La información sacudió las fibras más íntimas y sensibles del universo moderno. Pese a que se conocían los avatares de un quebranto de salud que viene de largo tiempo, todos, católicos y no católicos, tenían esperanza en la continuidad de un pensador profundo del acontecer mundial.
De un hombre que puso Dios en la tierra, como su representación más genuina, constituyendo las verdaderas “Fuerzas del Cielo”, representadas en un argentino que construyó su proceso papal, uno de los que más proyección alcanzó en todo el orbe.
Supo utilizar la inteligencia, prudencia y sensatez de quienes tienen como objetivo conciliar objetivos que fueran canalizando los mecanismos que se requieren en los diferentes ámbitos sociales de la humanidad, para alcanzar el paradigma de su fin: LA PAZ MUNDIAL.
Un líder espiritual y político enmarcado en el siglo XXI, dejó su legado de bregar por la comprensión y el respeto de la raza humana, pensara como pensara.
Los seres humanos transitan por el mundo terrenal con objetivos y proyectos, que en realidad no saben, más allá de sus objetivos, si podrán concretarlos.
En el caso del Papa Francisco, era difícil preveer que su trayectoria estaba signada por un destino extraordinario que le reservaba la Providencia a Jorge Mario Bergoglio aquel 13 de marzo de 2013, cuando se convirtió en el líder de la Iglesia católica que recordará la posteridad.
Fue así de simple, con una clara demostración de su inconmensurable humildad, cómo llegó a convertirse en el más grande líder espiritual que marcó la historia que hemos vivido y que continuarán viviendo quienes hereden el legado de su proyección hacia toda la humanidad.
El deceso ocurre escasamente un día después de que el sumo pontífice realizara una aparición pública desde el balcón de la basílica de San Pedro, durante la celebración de Pascua, convirtiéndose en el mensaje último a toda la sociedad mundial.
Tras asistir a la misa de Pascua, dirigió la tradicional bendición “Urbi et Orbi” desde el balcón de la basílica, donde deseó a los fieles un “feliz domingo de Pascua” y llamó a la “libertad de pensamiento y a la tolerancia” en su mensaje al mundo.
Hoy podemos asegurar que Jorge Bergoglio pasará a la historia como el más notable argentino que ocupó un lugar preponderante en la geopolítica mundial. Como un ingeniero espiritual, político y cultural del siglo que estamos transitando.
Hoy y los próximos días serán de un profundo recogimiento para poder asimilar la desaparición corpórea del guía espiritual que marcaba el rumbo de un mundo mejor y será el momento de la reflexión para establecer las enseñanzas y la herencia de vivencias que nos han acompañado a lo largo de estos 12 años de un pontificado innovador.
Argentina le ha dado un Papa al mundo. Es un acontecimiento que el devenir del tiempo no hará más que agigantar, no solo la figura de Jorge Mario Bergoglio, sino los efectos trascendentes que alcanzaron sus acciones en todo el globo.
Fue un ejemplo para quienes bregan, en un mundo conflictivo, por alcanzar liderazgos que les permitan erigirse en conductores de la voluntad universal de aquellos que piensan igual o no.
La figura del Papa Francisco es una referencia y -sin lugar a dudas- lo será en el tiempo futuro.
Su sensatez, acompañada de criteriosos mensajes, de un equilibrio emocional que ponía de relieve que los odios son el enemigo de la humanidad y que solo la templanza y el respeto por el otro son las herramientas conducentes a lograr una paz duradera, serán la guía del futuro.
Fue un ejemplo antes, durante y lo será para la posteridad.
El Papa Francisco descansa en paz.
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