

La otra controversia, en donde Argentina aparece demasiado en soledad es en las herramientas y estructuras que deberían adoptar los países por lo efectos del Cambio Climático, que para el presidente argentino no condice con su proyecto en torno a la instrumentación y reiteraría su voto en contra además de expresarlo en su anunciado discurso.

Nada señala que estemos ante las puertas de acuerdos trascendentes. Muy por el contrario todo parecería indicar que muchos se irán contrariados y renuentes a establecer lazos de intercambio en lo comercial y económico.

Argentina está decididamente encolumnada en las políticas que instrumentará el nuevo presidente americano Donald Trump, respondiendo por consustanciación ideológica con Israel, y desde esos ámbitos reforzar su cruzada de un liberalismo mundial, del cual, Javier Milei, pretende ser su mentor.

El “colador” sigue filtrando, la pregunta es ¿hasta cuándo?.

La verdad de lo que ocurra en el G20, entendemos, se conocerá a medida de quiénes informen y lo que les convenga se sepa.

A un país como el nuestro, intentando sentar bases emergentes sólidas que le permita negociar de igual a igual con sus pares, difícilmente le relaten realidades, sino verdades a medias, que en definitiva serán “mentiras piadosas”.

Estamos a media luz y con serios riesgos de quedarnos a oscuras.

“La verdad tiene cara de hereje”, dice el refrán. Pero es lo que necesitamos los argentinos para interpretar el cambio.

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