Es evidente, más allá de los esfuerzos que realiza el oficialismo, fundamentalmente el área económica que encabeza Luis Caputo con el objeto de disimular y procurar alternativas que logren motorizar la economía interna -que no es otra cosa que darle un empujón positivo a los indicadores del consumo- que no hay resultados positivos.
La microeconomía es una rama de la economía que estudia y analiza agentes económicos, incluyendo oferentes, en base a las actividades sustentadas en factores que se refieren al estudio de las decisiones de individuos y empresas y la interacción en los mercados
Resultando, en esta breve síntesis, que el fin último de ésta es el ser humano y, por tanto, es una ciencia social, el consumo de los bienes materiales en los diferentes estadíos de desarrollo de la sociedad humana.
Claramente el gobierno del presidente libertario Javier Milei, ha obtenido logros en la macroeconomía, acciones que han sido reconocidas por los diferentes mercados con los cuales comercia la Argentina.
La otra faceta de la macroeconomía está referenciada en el estudio de la inflación, los niveles de precios, el crecimiento económico, la renta nacional, el producto interior bruto (PIB) y las cifras de desempleo. Mientras que la microeconomía estudia los fenómenos a nivel individual, como una persona, un hogar o una industria.
Explicadas las diferencias, hoy se puede afirmar que, pese a los manejos evidentes de los indicadores de pobreza e indigencia, la realidad -no el relato oficialista- nos señala que la gente, a partir de lo que fue la clase media -hoy inexistente- hasta el último escalón del tejido social, está mal y no se ve, pese a los esfuerzos realizados, posibilidades concretas de lograr superar la caída.
El análisis que se opera para lograr desentrañar las formas de superar el deterioro económico interno determina un estudio profundo de las decisiones de individuos y empresas y la interacción de esas decisiones en los mercados.
Es un suceso cuyo el fin último es el ser humano y por tanto, es una ciencia social, el consumo de los bienes materiales en los diferentes estadios de desarrollo de la sociedad humana.
Este escenario nacional no reacciona, por el contrario, según análisis de economistas y consultores internacionales, está en franca decadencia y los mecanismos utilizados por Luis Caputo y su equipo son “parches” que logran disminuir la hemorragia, pero no curan el mal que las provoca.
Los recientes anuncios del final operativo del área de Desregulación y Transformación del Estado, manejado por Federico Sturzenegger, tienden a utilizar las facultades delegadas, en el exiguo plazo que la queda vigente, para hacer desaparecer, achicar, ajustar, un Estado que ellos consideran motivador de los quebrantos que hoy soporta el país.
Con simultaneidad se pretende un híbrido libre mercado, habilitando el ingreso de producciones externas, facilitadas por la anulación arancelaria que han comenzado a competir con la industria local, situación que ha generado desempleos y cierres prematuros de Pymes, anticipando que el futuro será tormentoso.
Es evidente que el “triángulo de hierro”, más Luis Caputo y Federico Sturzenegger, están apuntando a un vaciamiento ideológico, para instaurar la vigencia del liderazgo y poder absoluto, haciendo desaparecer partidos tradicionales, que han conformado la estructura de la Democracia Argentina, por más de 200 años.
Nadie en los últimos 100 años, que se recuerde, ha instrumentado una guerra destructiva contra aquellos que sosteniendo otras banderas políticas son considerados los enemigos.
Los condenados, condenadas y/o en proceso de serlo están sujetos a las normas emergentes de los Códigos del Poder Judicial. Forzarlos a concretar y definir situaciones se supone un claro avasallamiento de uno de los puntales de la Democracia, en este caso del Poder Judicial.
Se puede o no coincidir, y esa es una prerrogativa de tener libertad de pensamiento y de expresión, pero generar una constante presión diaria para lograr esos objetivos es -a nuestro criterio- una posición errónea,
Hoy los cañones están preparados para una guerra electoral que está en desarrollo. Los escenarios se van superponiendo de acuerdo a las estrategias necesarias para mantener el centralismo; lo hace Javier Milei, presidente argentino, y lo procura desde su lugar de detención Cristina Fernández de Kirchner.
Pero el país se sigue sumergiendo, la pobreza aumenta, pese a las consideraciones grandilocuentes del presidente libertario y varios de sus adláteres. El consumo se reduce y se limita a lo necesario, por lo tanto caen los indicadores que pretenden señalar que hay más ventas.
En síntesis: es fácilmente observable que no vamos bien. Tal vez es el rumbo indicado para llegar a la “meca”, pero nadie se acuerda de los que van quedando en el camino.
Argentina, según Milei, se reconstruye sobre los escombros de fracasos gubernamentales anteriores. Aquello que no se percibe es cuándo se iniciará la recuperación de lo que quede.
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