Desde que asumió el gobierno del libertario-anarcocapitalista Javier Milei existió una predisposición constante a la confrontación interna y externa. Esta característica plantea una permanente incertidumbre, no solo en quienes son llamados para integrar los planteles del gobierno, sino en la ciudadanía que no tiene certezas de qué sucederá con tantos cambios.
Nada es seguro y todo aquello que depende del Poder Ejecutivo mañana puede ser diferente. Ninguna crítica infundada, solo remitirse a los hechos que se han venido concretando a lo largo de estos casi dos años de gobierno.
Las alternativas que van sucediendo y que pusieron en tela de juicio no solo la idoneidad del staff gubernamental, sino la honestidad y transparencia como “baluartes” que esgrimía el presidente para remarcar que era la señal del gran cambio, fueron motivo de supuestas aperturas de criterio, mientras que simultáneamente afloraron las responsabilidades y las diferencias propias del desenvolvimiento gubernamental.
La figura que podría entenderse como el centro de la discordia es el accionar del alumno del ecuatoriano consultor internacional Jaime Durán Barba, asesor sin firma y con el mayor poder en el esquema de gobierno, Santiago Caputo, perfilado claramente como el motorizador de los “empujones” internos que amenazaban su poderío.
El presidente Javier Milei, personalidad controversial si las hay, colocó al cuestionado asesor en un lugar de decisiones que nadie discute y remarcaba que su figura era inconmovible en el esquema de gobierno. Igual que la de su hermana Karina Milei.
En apretada síntesis hemos armado el escenario que hoy está siendo objeto de críticas internas por quienes sienten que llevan sobre sus hombros el peso de decisiones que no las comparten, siendo los autores materiales, los “monjes negros” que desde las sombras operan sin aparecer como responsables.
Algo así, con educadas formas políticas, salió a expresarlo el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que señaló que cada funcionario debe hacerse responsable firmando los temas que propone y resuelve, aceptando los condicionamientos que surgen del éxito o fracaso de los mismos. No lo nombró, pero no hacía falta, el “dardo” era para Santiago Caputo.
Indudablemente hay cuotas de varios factores humanos que se ponen en juego para ganarse el apoyo del que ostenta el poder, aunque abre un frente de disconformidad que desestabiliza e inhabilita muchas de las acciones que realiza el gobierno.
Ha quedo evidenciado que el libertario Javier Milei no ha tenido reparo alguno en ceder posiciones y aceptar un intervencionismo ajeno al país, el de Scott Bessent, Secretario del Tesoro de los EEUU y mano derecha del presidente Donald Trump, quienes se constituyeron en los flotadores que impidieron el hundimiento de la estructura gubernamental.
Este factor se suma a la inestabilidad interna, también alimentada por el acercamiento de la figura del titular del PRO, Mauricio Macri, que ha vuelto a disfrutar de “las milanesas con fritas” en las tertulias con el presidente Milei y durante las cuales impone las condiciones que deben ser aceptadas por necesidad.
Todo señala que fue producto de la desesperación en la que se percibía estaba el gobierno, ante un evento electoral que se les mostraba adverso. Casos de corruptela, ausencia de transparencia en el accionar de legisladores, denuncias de coimas y una vinculación con el poder del narcotráfico como respaldo económico de campaña.
Una suma de situaciones que contrariaban los deseos y mostraban el sendero del fracaso en el que había ingresado el plan libertario para alcanzar respaldo legislativo en octubre y tener claras muestras de una tendencia positiva para aspirar a la reelección en el 2027.
De esta manera se establecen varios escenarios diferentes, por demás conflictivos, donde convergen dos objetivos: por un lado, Milei en el intento por revertir un proceso negativo y, por otro, la incorporación de los EEUU al proyecto de poder y liderazgo que le asegura el presidente republicano Donald Trump.
Un proceso electoral teñido de situaciones controversiales, con intervención de la Justicia como eje mediador para reacomodar la lista oficialista y hacerla nuevamente competitiva.
Nada decidido aún, todo a definirse en la semana que se inicia.
De todas maneras, el fallo final está en manos de la sociedad frente a las urnas el 26 de octubre. Allí tendrán la oportunidad de ser responsables de su futuro.



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