VIERNES 19 de Abril de 2024
 
 
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La realidad bajo la óptica sociológica

Primero definamos qué papel juega la sociología en lo relativo a las relaciones humanas y todo aquello que tenga connotaciones con el comportamiento convivencial.

"La sociología es el estudio de la vida social humana, de los grupos y sociedades. Es una empresa cautivadora y atrayente, al tener como objeto nuestro propio comportamiento como seres humanos".

"A la vez el filósofo, escritor y precursor de la sociología Montesquieu, un apasionado de la ciencia, desarrolló su pensamiento político sobre la distribución de las funciones del Estado y la separación de poderes. Contribuye así a definir el principio de las democracias occidentales, todo en un marco sociológico".

Se podría decir que es una ciencia que analiza el comportamiento de los grupos de personas y busca los métodos más efectivos para solventar problemáticas en temas relacionados a las clases sociales, las migraciones, oportunidades de crecimiento y cómo su cultura se involucra en la calidad de vida.

Toda esa introducción tiene una especial referencia en las diferentes sintomatologías que se pueden visualizar en el comportamiento de la ciudadanía argentina. 

Es factible que existan factores que han acomplejizado el accionar de una sociedad que desde hace varios años y por circunstancias diversas, no logra recuperarse.

Muy por el contrario, los efectos negativos de una economía fracturada, han generado una división del tejido social muy pronunciada, marcándose la indigencia como el último piso de la escala, la pobreza, a la que se van incorporando muchos de los que antes eran la denominada "clase media argentina" y de allí para arriba los que logran mantenerse y los que superan holgadamente estas mediciones.

Estamos transitando un camino difícil, controvertido, que es más materia de análisis de psicólogos y psiquiatras que del común de los ciudadanos.

El conglomerado social se enfrenta a disyuntivas que no le ofrecen perspectivas superadoras. Política, la lucha por el poder, sin tener demasiado en cuenta los medios que utilizan y cuántos quedan en el camino para lograr el objetivo deseado. Todo un juego perverso y deshumanizado. 

La violencia, un síntoma de esta época que se acrecentó con los efectos pandémicos que se tradujeron en: ‘trastornos emocionales, depresión, estrés, apatía, irritabilidad, insomnio, trastorno de estrés postraumático, ira y agotamiento emocional’.

Esto se tradujo en reacciones humanas que antes eran impensadas. En este marco se materializó el fenómeno de la ‘violencia de género’. Un sindrome que podría definirse como: "Cualquier acto con el que se busque dañar a una persona por su género. Nace de normas perjudiciales, abuso de poder y desigualdades de género". Surgieron a la luz y para muchos fue recomenzar a vivir y dejar el peso que venían soportando desde muchos años, desde su niñez, el abuso y violencia intrafamiliar que se trasladó a otros ámbitos y nos fuimos acostumbrando -aunque no aceptando- que estas cosas ocurrían.

Antes se ocultaban. Ahora se saben y comienzan a vislumbrarse quiénes eran sus autores.

Como si la carga sociológica no fuera suficiente, nos comenzó a invadir uno de los flagelos que azota al mundo de hoy: el narcotráfico. Sus efectos negativos, el poder de su dinero y la degradación de un sector de la población que les sirve como plataforma para sus negocios, constituye una realidad innegable. Todo tiene precio, solo hay que encontrarle el número adecuado.

El mundo en el que nos desenvolvemos, comenzó a mostrarnos con notable crudeza dónde se materializaban las distintas formas del abuso, la violencia. Se perpetraban violaciones que no solo eran físicas, sino, que sometían a un mundo de oscuridad y tristeza a sus víctimas.

De esta manera se fueron concretando actos que conllevan a la desvalorización humana y buscan disminuir o eliminar los recursos internos que la persona posee para hacer frente a las diferentes situaciones de su vida cotidiana. En estos casos la mayoría eran niños y niñas, víctimas de las desviaciones intrafamiliares y del auge de la pedofilia.

Aparecieron, años después, los que ante lo que significó una apertura mental de la ciudadanía vieron que ellos, sin saberlo, pero sufriéndolo, fueron también violentados.

El secreto ‘bien guardado’ del clero y las desviaciones de conducta que allí se pergeñaban, fueron abriendo un mundo de horror, de mucha bronca y enojo que puso en evidencia que, como expresa Sigmund Freud (1930), la inclinación agresiva “es una disposición pulsional autónoma, originaria del ser humano y la cultura encuentra en ella su obstáculo más poderoso”. Es decir siempre existió, la diferencia es que hoy se puede conocer y se denuncia.

Por este motivo nos referimos a los efectos de la sociología como la capacidad de resolver, en parte, los problemas del presente en términos de las consecuencias futuras sobre la base de la experiencia pasada. 

Ya no debemos callar, nadie tiene derecho sobre tu cuerpo ni puede obligarte a realizar cosas que, ni sabés -aún- dado que son parte de tu formación y crecimiento mental y que los años te irán dando las respuestas.

Pero en todo esto que hoy tratamos y que diariamente nos golpea a través de los diferentes medios de comunicación, es haber reanudado un camino de aprendizaje, educación y formación que nos recompondrá como Nación.

Es un imperativo de la nueva sociedad que anhelamos.
 

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