VIERNES 21 de Marzo de 2025
 
 
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La dura lucha por el poder

Desde hace muchas décadas los argentinos venimos siendo objeto del manejo y maniobras de quienes se encolumnan en los diferentes sectores ideológicos para alcanzar el poder.

Hemos visto pasar todos los partidos políticos que respondiendo a tendencias provenientes del primer mundo, fueron generando los espacios tras los cuales se fueron encolumnando las sociedades, siguiendo a quienes lograban convencer a la ciudadanía que ellos eran los mejores.

A nadie le convenía procurar los mecanismos para sacar a la gente de la extrema pobreza, porque de allí salía la posibilidad cierta de mantener el mando absoluto. Consiste en una operación perversa que plantea claramente la calidad humana de quienes se arrogan ese poder para manejar a quienes - por necesidad- se prestan a jugar como esclavos.

Cada uno que llegaba al “sillón de Rivadavia”, tenía su propia operativa y la ponía en funcionamiento en la medida que los necesitaba. De esta manera cuando se comenzó a visualizar demasiado la evidencia, inventaron, lo que denominaron ayuda social; cuando esto no era redituable inventaron los “planes” y junto con ellos aparecieron los “intermediarios”.

El gobierno libertario muestra diferente operativa pero el mismo objetivo, con un agregado que ha sido muy pocas veces observado, quién detenta al poder, lo pretende absoluto por sobre toda la sociedad. No interesa los posibles daños que se sucedan por su aplicación. Es un formulismo dictatorial camuflado bajo el signo ideológico del liberalismo, con una rara mezcla de libertarismo y anarcocapitalismo.

En los análisis de la filosofía contemporánea el concepto de poder refiere a cierto tipo de relaciones en las que alguien obtiene de otra persona un comportamiento que, fuera de esa relación, no realizaría. Imponer una obediencia, que va más allá de la que puede configurar el respeto por las instituciones democráticas.

Esta concepción se denomina relacional en tanto se centra en la contacto que hay entre dos o más sujetos, en que uno de ellos tiene herramientas que le permiten ubicarse y actuar por encima de los otros.

Hannah Arendt, Filósofa, historiadora, escritora, politóloga, ensayista, profesora de universidad, socióloga, teórica política, sostiene que: “...el poder se corresponde a la capacidad humana no sólo de actuar sino de actuar en concierto. El poder no es nunca una propiedad de un individuo; pertenece al grupo y existe sólo mientras éste no se desintegra”. Por caso el que ejerce Javier Milei y el “triángulo de hierro”.

Max Weber, 1918 expresa: “poder, en ciencia política y sociología, la capacidad de influir, dirigir, dominar o tener un impacto de otro modo en la vida y las acciones de otros en la sociedad . El concepto de poder abarca, pero no se limita a, la noción de autoridad”, Claramente se va transformando hasta llegar a tener similitud con una dictadura social.

Para Foucaul “el poder no es algo que posee la clase dominante; postula que no es una propiedad sino que es una estrategia. Es decir, el poder no se posee, se ejerce. En tal sentido, sus efectos no son atribuibles a una apropiación sino a ciertos dispositivos que le permiten funcionar plenamente”.

Hay innumerables interpretaciones del ejercicio del poder y todos conducen a un mismo final: “Es la dominación del otro, por diversas formas y estrategias que elabora, pero termina, convirtiendo en sumisos y obedientes a las personas sobre las que ejerce el mando absoluto, con palabras y acciones que no se discuten. Se obedecen”.

Hoy estamos transitando un camino explicitado por la ciencia filosófica que fue logrando adaptaciones según quienes lo ejercen. Por caso -Javier Milei- que se considera apolítico, que vino para trabajar en el gobierno y una de sus funciones es gobernar, no imponer sin condicionamiento alguno lo que piensa.

Transgredir, vulnerar principios constitucionales, desconocer los limites que impone la Democracia a través de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, son parte de un andamiaje que pretende ideologizarse, llevándolo al totalitarismo aplicado a una sociedad que estaba buscando un cambio.

Javier Milei es la conjunción de varios síndromes políticos que los ha adecuado a dar respuesta a todos sus objetivos. Mantiene una posición mental en donde no existen contradicciones que lo hagan poner en duda que siempre tiene la razón.

La necesidad de que su palabra es ley puede derivar de un ego inflado y una falta de empatía, pero además esta señalado en los “manuales de psicología” como una persona con el llamado: “Trastorno histriónico de la personalidad”.

Fumdamentalmente señalan diversos estudios relacionados con el accionar de personas con esta actitud que: “mantienen un ego tan grande que les resulta difícil reconocer que han cometido un error. Admitir que se equivocaron podría hacer que se sientan vulnerables y frágiles”.

A esto obedecen actitudes agresivas, disruptivas, disociadas de la realidad, manejando un relato con el cual pretende someter, a través del poder que detentan, generando temor social.

El presidente Javier Milei hoy enfrenta varios escenarios de extremado conflicto, siendo el más serio y delicado que puede debilitar su gobernabilidad la pérdida de confianza de su entorno electoral, ante el tema de la criptogate.

Se llega al poder con tenacidad y una natural predisposición al mando; pero también se pierde si se exceden en su aplicación pensando que son impolutos e intocables, aún para para las normas que rigen a toda la sociedad.

Difícil momento vive el libertario y su gente. Ya son muchos los que consideran que son “casta” diferente, pero no dejan de tener los mismos vicios y cometer los mismos errores.

Eso puede llegar a tener un alto costo político.

Tal vez Milei no lo vea, pero si su entorno.

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