Somos proclives a sentirnos consustanciados con los relatos y “cantos de sirena” que nos indican que todo va viento en popa cuando la realidad nos indica lo contrario.
La realidad, esa que se vive todos los días, nos señala que es bueno tener esperanza, sentir que se puede alcanzar a mejorar, y que los caminos emprendidos nos llevarán a recuperar gran parte de aquello que perdimos, eso es positivismo puro.
Sentados a la mesa, lugar de privilegio para compartir con la familia, hoy se ha convertido en un “confesionario” donde el jefe de la casa comenta las dificultades que enfrenta para que su esfuerzo le permita llevar el alimento a la mesa. Eso es incertidumbre.
La dueña de casa dedicada a “sacarle el jugo” a todo para que los hijos no pasen necesidades, ve que su esfuerzo se agota cuando el ahorro, que antes era una imposición para salvar lo imprevisto, ya no existe más y debe enfrentar el día a día con aquello que puede.
Hijos en edad escolar, adolescentes que naturalmente tienen necesidades inherentes a su crecimiento y formación, observan su futuro y no ven posibilidades de alcanzar sus sueños.
Faltan cosas, lo indispensable se ha puesto, para un importante sector social, inalcanzable.
Todo se ha tornado en una lucha constante, fundamentalmente cuando, en innumerables casos el drama está centrado en la amenaza real que se puede quedar sin trabajo, que tiene una edad que no le permite competir con los más jóvenes y que su experiencia ya no es suficiente pergamino que le abra la puerta para darle una continuidad laboral.
Para tener un panorama que nos ponga a resguardo de los relatos, que solo procuran alcanzar sus objetivos, sin evaluar el costo humano que eso provoca, hay que caminar la calle y conversar con los vecinos. Esto ocurre en todo el país.
Es allí cuando se comienza a tener un sentido real de lo que acontece. Dialogar con los comerciantes tradicionales, los más experimentados por los años que llevan al frente de sus negocios, nos permite ver un escenario que obedece claramente a la realidad de un país quebrantado, social, económica y financieramente.
Que muestra los efectos de un desempleo creciente, la ausencia del poder de compra de bienes indispensables, incluido el abastecimiento de la canasta alimentaria, son factores que hoy padece una comunidad con pobreza e indigencia creciente y con proyección formal que aumentará y solo hay camino para unos pocos que podrán resolver sus problemas.
Con alguna sorpresa leíamos que el gobierno de Javier Milei, tiene en mente seguir aplicando la motosierra, achicar todo, generar fondos para mantener el superávit fiscal y mantener las bases que impiden revertir el déficit cero interno.
Jubilados, bajo la lupa, uno de los sectores que analiza el Gobierno para cumplir con la reforma previsional que exige el FMI. Está condicionada la viabilidad del régimen a largo plazo.
Por ende se puede suponer que jubilarse será una proeza, que se estima alargar los años para alcanzar legalmente cuándo puede acogerse a ese beneficio y manejan -según las operativas de regulación- no usar esos fondos no para recuperar las mínimas y llevarlas más cerca de las necesidades básicas, sino para salvar la brecha de los posibles déficits.
Kristalina Georgieva, dijo recientemente: “Partiendo del compromiso de las autoridades con un objetivo de déficit cero y de su trayectoria de lograr el primer superávit fiscal en casi dos décadas, el programa se centra en fortalecer la calidad y la sostenibilidad del ancla fiscal. Esto se sustentará en una disciplina continua del gasto, medidas de eficiencia y reformas bien secuenciadas de los sistemas tributario, de coparticipación de ingresos y de pensiones. Se seguirán realizando esfuerzos para proporcionar suficiente margen fiscal para la asistencia social prioritaria y el gasto prioritario en infraestructura”.
De alguna manera mostró la realidad del doble comando socio-económico al que se accedió desde la firma del acuerdo entre el FMI y el Gobierno argentino. Y eso habla de mayores restricciones y más dificultades en el orden interno.
Se preparan medidas regulatorias en lo inmediato y se elabora un listado que se posterga hasta después de octubre, fecha en la que el gobierno de Javier Milei pretende imponerse para lograr mayor número de legisladores.
Eso es oportunismo político.
No obstante es una estrategia que muchos analistas están poniendo de relieve, dado que los efectos después del acto eleccionario mencionado, gravitarán muy fuerte en distintos sectores de la Argentina.
Hoy se juega al “más hábil” para convencer que después viene lo “dulce” cuando las operativas señalan todo lo contrario.
¿Podrá Milei volver a convencer? ¿Chi lo sa..?
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