Es imposible concebir una formal Democracia cuando las cabezas que conforman la fórmula del Poder ejecutivo, presidente y vice, parecen “perros carroñeros”, procurando alcanzar razonabilidad en sus acciones.
Es fácil criticar desde afuera, también asumimos esa responsabilidad, pero aquello que se ve en la clase política gobernante, da vergüenza ajena y eso nos da el derecho de poder opinar, les guste o no a quienes están en los distintos escenarios que el libertarismo ha montado para mostrarse al país.
Esta experiencia ya la vivimos, primero fue con Menem-Duhalde, luego de La Rúa-Alvarez y ahora con inusual virulencia, ataques públicos donde el presidente llama traidora a la vice presidenta y ésta se defiende marcando los errores -que son muchos- y la agresividad manifiesta que evidencia la cabeza del ejecutivo.
Violencia, groserías, insultos, ironías baratas, toda una gama de denostaciones que crean una gran incertidumbre en la sociedad que mira -no sin asombro- cómo se despedazan internamente.
El presidente libertario Javier Milei, cuando eligió su compañera de fórmula, es de suponer que lo hizo sabiendo cómo pensaba políticamente; no pretenderá hacernos creer que lo descubrió cuando Victoria Villarruel, hija de un alto jefe militar, consustanciada con un pensamiento diferente, liberal del centro derecha, formada profesionalmente, no resultaría una muñeca de “peluche” para manejarla a su antojo y mucho menos de los integrantes del “triángulo de hierro”.
Cuando se producen esas rispideces, que serían fácilmente resueltas puertas adentro, con el respeto y la consideración que se deben, el país que viene envuelto en una vorágine de violencia descarnada en todos los niveles de la sociedad, suponen que esto es lo nuevo y que pertenecen al cambio anunciado.
La realidad indica que nada más alejado de la verdad que esto que hoy estamos viendo. Javier Milei, presidente, expone públicamente que Villarruel es una “traidora” porque cumplió su rol de presidenta del Senado de la Nación y que, por otra parte, está claro, piensa diferente y nunca fue llamada a la mesa presidencial para acercar posiciones.
Victoria Villarruel respondió a las críticas de Javier Milei tras la polémica sesión en el Senado: “Un jubilado no puede esperar y una discapacitada, menos”. Este concepto no requiere mayores aclaraciones.
Por otra parte, le señaló con acierto muchas de las situaciones que se viven gobierno adentro y que el presidente las acepta porque están pergeñadas por su hermana Karina Milei y su asesor estrella o “ya casi estrellado” Santiago Caputo.
En razón de ello alega que “tanto que no hay plata, que se rompe el superávit fiscal, debería ocuparse de reducir los gastos ‘en viajes y en la SIDE’”. Una verdad a prueba del relato.
Eran de esperar los trolls y sus ataques en defensa del presidente, tan proclive a darle trascendencia casi gubernamental a quienes desde las sombras de las redes sociales ejercen una virulencia que hoy ha traspasado el tejido social y se ha naturalizado, tanto en la calle como en establecimientos educacionales, Congreso de la Nación, solo por nombrar algunos de los lugares en donde se está observando la decadencia de los poderes y de la ciudadanía.
Desde muchos ángulos de la observación que realizan profesionales y analistas políticos, están sosteniendo, con diferentes argumentaciones, que los excesos deben terminar, porque son un factor degradante del comportamiento de la sociedad en su conjunto.
Es sorprendente la “ferocidad” verbal del presidente. Abunda en ironías, algunas de muy bajo nivel intelectual y acrecienta los escenarios de los enemigos a los que deben vencer, cuando en la realidad son argentinos y argentinas que piensan diferente y con los cuales debe procurar coincidencias para alcanzar los objetivos que se ha fijado.
En un país ordenado, criterioso, las fuerzas políticas, más allá de sostener aspectos que son marcados por sus ideologías, tienden a compatibilizar medidas de orden social-económico-financiero y productivo como reglas factibles de ser mejoradas, pero no barridas de un plumazo, sin medir las consecuencias que eso entrañaría en los sectores involucrados.
Milei se ha fijado como paradigmas irrenunciables de su gobierno el Superávit Fiscal y Déficit Cero. Según algunos entendidos en la materia, alguno de estos dos factores ya son imposibles de mantener. No obstante, el libertario los sigue sosteniendo y buscando en la “bolsa de los secretos mágicos” el resultado positivo que le permita seguir gobernando y autodefinirse como el “líder supremo” que todo lo puede.
Mientras estos desfasajes socioeconómicos sacuden al país, ellos, los altos funcionarios, se pelean e invierten la realidad que sería fructífera si utilizaran parte del tiempo que pierden denostándose, en sentarse a dialogar y convenir lo mejor para los argentinos.
Pero como decían las abuelas: “Sería como pedirle peras al olmo”.



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