Con el debido respeto a la investidura y a su condición de mujer, no puede dejar de asombrarnos que la vicepresidenta Victoria Villarruel, titular del Senado de la Nación, haya resuelto -de la noche a la mañana- entregar sus convicciones y someterse a la consigna presidencial enunciada en su periplo exterior: “Quién venga con programa propio y se aleje del que tiene el gobierno, tiene que irse...”.
Todos los que se hicieron eco de las expresiones del libertario, sintieron y presumieron que era un tiro por elevación para las muestras de “alzamiento interno” que protagonizara la integrante de la fórmula presidencial, quien no deja de probar qué temperatura tiene el agua.
Que no se quiere quemar, es un hecho. Sabe que enfrentar a Javier Milei e integrantes del “triángulo de hierro” es poco menos que meterse en una guerra sin cuartel y con la consigna matar o a morir. Con Milei no existen las “medias tintas”...
Esa sensación dejó la actitud de la titular del Senado. Sumisión ante la presión ejercida, cuando revela: “No participo de ningún armado político”. Aseguró en reciente declaraciones que: “Forma parte de La Libertad Avanza (LLA)” y que “se quedará defendiendo las ‘convicciones’ que tiene en común con el presidente de la Nación, Javier Milei”.
Alguien mal intencionado, diría “qué recule hermano”. Aunque los “aplaudidores”, dirán que es un gesto casi heroico de Victoria Villarruel y procurarían encontrar todos los argumentos que convaliden que nunca se fue, ni enfrentó y que está dentro de su planificación seguir de “segundera”, sometida a los vaivenes y órdenes presidenciales.
Por el sector del presidente, baten palmas ante los efectos que producen los posicionamientos de Milei. No entrega “bastiones” chicos y mucho menos grandes.
Quiere a su alrededor y en los diferentes niveles gubernamentales y o legislativos, entrega, sumisión total a sus determinaciones. No admitir un marco de disidencia interna que procure alcanzar “más éxito” en algunos intentos que se realizan, fundamentalmente donde la debilidad del gobierno es muy notoria. Poder Legislativo, tampoco es aceptado de buen grado.
Lo hemos sostenido en reiteradas entregas, que Javier Milei siempre juega con alternativas, donde nunca está contemplada la derrota o se materializa la necesidad de sentarse a negociar o acordar.
Es indudable que en el léxico del presidente esas palabras no existen y son signos de debilidad y entrega, situaciones ambas que él no acepta ni está dispuesto a poner en una mesa de discusión.
La actitud asumida por la ex titular del Partido Republicano, de esencia ideológica conservadora-liberal y con profundas connotaciones con el marco militar al que ella pertenece, por herencia familiar, muestra ser poseedora de estrategias que le permitan accionar y probar fortalezas y debilidades.
De ninguna manera es convincente que muestre docilidad política, más bien es una herramienta que le permite seguir accionando, evitando el choque frontal, aunque el roce ya se produjo y entendemos se seguirán generando otros, porque Victoria Villarruel alienta formalmente ser un nombre con posibilidades ciertas en la política nacional, convirtiéndose en el marco de oposición contra el cual deberá confrontar Javier Milei y componentes del “triángulo de hierro”, si pretenden reiterar mandatos, y ya sí, como partido nacional. Hoy son solo Javier Milei.
En este marco de conflicto que se pretende disimular, el presidente regresó a la Argentina en medio de la tensión con Victoria Villarruel y las expectativas sobre lo que sucederá en el Congreso.
El Presidente retomó sus funciones tras su viaje a Italia, luego de criticar abiertamente a su vice. Todavía es una incógnita si habrá sesiones extraordinarias y lo que pasará con la banca de Edgardo Kueider.
Las expresiones de la vicepresidenta solo procuran evitar una profundización y agravamiento de las diferencias que se conocieron están en un escenario que, aparentemente por ahora, quedarían en suspenso y sin una clara definición.
Los pasos de los próximos días del presidente brindarán -medianamente- cuáles serán los rumbos que tomarán estas contingencias que hoy se le suman a su proyecto político.
La incógnita persiste y es factible que se extienda a los primeros días del 2025. Nadie percibe que el 2024 termine en paz. Hay deseos que así sea, la realidad indicaría que lo observable es lo contrario.
Por ahora “No habrá consecuencias graves”...
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