No significa haber descubierto la pólvora ni estar manejando con profesionalidad Inteligencia Artificial, es meramente ajustarnos a la realidad cotidiana que está transformando seriamente a la sociedad argentina.
Los malos ejemplos son un virus contagioso que se convierten en una plaga difícil de contener.
Si en el escenario nacional quienes tendrían que mostrarnos el camino de una sana convivencia se despachan con insultos, denostaciones, incriminaciones, a quienes piensan diferente y se atreven a opinar, resulta un esfuerzo inútil pretender que la comunidad de a pié, respete normas de conducta que hacen que no se pueda convivir en paz.
El presidente libertario, anarcocapitalista, Javier Milei, ha iniciado desde hace un tiempo una franca batalla contra sectores políticos que pretenden enfrentarlo y formalmente contra el periodismo, a quienes considera ensobrados porque opinan diferente a los “no ensobrados” que baten parches celebrando lo que hace el presidente; así resulte cuestionable.
Que un primer mandatario exponga públicamente que: “... al periodismo hay que odiarlo más”, adjuntando otros adjetivos degradantes para quienes considera parte de un frente que solo pretende ir en su contra, es “abrir la puerta” para que ninguno de los apuntados pueda caminar por la calle con tranquilidad.
En los últimos tiempos hemos venido comentando y alertando sobre la ola desmesurada de violencia callejera.
Ataques sin sentido, utilización de armas blancas para marcar al enemigo o si la cosa va mal para matarlo; son parte de un correlato de acciones que tienen como objeto de tratamiento los medios de comunicación y grupos interdisciplinarios, que pretenden encontrar una salida a la “guerra interna desatada”.
A escasos días en que el presidente dijera que “la gente no odia lo suficiente” a los periodistas, el dueño de El Destape fue golpeado en la nuca en la calle.
Pudo ser el peor resultado final, el atacante, tras golpear al periodista Roberto Navarro por la espalda, huyó y, vaya sorpresa, hasta ahora no se lo ha podido ubicar.
Y por ahora no hay detenidos. La investigación quedó a cargo de la Policía de la Ciudad. <EM>Desde el círculo del periodista atacado exigieron el esclarecimiento inmediato del hecho y repudiaron lo que calificaron como “un ataque a la libertad de expresión”.
Fue muestra de una reacción enfermiza de quien, sintiéndose “más papista que el Papa”, decidió seguir al consejo del presidente Milei y mostró su odio de la mejor manera que podía expresarlo.
Bien anormal y para el “diván de psiquiatría”. Pero esto, que podría ser un episodio aislado, no puede ser livianamente descartado, en tanto el que pidió -de alguna manera- odiar más fue el presidente, quien no deja de manifestar su deseo de que desaparezca el periodismo, fundamentalmente el que contraría sus acciones. Haciendo de esto uno de los legados de su gobierno.
No resulta aceptable que se promocionen actos violentos, de cualquier naturaleza que sean.
Pero es inadmisible que esas indicaciones de odio, y desaparición definitiva de personas, partan de la figura presidencial.
De ninguna manera son aceptables las excusas de algunos de sus adláteres, intentando morigerar una falta grave, que si estuviera en boca de cualquier ciudadano, ciudadana común y se planteara una cuestión de carácter judicial, no sería nada extraño que una parte de la biblioteca jurídica lo encasille como “partícipe necesario” para que esa acción se produzca.
Pero todo será ignorado, para algunos será motivo para destacar las decisiones presidenciales como legítimas. Cuando en realidad no lo son.
Insultar, denostar, agredir verbalmente, utilizar terminología propia de grupos de la calle cuyas formaciones educativas quedaron a medio camino, más allá que son términos, apelativos e indicaciones de determinadas partes del cuerpo que son conocidas, no corresponden y deberían ser erradicadas del “ABC” presidencial.
Sería una de las labores de sus más estrechos colaboradores, quienes, además de cuidar al presidente y su investidura, deberían señalarle que no se pueden romper las normas de convivencia ciudadana. Así el que lo haga resulte el presidente de la Nación.
Hay un refrán que expresa: “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”.
Alguien debería indicarle al presidente que está jugando con fuego.
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