La Honorable Cámara de Diputados se asemejaba a un adelanto del “carnaval”, desvirtuándose la consideración de “honorabilidad” que realmente siempre intento tener.
Para una parte de la sociedad que siguió las alternativas de la jura de los nuevos legisladores y la determinación de aprobación a quienes asumirán sus bancas el próximo 10 de diciembre, les pareció payasesco, burdo, inaceptable para quienes esperan de sus futuros legisladores respeto por las instituciones, ejemplo válido para todo el resto de la comunidad.
La presencia del primer mandatario argentino Javier Milei, acompañado de miembros de su gabinete, en una primera instancia aseguraba que se respetarían las consignas de un protocolo que impone consideración hacia la representatividad que debe alcanzar el Congreso de la Nación.
Debemos reconocer que nos equivocamos. Por un momento dejamos de pensar en los desbordes de Lilia Lemoine, en la presencia en el recinto de una legisladora que no pudiendo asumir como senadora por sus antecedentes en el narcotráfico internacional sigue como diputada y se mostraba, como una burla deleznable, oprobiosa para todos los argentinos de bien.
Las expresiones que se escucharon por los parlantes de la transmisión de parte de quien por ser el legislador más longevo presidió la ceremonia y elogiaba las bondades físicas de las futuras legisladoras. Una verdadera vergüenza.
La “institucionalización pisoteada” no es un término técnico, sino una fórmula que combina dos conceptos: “institucionalización” (el proceso de establecer una organización, una norma o un comportamiento como institución formal) y “pisoteada” (que implica que algo ha sido despreciado, oprimido o violado).
Por lo tanto se puede entender como el proceso de una institución (o los principios de una institución) que ha sido traicionada, no respetada o se ha utilizado de manera perjudicial, afectando los derechos o el bienestar de los individuos que se suponía debía proteger.
El “Sí juro” de los legisladores es una promesa formal y solemne de cumplir con sus funciones y la Constitución Nacional. Implica un compromiso ético y legal para representar a los ciudadanos, debatir y votar leyes, y defender los principios del sistema democrático, actuando con lealtad y honestidad.
Estas definiciones son claras, precisas y señalan un camino de respeto y consideración hacia quienes entendieron que con su voto elegían lo más adecuado, formado y preparado para, desde el recinto, defender los derechos de la ciudadanía, más allá de cómo piensen o estén formados ideológicamente.
Los juramentos que ayer presenciamos fueron parte de una sesión psiquiátrica, no todos, naturalmente los hubo acotados a la verdadera esencia del compromiso que asumían. Pero hay otros que mostraron, claramente, que están lejos de los principios elementales de un compromiso con la sociedad, sus deberes y sus derechos.
El reclamo de “Cristina libre” corresponde para enarbolarlo en una marcha hacia el otro poder: el Judicial y allí manifestar que no están de acuerdo con los procedimientos que llevaron a la ex presidenta a ser condenada a seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Hay otra causa, que la tiene como la “cabeza responsable”, la de “los cuadernos”, en donde la labor de los fiscales, apunta a, dentro del tiempo que lleve el juicio oral, volver a condenarla.
Es allí donde quienes creen en su inocencia deben pronunciarse, porque hacerlo cuando juran por una banca, que parte del electorado determinó fuera para ellos, no podrá lograr obtener la absolución ni que se retrotraiga lo fallado. En realidad fue un episodio “tragicómico”.
Pero en esa triste diversificación del contenido que debería haber alcanzado una ceremonia especial, digna, hubo de todo y para todos los gustos. Amenazas, insultos, en una violencia verbal y gestual que realmente dio asco.
Tampoco el presidente estuvo a la altura de las circunstancias, dado que su presencia investía al acto de todos los alcances de un protocolo que debería haberse respetado. Pero le salió a relucir el “rockstar” y acompañó con baile y saltitos desde el palco, los cánticos hacia la “casta”, los gritos de “libertad” y otras expresiones adecuadas para el “Movistar Arena”, no para la Honorable Cámara de Diputados.
Es un compromiso formal: el acto de juramento de rigor que marca el inicio del mandato y la asunción de la responsabilidad que implica ser parte del Poder Legislativo. Adhesión a la Constitución. Al jurar, se comprometen a regir su conducta y trabajo legislativo de conformidad con lo que la Constitución Nacional establece, tal como se puede ver en el ejemplo de la pregunta del juramento para diputados, y es la representación ciudadana. Su función principal es representar a los ciudadanos, por lo que el juramento los compromete a trabajar en beneficio de la población y a defender los intereses de sus representados.
Hubo muchos que no lo hicieron y desvirtuaron la ceremonia.
En realidad debería constituir un claro ejemplo de la desvirtuación de la Democracia. Lo que se vió fue “farandulesco” dio profunda tristeza y trajo a la memoria nombres memorables cuya dignidad personal y política fue bastardeada por una muestra de incultura y -fundamentalmente- el poco respeto que tienen por las instituciones del país.



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