Ni blanco ni negro; ni limpio ni sucio, más o menos. Conclusión: un gris que despierta sospechas de todos los sectores de la sociedad argentina.
Una gran parte de la ciudadanía esperaba el resultado del tratamiento de “Ficha Limpia”, cuya significación trascendía la mera disputa de los ámbitos de la política para instaurar una nueva forma de elegir candidatos.
Naturalmente esa normativa -de haber sido aprobada- condicionaba el futuro de muchos ciudadanos y ciudadanas que alentaban la esperanza de encaramarse en algún ámbito del poder público.
Para llegar a los cargos deberían ser realmente “impolutos”. Es decir, responde a un encuadre que contempla calificar a aquel o a aquello que no tiene ninguna mancha. Lo impoluto, por lo tanto, se asocia a lo inmaculado o lo puro.
Hasta ahora hemos recorrido un largo camino en la política nacional donde la existencia de la corrupción fue un aspecto que se generalizó y tomó diversos caminos, útiles a los fines de enriquecerse rápidamente desde el escenario del poder.
Actitudes reprochables a las que nos fuimos acostumbrando y con ella convivimos, aceptando como normal que quedarse con la plata de la ciudadanía era parte del mecanismo de la política.
En algún momento, los ámbitos donde se movían determinados personajes fueron un “mercado persa” donde se vendían hasta las “joyas de la abuela” para vivir en countries de lujo, tener autos de alta gama y pasearse por el mundo con la nuestra.
Parecía que se podría pensar que se lograría ese cambio. Respondiendo a una gran mayoría que se resiste a aceptar la corrupción como normal. Pero mal que nos pese, el diablo metió la cola y estamos como al principio.
Quienes ostentan cucardas de corruptos pueden volver a ser elegidos. Es la ciudadanía la que se erige en el juez que puede negarles la posibilidad de volver a tener las prerrogativas que ofrecen los cargos políticos.
Dejar librada a la voluntad popular esa determinación es un nuevo error que se comete. Hay que remitirse a la historia que nos precede. Es volver a abrir la puerta a experiencias pasadas que nada bien le han hecho al país.
El disgusto es generalizado, solo basta recorrer los diferentes medios y bucear en las redes sociales, donde se exponen con crudeza un sentimiento de frustración, ante un episodio que se creía iba a ser superado.
El oficialismo se resintió con el resultado de la votación en el Senado. Las expresiones del desencanto y frustración quedaron materializadas en los dichos presidenciales: “El Senado se consolida como el refugio de la casta”.
Han recrudecido las acusaciones buscando responsabilidades en una votación que se presumía no tendría inconvenientes y donde se lograrían los 37 votos necesarios para ser aprobado el proyecto de Ficha Limpia.
Mientras el presidente Javier Milei dice que “Fueron los amarillos, que convinieron con el kirchnerismo”, los del otro lado sostienen que todo es parte de una estrategia montada por La Libertad Avanza, a efectos de poner en condiciones de competir a quien ellos creen pueden vencer sin inconvenientes: Cristina Fernández de Kirchner.
Mauricio Macri está furioso con Javier Milei, porque cree que pactó con Carlos Rovira y los senadores misioneros para hacer caer la ley de Ficha Limpia, una bandera del PRO que buscaba explotar en las elecciones porteñas.
La sociedad, ajena a estos manejos, de cualquier lugar en los que se produzcan, nunca alcanzará a tener la verdad de un suceso que ha generado opiniones encontradas, pero todas señalando que es necesario ponerle fin a los corruptos y millonarios espurios.
Resulta difícil encontrar la punta del ovillo. Los manejos de la política y de quienes se encuentran involucrados en los distintos movimientos siempre ofrecen lecturas divergentes, según quién las haga trascender.
Hoy hay quienes celebran y del otro lado los que se sienten frustrados. La sociedad se siente -en alguna medida- burlada por manejos poco claros que han restado la posibilidad de tener opciones para elegir los mejores, los más formados y quienes ofrezcan transparencia en su trayectoria.
Como manifestamos en un principio, ni blanco ni negro, apareció el gris, que es una posición que confunde la realidad con el relato, dejando abierta la puerta para los que quieren servirse del cargo para su beneficio, alejando la posibilidad de que ingresen lo más dotados e impolutos.
Nada se ha modificado. Las debilidades legislativas del gobierno libertario quedan a la vista y que sin el apoyo de otras fuerzas, fundamentalmente del PRO, nada le es fácil ni accesible.
Se establece el “toma y daca” como la herramienta que facilita las gestiones en el gran supermercado de las ofertas en lo que se ha convertido el Congreso de la Nación.
El futuro: incierto. Las cuatro provincias y CABA resultarán una prueba para establecer si se consolida o mantiene su debilidad el partido gobernante.
Por ahora, nada indica que logre estabilidad y suficiente respaldo político.
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