VIERNES 20 de Junio de 2025
 
 
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Saludar es un acto de cortesía...

Los saludos formales se emplean para demostrar respeto o cortesía en situaciones en las que es importante mantener cierta distancia o profesionalismo. 

Por el contrario, no hacerlo significa todo lo opuesto y pone en evidencia un rechazo que trasciende lo personal, generando un ámbito de enemistad un tanto inadmisible, cuando se trata de funcionarios de alto rango.

Este comportamiento, que a menudo pasa desapercibido, se interpreta como una forma de rechazo pasivo que permite expresar malestar sin necesidad de verbalizar emociones o confrontar directamente el problema. Esta estrategia se utiliza como un mecanismo de protección del ego.

También cuando se sobredimensiona, el engreimiento, la soberbia, reemplazan al sentido de humildad que debería prevalecer por sobre otros sentimientos, especialmente cuando se trata de mantener sana la convivencia.

Se registran varias definiciones que podrían -nosotros creemos que no- aclarar el por qué se niega el saludo. Conflictos no resueltos: La falta de saludo puede ser una forma de rechazo o una señal de que existe un conflicto no resuelto entre las personas.
Dinámicas de poder o jerarquía social y política: En ciertos contextos, la falta de saludo puede ser una forma de mostrar distanciamiento o desaprobación, especialmente en situaciones donde existe una diferencia de poder o jerarquía social, además de eje político. Por caso Milei-Villarruel.

Todos son aspectos que podrían considerarse como válidos para intentar comprender por qué el presidente de la Nación, Javier Milei, en una ceremonia oficial negó el saludo a la vice presidente Victoria Villarruel y despreció la mano tendida en señal de respeto a la investidura presidencial, del Jefe de la Ciudad Jorge Macri.

Más bien se supone una grosería, impropia del funcionario de mayor rango del país. Los malos ejemplos cunden y según los analistas del comportamiento humano, es más factible que se imiten actos que contraríen la educación y las buenas costumbres.

No es aceptable procurar explicar la indiferencia que se pretende demostrar se siente hacia quienes comparten -aunque sea desde posicionamientos diferentes- la estructura gubernamental del país.

Gestos que ya son comunes en el presidente Javier Milei y exaltados desde que la Libertad Avanza logró supremacías electorales en la elección sectorial realizada en la ciudad de Buenos Aires, donde -no debería olvidarse- casi la mitad de los porteños no concurrió a las urnas; se repiten a diario.

“La psicología revela las razones detrás de la gente que nunca saluda (y no es solo mala educación). El saludo es una de las formas más básicas de interacción social. No obstante, a veces evitamos saludar a algunas personas. ¿Qué dice esto de nosotros?”.

“Aunque pueda parecer algo sin importancia, la psicología revela que este comportamiento puede esconder motivos profundos, desde la ansiedad social hasta conflictos personales no resueltos”.

“No saludar también puede ser una manifestación de tensión entre dos personas. En lugar de un enfrentamiento directo, el silencio puede funcionar como una forma de rechazo pasivo. Aunque esta estrategia puede proteger momentáneamente el ego, a largo plazo suele reforzar el distanciamiento y hacer que el conflicto se enquiste”.

Este marco personalísimo del presidente Milei, mostrándose mundano, procaz, de insulto fácil y denostaciones constantes, está provocando resistencias fuera de su círculo “áulico” y generando un desgaste innecesario frente a la sociedad en su conjunto.

Lo observado en el ingreso a la Catedral, donde se realizó el Tedeum en conmemoración del 25 de Mayo, alcanzó un alto nivel de negatividad hacia la figura presidencial, pasando a constituir uno de los aspectos más destacados de la ceremonia religiosa.

En su homilía el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, llamaba al consenso transversal en la clase política. El Tedeum de este 25 de mayo y lo visto no resultó ser el medio de reconciliación -o al menos trato protocolar- entre Javier Milei y Victoria Villarruel, binomio presidencial que desde hace casi un año que cortó comunicaciones y al que parece no caberle el término de “tabula rasa”.

Estamos ante escenarios de enorme conflictividad interna y externas. Ya nada parece encarrilarse por el camino del diálogo, el respeto, y la consideración de quienes piensan diferente, aunque muestren voluntad de colaborar.

El marco está centralizado en poner todo de color “violeta” y someterse incondicionalmente a los deseos del unicato presidencial. Hoy se habla de acuerdos ante la inminencia de las elecciones locales en provincia de Buenos Aires, aunque se huele el condicionamiento al unipartidismo. 

Claramente no es entendible una actitud de esta naturaleza, donde el objetivo está centralizado en hacer desaparecer del mapa político nacional el sector del kirchnerismo que hoy se encuentra en el núcleo duro de Cristina Fernández de Kirchner.

El “ya los tenemos”, “ahora falta el último clavo” para cerrar definitivamente al kirchnerismo, se nos suponen una extrema subestimación, hacia quien -más allá de sus errores- es un cuerpo político que aún mantiene su poder.

La realidad puede golpear con fuerza en quienes piensan que son el centro de la sociedad. 
 
 

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