Desde hace siglos que se viene procurando alcanzar una profunda concientización sobre la necesidad de consustanciarse integralmente con la especial significación del testimonio verbal de cada uno y todos los seres humanos.
Este derecho comprende la libertad de “buscar, recibir y difundir informaciones e ideas, ya sea oralmente, por escrito, o a través de las nuevas tecnologías de la información, el cual no puede estar sujeto a censura previa sino a responsabilidades ulteriores expresamente fijadas por la ley”.
En Argentina, toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente por escrito o en forma impresa o artística o cualquier otro procedimiento de su elección.
El derecho a expresar y difundir, buscar, recibir y compartir información e ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas es esencial para nuestra educación, para desarrollarnos como personas, ayudar a nuestras comunidades, acceder a la justicia y disfrutar de todos y cada uno de los derechos fundamentales.
La libertad de expresión se encuentra consagrado en la Constitución Nacional (artículos 14 y 32), así como también en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículos 19 y 20), la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 13), la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Esta introducción responde a la necesidad que existe en gran parte de la sociedad que, durante muchos años fue sometida a controles y restricciones que le impedían decir “su verdad”. Que tal vez o muchas veces, no fuera compartida por quienes pensaban u opinaban diferente, pero obraba en pleno ejercicio de su libertad personal.
En reciente publicación el sitio Infobae deja conocer un informe relacionado a la investigación y persecución que ha venido realizando una repartición oficial de un nutrido número de periodistas que por sus formas de expresión y en algunos casos contenidos ideológicos contrarios al pensamiento oficial, sufrieron durante un prolongado lapso de tiempo.
A partir de una auditoría que el Gobierno realizó en la Defensoría del Público, creada a partir de la Ley de Medios, se descubrió que el organismo destinaba gran parte de su presupuesto, de unos 10 millones de pesos diarios, en realizar capacitaciones para empresas de comunicación y periodistas, muchos de los cuales son sistemáticamente denunciados.
Esta realidad que hoy sale a la luz, a través de informe periodístico, refleja que durante años un importante segmento del periodismo argentino era víctima de las denuncias de quienes se sentían vulnerados por la información de hechos y sucesos que los colocaba en la “picota” pública.
En ese marco de amordazar al periodismo, pretendían alcanzar la transparencia de sus acciones con el silencio al que obligaban, mediante presiones, a quienes en poder de la información entendían que su obligación era hacérsela conocer a la sociedad y que cada uno adoptara la posición que su entender correspondía.
Una extraña manera de hacer política sucia, contaminada ideológicamente, con la que intentaban armar un futuro electorado que los respaldara en su contínua búsqueda del poder.
Hoy, pueden o no agradarnos determinados comentarios y/o formas utilizadas para dar informaciones, pero están abiertos los canales de la réplica o la estructura judicial, mediante la cual se puede apelar a las normas legales que lo protegen contra la mendacidad, el invento, o aquella malintencionada forma de dar a conocer una acción de la política que provoca una reacción adversa, con una profunda desviación de la opinión pública. Aunque las denuncias de los que coinciden abundan en Comodoro Py.
Hoy, Argentina está sometida a los vaivenes de relatos que pretenden materializar una realidad diferente a la que soporta una gran parte de la sociedad.
La información periodística y los diferentes programas que siguen de cerca las alternativas de la política nacional tienen la “noticia del día” que les sirve como estructura para armar sus programas. Esta se reitera -con diferencias- según el punto de vista ideológico, en cada uno de los medios.
Ni bueno ni malo, propio de la actividad y del ingenio de las distintas producciones. Lo importante sería oír, ver y escuchar sin tomar decisiones apresuradas o emitir juicios basados en mucho de aquello que se dice. Es información, nada más.
Pero de acuerdo a la transformación tecnológica que se está produciendo, a la irrupción de la IA dentro de las diferentes sociedades del mundo, vamos camino hacia el paradigma de un futuro basado en la realidad que vive el periodismo en todas sus formas.
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