Ya nada es seguro y todo forma parte del arte de la suposición, quien mejor elabore el escenario en donde se mueve, obtiene el beneficio de considerarse el ganador.
Esto es el panorama que se extiende a lo largo y ancho del país. Nadie tiene “la vaca atada”; juegan con acuerdos, negociaciones no demasiado transparentes y a excepción de la figura presidencial, quien se considera liso y llano ganador en los futuros compromisos electorales, el resto se mueve en un clima de incertidumbre notable.
No ha sucedido muchas veces este fenómeno. El juego de las opciones que puede elegir la ciudadanía, cuando les toque acudir a las urnas, es objeto de análisis, consideraciones numéricas emergentes de las encuestas y los posicionamientos que asumen los consultores, nunca con certezas, sino finales abiertos.
El proceso eleccionario de CABA sirve para profundizar el marco evaluatorio del comportamiento ciudadano. Claramente las encuestas no se acercan a la realidad ni los encuestados responden, necesariamente, con la verdad.
Ahora toda la artillería está centrada en un resultado que marcará una referencia, el proceso electoral de la provincia de Buenos Aires, territorio en el cual siempre primó una tendencia claramente peronista pero hoy enfrenta la enorme duda, si La Libertad Avanza con Javier Milei a la cabeza, puede provocar el cambio.
El pasado 25 de mayo, se la vió a la titular del Partido Justicialista y cabeza indiscutida del kirchnerismo, Cristina Fernández de Kirchner, expresando la profunda antinomia que plantea en el plano político y económico con quien en la actualidad dirige los destinos argentinos.
Un nutrido marco de asistentes donde se destacó la presencia de mucha juventud, se mostraron a favor de la figura de la expresidenta y celebraron con diversos cánticos, los ataques y críticas que la dirigente hizo contra Milei y su accionar en los planos social, económico, financiero y diplomático.
Pero toda esa verborragia no alcanza para convencer al distrito más importante del país, desde el punto de vista eleccionario. El internismo que se vive y que señala dispersión partidaria, está siendo hábilmente aprovechado por el ejército libertario, guiado por Karina Milei y piensan que están muy cerca de repetir la victoria de CABA.
Si la alianza que tejen Milei y Ritondo y a la que podría sumarse el radical Maxi Abad avanza, Cristina y Kicillof se enfrentarán al desafío de una unidad casi total del antiperonismo, lo que supone en el actual contexto político un bloque que distintas encuestas ubican en la franja de los 40 puntos.
Es un trámite factible la concordancia política apuntando a un solo fin: “Ganar en la provincia de Buenos Aires” y asestar un golpe, que podría ser letal, al futuro del kirchnerismo, aunque ellos -los aliancistas- alientan que también lo sea para el peronismo que se mueve sin definir sus candidatos.
Un aspecto que pareciera no quieren darle entidad es la voluntad de la ciudadanía. Es indudable que la aparición de un gestor libertario que plantea cambios a cualquier precio y quienes son perjudicados aceptan y mantienen sus posiciones, está señalando que en este “juego” hay quienes están equivocados y sus soberbias y egos personales no les permiten ver sus errores.
Sin nombres nuevos, con proyecciones muy controversiales y luchas intestinas para ver quién se queda con el poder partidario, el futuro no parece ofrecerles posibilidades ciertas. Casi podríamos asegurar que hay un sector importante que está preparándose para una segura derrota.
“El peronismo puede enfrentar una doble derrota: en las provinciales de septiembre y las nacionales de octubre”, eso sostienen dirigentes que se desempeñan en intendencias de la provincia. Casi es una sentencia.
Con inocultable habilidad, el presidente Javier Milei, quien ya nacionalizó las elecciones que se vayan produciendo, quiere que la elección sea un plebiscito sobre su gestión. Este factor que obedece claramente a una estrategia del “triángulo de hierro”, es también erróneamente señalado -a nuestro criterio- por Cristina Kirchner: “La elección que viene es Milei sí o Milei no”. Un planteo que resultaría definitorio si el “color violeta” se extendiera en toda la provincia.
Las teorías que se puedan elaborar están sujetas a elucubraciones personales y de ninguna manera -hoy- reflejan la realidad de un electorado que ya no responde a los mandos naturales, como ocurría antes, sino prevalecen criterios personales, familiares y el balance del futuro que les espera.
La realidad por sobre el relato. La verdad que no se explicita pero se materializará en una clara definición política: “Unidos, aunque sea con hilos finos, logrará imponerse ante un oponente dividido”.
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