Un tema que no resulta nuevo, en el tratamiento de esta y otras columnas periodísticas del país, es el aumento exponencial de la violencia. Los hechos que se producen diariamente en todo el territorio nacional ya no sólo son preocupantes sino que ameritan poner todo lo que existe operativamente en ámbitos de seguridad, la Justicia, entre otros, para acotarla y comenzar a combatirla y ponerle fin.
Rosario es el epicentro y desde allí se ha ido corriendo a todo el territorio nacional, enfermando a una gran parte de la sociedad argentina que se siente acorralada por poderosa presencia del narcotráfico.
No es como podría suponerse que la búsqueda de más y mejores mercados para la ventas de estupefacientes es lo que ha provocado la expansión, sino que el poder de los zares del narcotráfico procura extenderse, basado en la capacidad económica del dinero que fluye constantemente y les permite socavar las raíces de una sociedad a la que sobornan y dominan para ejecutar sus planes.
La determinación del Ministerio de Seguridad, por un lado, y la firme posición asumida por el gobernador santafesino, Maximiliano Pullaro, han provocado una reacción de los capos narcos, muchos entre rejas, pero desde donde siguen operando, y los ejércitos que prácticamente han copado la principal ciudad de la provincia, Rosario, ha quedado en medio de una batalla que se está cobrando muchas vidas inocentes.
La violencia a la que en reiteradas ocasiones hemos hecho referencia, no sólo esta circunscripta a la provincia santafesina, sino que se ha extendido, ocupando la provincia de Córdoba, el conurbano bonaerense, entre otros puntos del país, que ven alteradas su forma de convivencia.
Barrios de la provincia de Buenos Aires, fundamentalmente de La Matanza, y diferentes enclaves que han ido ocupando territorio, son el lugar elegido por el narcotráfico y la delincuencia en general, como refugios desde donde parte diariamente en procura del botín.
Asaltos en plena vía publica o a negocios que se supone son rentables; entraderas, arrebatos de motochorros -una actividad que aumentó exponencialmente- ingresos sorpresivos a viviendas donde proceden con extrema agresividad en busca de valores y dinero. El robo sistemático de rodamientos de vehículos estacionados en la vía pública son, entre muchas otras formas delincuenciales, el objetivo diario.
Antes, estos procedimientos se desarrollaban atemorizando a las víctimas elegidas, la mayoría al azar, hoy, se apela a las armas de fuego y no con el objetivo de concretar el robo sino que nada que lo justifique disparan o apuñalan, como una forma de dejar el sello nefasto de su operación delincuencial.
La ola de violencia en sus distintas formas ya dejó de ser una preocupación, para convertirse en un flagelo, que ha superado todas las acciones preventivas que se han podido implementar.
Rosario es un campo de batalla. Las bandas narcotraficantes están cumpliendo sus amenazas y matan inocentes como una forma de amedrentar a las fuerzas de seguridad. Dejan mensajes en los que señalan los objetivos que se han propuesto: un inocente por día, taxistas, comerciantes, policías, todo producto de una presión a las autoridades para que dejen de limitar las acciones de los jefes narcos que están entre rejas.
Este signo violento se está expandiendo y de alguna manera -por ahora- parece ser incontrolable. Menores, adolescentes, se cuentan entre los más violentos y desaprensivos. Una situación explicable en su corta edad, donde el razonamiento y la responsabilidad todavía se encuentran en desarrollo, agregado a la inmadurez, los convierte en un armas letales a futuro.
Se está operando en aras de encontrar las mejores formas de combatir la creciente violencia. No creemos que conformar grupos de estudio, o de crisis, constituya, en este momento, la solución.
Puede ser parte de un complejo dilema que debe ser resuelto de inmediato, con operativos centrados en los lugares donde se generan los principales focos, e instrumentar paralelamente las acciones en conjunto con la Justicia, que aplique las normas del código penal con todo el rigor que le permita la ley, a los efectos que se elimine definitivamente la puerta giratoria.
El otro tema acuciante es analizar, estudiar y resolver el proceso degenerativo que han sufrido las fuerzas de seguridad, policiales, carcelarias, que han sido coptadas por los grupos del narcotráfico que manejan alto flujo de recursos que les permiten comprar voluntades de quienes adolecen de ingresos adecuados a la función que cumplen.
El tema es de una enorme complejidad, pero debe ser motivo de trabajo sin pérdida de tiempo. Una ciudad se ha constituido en el centro del narcotráfico y desde allí se han extendido a zona vulnerables del conurbano bonaerense y otros puntos del país.
Ya no hay más tiempo, están golpeando en la puerta de todos los argentinos.
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