En algún momento debía concretarse la conformación de nuevos conductores de una línea política que se caracterizó, durante varios años, de convertir a la ciudad de General Pico en la capital del peronismo pampeano.
El cambio no resultaba fácil, atento a que, por su forma de conducir, ordenar y disponer, la lógica tradicional de esa clase política, es no dejar herederos.
La formación de “animal político”, sin que esto constituya nada peyorativo, son que se reúnen, en la persona todos los condicionamientos que lo convierten en alguien que a lo largo de su vida, su objetivo siempre fue la política y el ejercicio del mando, claramente lo identifica.
De esta manera, y merced a su innata capacidad para desarrollar alternativas partidarias, fue ganando espacios y adquiriendo peso y un liderazgo que lo colocó a la cabeza del peronismo y su palabra casi no era objetada. Se había convertido, en realidad, en un poder cuasi omnimodo, donde la ausencia de posibles continuadores de su trabajo, no estaban o los que podían ser, habían resignado sus deseos, por respeto y no confrontar.
Esta situación y otros pormenores, que son de estado público, fue generando un debilitamiento, que en muchos casos, se cubría a través de las denominadas operaciones que hacían sucumbir los intentos por ganar espacios en el marco del peronismo dirigencial.
Los resultados de las últimas elecciones, pusieron en evidencia -eso no se discute, aunque le busquen explicaciones diversas- que el peronismo piquense había resignado su poderío y estaba cediendo el lugar que durante años venía siendo su bandera: “capital del peronismo pampeano”.
No así el poder provincial, ya que con esfuerzo, dedicación y capacidad alguien se convirtió en un heredero -aún si el aval que así lo consagrara, varias veces lo cuestionó-, y éste, sin desconocer lo que había sido su mentor, fue ubicándose en el sitial del conductor, ese es Sergio Ziliotto, hoy.
Pero, General Pico, seguía padeciendo los efectos de quien no cejaba en sus intentos de mantenerse a la cabeza del poder peronista local. Las derrotas sucesivas sufridas pusieron en evidencia que el “ciclo estaba terminado”. No así el generador del vernismo plural, cuya imagen seguirá ocupando el lugar que le corresponde y que todos le reconocen, pero se hacía inevitable encontrar los herederos.
Se vislumbraban, pero no se materializaban por diversas razones, en donde juegan factores que van desde lo personal a lo emocional. Hasta que la realidad puso cordura y sensatez y se conjugaron dos posiciones cuya fortaleza se vislumbró en las elecciones de octubre, cuando lograron recuperar más del cincuenta por ciento de los votos desperdigados.
El empujón lo habían dado quien a partir del 10 de diciembre será la nueva vicegobernadora de la Pampa, Alicia Mayoral, y quien ejerce la intendencia piquense y repite su mandato, Fernanda Alonso. Se había conformado una sociedad, sólida, que se puso al hombro una campaña muy difícil y encaminó la recuperación.
Las diferencias existían, pero el tiempo fue limando asperezas y se comenzó a observar un trabajo en equipo, sin mayores estridencias, pero con resultados auspiciosos. Las cuestiones internas -si las había- inteligentemente se cocinaron puertas adentro.
La tarea no era fácil, dado que el “mileísmo” había ganado el espacio vacío, sumando al sector de los jóvenes que veían en una rebeldía -que hoy no sabemos si era real o ficcionada- una respuesta que la ausencia del poder político peronista no les brindaba.
De esta manera, Fernanda y Alicia o Alicia y Fernanda, como mejor se pretenda ubicarlas, obtuvieron una autonomía, hasta ayer ausente, que de ninguna manera significaba desconocer a Carlos Verna o que no sigan valorando quién es y que logró, sino, dejar de depender de una orden, que tal vez no era compartida, pero, por respeto y consideración, se acataba.
Los movimientos, las acciones barriales, las “juntadas” en distintos ámbitos de General Pico, fueron notorios, dado que en cada uno se reflejaban aumentos muy considerables de asistentes. Se estaba recuperando la “mística”, se había comenzado a desandar el camino de la recuperación para volver a ostentar la “cucarda” que le había otorgado fuerza y consistencia política a través de los años.
Difícil poder predecir los efectos y mucho menos el nivel de restauración que se estaba logrando. Eso se podrá ver el 19 de noviembre. Pero sí se puede asegurar que hay otro clima y se percibe un peronismo piquense que está buscando su lugar.
Es, no cabe ninguna duda, el surgimiento de una nueva gestión que se respaldará en la eficiencia de la anterior, pero tendrá la impronta de lo nuevo, que es -en gran medida- aquello que la ciudadanía está reclamando.
Desde hace mucho tiempo que esta columna sostiene que deben instrumentarse nuevos paradigmas políticos, sustentados en nuevas generaciones de “líderes” que volcarán mucho de lo que aprendieron, pero aggiornado a la etapa que vive la sociedad y en especial los más jóvenes.
Reiteramos, no se puede arriesgar resultados, pero es un paso positivo que hay que destacar. Un buen liderazgo político incluye habilidades como la credibilidad, la coherencia y la empatía, así como saber gestionar y tomar decisiones en momentos de crisis. Hoy parece ser el momento.
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