Fue aquel un domingo soleado. Hasta ese momento se vivía una jornada tranquila en la ciudad, un especie de domingo primaveral que rápidamente se tiñó de negro, como anticipando el luto que la comunidad piquense, particularmente, viviría durante varias jornadas. Aún hoy a Pico le duele aquel hecho.
Las llamas originadas en el galpón de calle 109 entre 24 y 26 fueron ganando fuerza de manera descontrolada después que, según determinó la Justicia, un grupo de niños prendió un fuego en el interior de lo que había sido la nave central de la empresa Zampieri y Quaglini. La primera dotación en llegar al lugar del incendio fue la que integraban Pérez, Olguín y Roberto Merani, quien estaba al frente del grupo. Inesperadamente, tras un pequeña explosión, una de las paredes cayó, atrapando a las dos víctimas fatales y también a Merani, que con el tiempo pudo recuperarse de las heridas que recibió en su cuerpo.
Lo demás fue todo horror, incertidumbre, desconsuelo y confusión. Los centenares de miles de litros de agua que los bomberos arrojaban sobre el fuego no eran suficientes para detener las llamas, es más, la materia prima que se utilizaba para hacer los caños que fabricaba la empresa radicada en el Parque Industrial y se guardaba en ese lugar, comenzó a correr por las calles de la zona, cual su fueran pequeños ríos de lava que se desprendían ese macizo incandescente que propagaba el calor en varios metros a la redonda.
Ese humo negro, el temor ante las versiones que rápidamente comenzaron a correr, la “nube tóxica” que se veía desde varios kilómetros, la noticia que, como el fuego, se propagó rápidamente. Desde medios nacionales llamaban a La Reforma, para que les contemos lo que estaba ocurriendo en esta ya conmocionada ciudad pampeana.
Obviamente, como no podía ser de otra manera, el hecho se politizó. Distintos actores buscaron sacar tajada de una tragedia. En el lugar estuvo varias horas Luis Alberto Campo, quien en esos tiempos estaba al frente del Ejecutivo Municipal.
También cuentan que por la noche llegó Américo Gualtieri, titular de la empresa, pero que casi nadie se percató de su presencia. Sí lo vieron los vecinos al otro día, cerca del medía, volvió al predio donde debió escuchar el repudio de los vecinos.
Las fuerzas vivas de la ciudad se unieron para tratar de mitigar el desastre. Policía y el Ejército cortaron calles para facilitar el tránsito de autobombas y camiones regadores que las abastecían. El entonces Juez Héctor Daniel Ganza, también estuvo en el lugar ordenando diligencias ante la emergencia, lo mismo que bomberos de otras localidades que estaban el la ciudad participando de una capacitación.
Algunos vecinos del Barrio Pampa, cercano al foco del incendio, dejaron sus hogares y buscaron refugios en casas de familiares o amistades. La “nube negra” se posó sobre el Barrio Malvinas por la acción de un viento suave, que no terminaba de alejarla de la ciudad.
Con el transcurso de los días, las discusiones, polémicas y politiquerías fueron creciendo: ¿Estuvo mal habilitado ese lugar?. ¿Había allí materiales potencialmente peligrosos?. ¿Sabían las autoridades comunales lo que se almacenaba? Fueron estas todas preguntas cuyas respuestas aún hoy se discuten. ¿Y la nube tóxica?, no fue tanto, según explicaron varios días después profesionales del Centro de Investigaciones Químicas, en una larga reunión que se desarrolló en la salón de la Sociedad Española.
Lo cierto, más allá de todas las polémicas, discrepancias y controversias, el incendio de Prodinco aún duele porque se llevó dos vidas jóvenes, y el 15 de agosto no es un día cualquiera en General Pico, y mucho menos para esas familias destruidas por la tragedia.
Escriba su comentario