VIERNES 26 de Abril de 2024
 
 
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La Corte, el internismo y la lucha por el poder

Resulta difícil saber qué sucederá en los meses venideros. Mientras el titular de economía Sergio Massa procura despegarse de la lucha política interna de su coalición, en el resto se puede observar que la mayoría están haciendo acopio de “bidones de nafta” para lograr eliminar a sus ocasionales oponentes.

Se enfrenta una furibunda arremetida, del oficialismo, que quiere concretar, la ansiada transformación del Poder Judicial. En especial obtener el premio mayor: “las cabezas de los integrantes de la Corte Suprema”.

El objetivo, lo vino marcando la vice presidenta de la nación, Cristina Fernández de Kirchner, cuando se vió sometida a los avatares de un proceso judicial, que finalmente se tradujo en una condena de seis años de cárcel e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por defraudación al Estado.

Naturalmente que todo es apelable y para nadie es un misterio, saber el final está muy lejos, en razón de las etapas judiciales que tiene de por medio, hasta llegar el nivel máximo, última instancia: la Corte Suprema.

Pero es indudable que, para quien, según sus propias palabras: .... “a mi me juzgará la historia”, nunca esperó -aunque era previsible, de acuerdo a las duras y contundentes acusaciones de los fiscales que llevaron la causa- resultar condenada.

La fundadora del Instituto Patria, sostuvo, tras una estudiada calma y silencios de algunos días, que “no existieron en sus palabras la intencionalidad concreta de un ‘renunciamiento”, sino que pretendió exponer claramente que había sido “proscripta”.

Quien hace de la dialéctica una de sus mejores herramientas, apuntó hacia fiscales, jueces y finalizó su recorrido en las más altas autoridades del Poder Judicial, a quienes decididamente quiere sacar de sus funciones.

Armó el rompecabezas y se lo entregó a su fiel servidor, el presidente Alberto Fernández, quién tomó la posta y salió con inusual brío a instrumentar los mecanismos que les permitan llevar al juicio político a los miembros de la Corte Suprema y detonar el sistema, provocando cambios, no solo de nombres, sino en las estructuras que lo conforman.

Y ya está en el Congreso de la Nación, impulsado por diputados de la coalición Frente de Todos, esperando le den un número de ingreso al proyecto gubernamental, para poder ser tratado en comisión y ver si pueden llevarlo al recinto. Siempre que le den los números del quórum necesario.

La gran pantalla desplegada va tapando la gran batalla que está en marcha, en un año plenamente electoral donde se definirá quiénes conducirán al país tras las elecciones de noviembre.

Esta sintomatología que se inicia por un nutrido número de provincias, que decidieron -según se lo permiten sus Constituciones- adelantar las fechas de sus elecciones locales. Procurando diferenciarse de las a determinar nacionalmente.

Lo mismo sucedió con la postergación -para esta elección- de cumplir con las PASO, habilitando las internas partidarias para determinar quiénes competirán en las fechas fijadas.

Año político, que se desarrolla en un dificultoso panorama social y económico, que ha afectado severamente a gran parte de la sociedad, que se ve sacudida por el notable crecimiento de los índices de indigencia y pobreza, marcado aumento de la desocupación y la reformulación de nuevos grupos, generados alrededor de los considerados marginados, como grupos sociales, que se aglutinaron en sectores de protesta, entendiendo que el Estado provocó la debacle, que el mismo Estado la resuelva.

Complejo 2023, donde queda claramente evidenciado que la ciudadanía es un trofeo que deben ganarse quienes aspiran a lograr estamentos de poder.

El internismo en todos los sectores, tanto oficialismo, como opositores, está abocado a instrumentar las mejores estrategias que les permitan convencer a un electorado que ha mostrado estar cada vez más alejado de la clase política.

Hasta ahora abundan, en quienes están en pos de lograr reemplazar a los que tienen funciones gubernamentales, las promesas de mejorar situaciones que ven equivocadas o perjudiciales para distintos segmentos de la sociedad. Pero ninguno dice cómo, cuáles son los planes, cómo es el programa que pretenden desarrollar. Todo es: vean que “somos mejores”. 

La realidad indica que nadie se incinera obrando desacertadamente, salvo aquellos a los que eligieron mal y no estaban formados para el ejercicio del poder. Por lo tanto, suponemos que para que probemos de una opción diferente deberían ser portadores de soluciones que acompañen a sus propuestas.

En conclusión: año difícil el que comenzamos a recorrer. Entendemos que es una excelente oportunidad para ver si aprendimos algo de los últimos grandes fracasos y merituamos acertadamente aquello que buscó encaminar las dificultades hacia concretas soluciones. 

El futuro nos lo dirá.
 

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