DOMINGO 15 de Septiembre de 2024
 
 
Compartir
Twittear
 

La torre de Babel...

Una historia de carácter bíblico pero que se ajusta a la realidad de un mundo convulsionado, controvertido, con guerras y en otros casos amenazas que alertan a gran parte de los continentes.

Empezaron intentando hablar el mismo idioma pero las vanidades, las soberbias y el ansia ilimitadas del poder los llevó a que no se entendieran.

La torre de Babel representa la difusión de las diversas lenguas que se hablan en el mundo y el inicio de algo tan importante para los humanos como la comunicación. También representa el pecado de la soberbia, por la voluntad de querer alcanzar el cielo y, por lo tanto, a Dios, para parecerse a él.

Envueltos en tanta confusión donde lo malo parece ser bueno y aquello que sería lo correcto que apunta a una sana convivencia se ha convertido poco menos que en una mala palabra, la confusión se extiende en el tiempo.

Hay varias explicaciones que surgen para entender qué objetivos perseguían quienes construyeron la ciudad de Babel y la ambición los llevó a pensar que podían, con el esfuerzo de muchos, levantar una torre cuyo destino era llegar al cielo.

Relata el origen de las lenguas humanas, pero también el castigo infligido por Dios a los descendientes de Noé por haber pretendido construir una torre que llegara hasta el cielo. Se convirtió en un símbolo importante en la cultura occidental, como metáfora de las consecuencias negativas de la soberbia humana.

Esto, cuyo fin fue unir al mundo cristiano, puso en evidencia que las diferencias existen. Que no todos piensan y obran de la misma manera; fundamentalmente que cada uno tiene su idioma propio, el que le conviene, y para ello pretende alcanzar fines, utilizando los medios a su alcance, normalmente otros seres humanos.

Hoy tenemos un mapa que nos muestra las enormes diferencias que se han perpetrado a lo largo de los siglos. Apareció el primer mundo, los que lo secundan y aquellos que todavía están intentando alcanzar solidez en su interior para dejar de ser “las economías emergentes”.

En realidad disputan por escalar posiciones, dado que son países con una renta per capita baja o media que han emprendido programas de desarrollo económico y reformas y han empezado a surgir como actores significativos en la economía mundial. 

Argentina fue en sus comienzos un territorio llamado a constituirse, por sus bondades productivas y su ubicación, en un punto de referencia que hizo pensar que dejaría de ser emergente para convertirse en un país adherente requerido y necesitado por las grandes potencias que crecían requiriendo nuevos mercados de abastecimiento. Eso pudo ser, y por ello la denominación el “granero del mundo occidental”. 

Los hombres que hicieron de la política una herramienta para tener poder y no para aplicarla en el beneficio del pueblo, la fueron degradando y de ser primeros pasamos a ser terceros o cuartos cómodos.

De ser un punto de referencia para el destino de aquellos que huían de la guerra y sus consecuencias, fuimos transformándonos en un país pobre, con mucha pobreza e indigencia. Sectores hoy con hambre, casi comparables a los castigados pueblos africanos, en algún momento considerados los más necesitados del mundo. 

Hoy, sin lugar a dudas somos una moderna torre de Babel. Las luchas internas, tienen un objetivo en común: el poder, y para llegar a él es necesario convertir al otro en alguien que no nos entiende. Bien lo dice el presidente Javier Milei, hablando de sus colegas economicistas, de algunos sectores del periodismo y de quienes hicieron política hasta el pasado 10 de diciembre de 2023: “Son unos burros. Son la lacra. No entienden nada de economía y mucho menos de conducir el país”.

Eso es lo más suave que rescatamos, porque en su léxico hay otras definiciones mucho más agraviantes, que ponen distancia demasiado grande para poder llegar a dialogar en el mismo idioma. 

De esta manera el presidente libertario logró comenzar a construir la “torre de Babel argentina”. Nadie entiende nada. Son muy pocos los que aciertan con aquello que puede ocurrir en el futuro y los que pretenden hacerlo son ninguneados y maltratados denostándolos por su falta de conocimiento. Según las versiones libertarias.

Ya ni el “santo mercado” sabe para dónde van las actividades económico-financieras de este país. Se equivoca Javier Milei, pero la culpa es de Luis Caputo y en el futuro será de Federico Sturzenegger. 

Nuestro futuro hoy navega en el “Titanic”. Todos están de fiesta y nadie percibe el “iceberg”. Lo grave sería que nadie pueda verlo a tiempo y se reedita la historia: ¿Chocaremos con la misma piedra...?
 

Escriba su comentario

Tu email no sera publicado.