Una problemática que encuentra diversas vertientes en el escenario de la política nacional está afectando severamente la estabilidad social.
Todos los excesos son contraproducentes y en algún momento detonadores de reacciones no queridas de parte de una sociedad que se ve compelida a “arreglárselas” como pueda, a excepción del pequeño porcentaje que siempre tuvo “espaldas económicas” y hoy, favorecido por una política de mercado abierto, cada vez tienen más.
Naturalmente ese empoderamiento de un sector de la comunidad va en detrimento de aquellos que la vienen “peleando” para no caer en la extrema pobreza y poder mantener un status que les permita darle futuro a sus hijos.
Nunca los extremos alcanzan el nivel de equilibrio que se requiere para poder concretar -si esa es la intencionalidad perseguida- un cambio sustancial en las formas de vida de una comunidad.
Hoy, mientras argentinos y argentinas asisten a los cruces grotescos, agresivos, emergentes de la lucha por el poder que se ha establecido entre el presidente liberal-libertario-anarcocapitalista Javier Milei y la ex presidenta y ex vice Cristina Fernández de Kirchner, el país sigue deteriorándose en todos los niveles, fundamentalmente en lo que se refiere a una sana y constructiva convivencia.
El 2025 es un año que plantea enormes escenarios de conflicto. La realidad de estar ante un proceso de elecciones de segundo término, de orden legislativo, que según el resultado marque tendencias para el 2027, ha convertido a todo el territorio nacional en un lamentable campo de batalla.
En estas confrontaciones que se vienen produciendo aparecen los excesos del poder y no pagan quienes pueden resultar útiles a los objetivos fijados, sino aquellos que son meros espectadores, que están esperando que solucionen sus entredichos para que se aboquen a darle soluciones a sus problemas de subsistencia.
Lo brutal de la política liberal-anarcocapitalista que está ejerciendo Javier Milei, y sus secuaces, genera un ámbito de incertidumbre sobre el futuro de casi la mitad, tal vez más, del marco ciudadano.
Ahora, como en los juegos sangrientos que se ponían en escena en un ámbito como el Coliseo romano, donde los poderosos mostraban a una muchedumbre enferma de violencia la sangre de los condenados, por estar en desacuerdo y pensar diferente que el emperador. Así se provocaba una lucha despiadada por la supervivencia, debiendo para ello prevalecer sobre su ocasional oponente y depender del “pulgar hacia arriba o hacia abajo” según se le ocurriera al mandamás de turno, a seguir viviendo o no.
Esto marcaba claramente la decadencia humana en la que se estaba viviendo. Hoy, los argentinos, ante los poderosos que reciben “plata” por los destinos laborales de más de 50 mil empleados públicos, son una copia moderna de aquella etapa que se viviera en una parte del mundo.
¿Qué idearon en ese desborde del poder? Convertirse en gladiadores oficialistas y ser los que eliminan a la “turba” que trata de seguir viviendo, como puede.
Una realidad que ya resulta innegable, porque ha tomado una dimensión que es imposible disimularla y mucho menos justificarla.
El gran interrogante al cual nadie le encuentra una respuesta, ni aproximada, es: ¿Hasta cuándo soportará la ciudadanía castigada?. Se han dado innumerables fechas. Se le puso término al gobierno de Javier Milei, varias veces, y todo indica que nadie tiene la precisa, son presunciones o experimentan hacer conocer sus deseos.
Hoy, la Argentina transita por escenarios de conflictos permanentes, internos y externos. Funcionarios de alto rango, tal el caso del titular de economía, sale a calmar el mercado financiero y anuncia un acuerdo que al poco tiempo de promocionado es desvirtuado por fuentes ajenas al país, que no niegan el contenido de negociaciones, pero adelantan que nada hay resuelto. A eso se le llama mentirle al pueblo, con una media verdad.
La pregunta es, ¿hacía falta la mentira?. Realmente creemos que no, aunque Luis “Toto” Caputo tiene antecedentes, solo hay que recordar su historia política.
Pero esta decadencia en manos de los que ostentan el poder, anuncian que en los próximos meses habrá purgas profundas en el sistema gubernamental, dado que el titular del área de regulación y transformación estatal, Federico Sturzenegger, sostiene que no debe extenderse más el plazo de ajuste y achique.
Esto significa que aumentará el desempleo, con ello la pobreza y siguiendo el escalón para abajo, la indigencia. Por otra parte, el pretender transformar a la Argentina en un país sin limitaciones, controles, normas de regulación arancelaria... en una palabra, abrirle las puertas al mercado internacional, se pondrá en fuga, no solo a empresas consolidadas, sino al quebranto de Pymes, emprendimientos industrializadores sobre las que se sostiene una de las más importantes estructuras laborales del país.
En síntesis, Javier Milei y su “triángulo de hierro” reformularon un sistema autoritario, dejando de lado lo institucional, desconociendo los contenidos de la Carta Magna, con el solo fin de eternizarse en el poder público.
“Que el poder ejecutivo no responda ante el Congreso (o lo haga tan solo cuándo y cómo desee) tampoco es una senda que conduzca a una mayor democracia, sino todo lo contrario. Que el poder ejecutivo critique a quien le critica pretendiendo imponer su voluntad y su criterio por encima de todo, tampoco es la senda adecuada”. Lo decía José Luis Villa Ezcurra (abogado, profesor de Derecho Administrativo de la UCM).
O como expresaba Isabel Allende: “A lo que más le temo es al poder con impunidad y le temo al abuso del poder y al poder de abusar”.
Bien vale pensarlo, antes que siga avanzando.
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