El factor de creer que todo está bien, que “somos los más inteligentes”, que el resto de los países que nos rodean se equivocan, es haber alcanzado un alto grado de imprudencia y obstinación cuando se evalúa como está la Argentina.
La pregunta es: ¿Cuándo se llega a materializar un alto grado de ser “necio”?, de no entender que una respuesta electoral positiva no es el “colchón ni respaldo” suficiente para alcanzar a revertir el deterioro económico que se puede observar está sacudiendo el tejido social del país.
Que un amplio marco de la sociedad, haciendo uso de las facultades que le dan poder -el sufragio- halla resuelto otorgar una nueva oportunidad al gobierno de Javier Milei, no es un “cheque en blanco”, sino un claro posicionamiento que, entre las dudas que ofrece el libertario y volver al pasado, eligen otorgar una nueva chance al desarrollo de las políticas mileianas. Pudo más en la consideración ciudadana no volver al fracaso ya experimentado en varias décadas que tirar la “pirinola” con alguna chance positiva.
Estas consideraciones surgen en razón del empecinamiento presidencial libertario-anarcocapitalista, que están dejando de evaluar analistas, consultores, experimentados economistas que, aunque no coincidan con las políticas que lleva a cabo el equipo de Luis “Toto” Caputo, apoyados en las fórmulas del titular del ejecutivo señalan que hay que manejar otros parámetros para lograr enderezar la economía nacional.
Se sostiene que basta solo con observar la reticencia de los inversores y los movimientos espasmódicos de los mercados para darse cuenta de que algo no está bien en Argentina.
Todo indica que hay que comenzar a oír otras voces, aunque disgusten porque no son coincidentes con sus políticas, fundamentalmente aquellas que responden a indicadores internacionales como los que se registran en Uruguay, Paraguay, Brasil, Colombia, México y Chile, países que marcan tener reservas. Según informes de una influyente consultora, mientras ellos muestran entre un 14 y 21 por ciento de reservas acumuladas en sus bancos centrales como porcentaje del Producto Bruto, Argentina solo muestra un 0,6 por ciento.
Además, no se puede dejar de merituar que la inflación no cede, los costos internos aumentan y el indicador clave sobre la confianza de los mercados en un gobierno - la Inversión Extranjera Directa- nunca había caído tanto como lo hizo con este. Si el ajuste no es expansivo es porque el Gobierno no genera confianza.
Cuando hablamos de una o varias personas “necias” no procuramos peyorativamente encasillarlas sino adecuar ese término a actitudes que marcan “obstinación, terquedad, porfía, testarudez”, sinónimos que se enfocan en la “actitud de no querer cambiar de opinión a pesar de las evidencias”.
No se está haciendo referencia a la ausencia de formación en el plano económico ni se procura desvirtuar el propósito que ha llevado a Javier Milei y a su “tridente de hierro”, equipo más cercano a sus ideales de un franco liberalismo-libertario, a marcar un derrotero que les permite analizar que se pueden estar equivocando y arrastrando, en la debacle de una economía empobrecida, a casi 40 millones de habitantes.
No todo aquello que se ha venido desarrollando a lo largo de los procesos democráticos argentinos ha sido malo. Hubo etapas de brillo y recuperación. Por citar algún caso: el que se cumplió con Carlos Menem y Domingo Cavallo, o parte del plan ejecutado por Eduardo Duhalde, Jorge Remes Lenicov y Roberto Lavagna, que pueden considerarse etapas “felices” de una Argentina que crecía y vivía a lo “grande”. Pero todos estos casos adolecieron del mismo defecto que hoy existe en los análisis realizados sobre el gobierno de Javier Milei-Luis Caputo-Federico Sturzenegger: NO SUPIERON ESCUCHAR QUE ESE BRILLO SE APAGABA.
No valen y solo constituyen expresiones equivocadas “que intentan desestabilizar al gobierno” aquellas que provienen de quienes alzan sus voces intentando hacer notar que hay errores en los planes del gobierno y fundamentalmente, que Argentina no está preparada para un profundo cambio en tan breve tiempo.
No le sirve ni le es útil al gobierno enojarse y buscar culpables. Es de sabios reconocer el error y mucho más entender que hay que evitar avanzar en el “lodazal” cuando se puede recapitular y buscar otra dirección aceptando que hubo equivocaciones.
No es suficiente “batir el parche” de que “lo mejor, evidentemente, está por venir” y rematarlo con “ajústense los cinturones”, “que viene el repechaje”.



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