JUEVES 28 de Marzo de 2024
 
 
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Tremendo desgaste institucional

La realidad nos golpea con inusitada violencia. La lucha por alcanzar el poder, ha provocado un grave enfrentamiento político. Los argentinos, en su mayoría, estamos al margen de estas tensiones que han colocado al país al borde de un shock institucional, corriendo el riesgo de generar una anarquía interna que enfrente a unos contra otros, sin medir las consecuencias.

Hoy tenemos un presidente cuya situación de salud -que la mayoría desconoce- plantea seriamente que podría llegar a producirse la necesidad de un recambio, para poder cumplir todos los compromisos que un país, que adolece de un tremendo quebranto socioeconómico, está requiriendo.

La situación es extremadamente delicada. Es posible que parte de la sociedad, preocupada por las contingencias que está viviendo, no se percate que el ‘todos contra todos’ está en pleno apogeo y que eso originará un daño colateral, cuyas víctimas serán la ciudadanía.

Mientras vemos esta desjerarquización del poder presidencial, las posibilidades de un recambio, enfrenta de lleno a la lucha establecida entre la figura de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, con una oposición que parece haberse abroquelado, para evitar un ejercicio desmedido del poder.

En alguna de nuestra entregas, recordábamos aquella frase de la actual titular del Senado de la Nación: “Ahora vamos por todo...”, que celebraron sus seguidores, pero que ofrecía un panorama de lucha despiadada, contra todo aquello que no coincidiera con sus lineamientos políticos.

En esta nueva oportunidad que le brindó parte de la sociedad, optando electoralmente por darle la posibilidad de constituirse, nuevamente, en gobierno, viene comprometida con la remanida frase de campaña: “Venimos mejores”.

Eso fue creído, ante un frustrante período gubernamental, donde se prometió mucho y se cumplió poco. Durante el cual el país mostró un agudizamiento de los índices de indigencia, pobreza y desempleo, que planteaban que estábamos en pleno retroceso.

Y como una reacción natural, propia del comportamiento humano, se votó hacia la promesa de mejorar el status quo y volver a recuperar la esperanza en crecer y tener futuro. 

Queríamos ver que nuestro mayor potencial humano, los jóvenes, que se formaron dentro de un estímulo de la modernización tecnológica, no buscara otros horizontes alejados de sus afectos. El esfuerzo, hoy, vemos que fue en vano.

Dicho esto, que es un escenario que ya nadie desconoce, se ha establecido un recrudecimiento de la lucha interpoderes. Se produce un desconocimiento absoluto de los límites, que la Constitución Nacional, indica con absoluta precisión. La democracia esta asentada en un trípode que integran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. 

Marca con certeza que intentar superponerse es el principio de una pérdida institucional que nos coloca al borde de la subversión. De esta situación a un severo ‘desmadre social’, hay un paso.

Existen los mecanismos legales que, deben ser las herramientas que apropiadamente utilizadas pongan coto a esta etapa cuasi mesiánica por la que estamos atravesando.

“El delirio mesiánico, de forma más general denominada mesianismo, es una clase de delirio conocida que se manifiesta bien sistematizada (sistema delirante), como síntoma de una psicosis grave”. Nada menos que alguien se sienta por encima de todos los seres humanos que poblamos este país.

Grave y de una incidencia social, que puede convertirse en una “bomba a punto de estallar”. Este panorama, que hoy ocupa la atención de todos los medios del país y que ha tenido ecos internacionales, nos está advirtiendo que transitamos un camino equivocado.

Desconocer el límite de los poderes, es atentar contra el futuro del país. Nadie puede arrogarse esa facultad, que desde que se confeccionó la primera Constitución Nacional, nos indicó por dónde deberíamos conducirnos como sociedad organizada. 
 

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