Era una situación inevitable que muchos intentan justificar, como caer primero para levantarse después, más fortalecido. Permítasenos dudar de esas reflexiones, que podrán estar animadas de las mejores buenas intenciones, pero el daño que se generará en el tejido social será irreparable.
Una política de ajuste a lo “pirro”, sin tener en cuenta que se estaba operando sobre un sistema social que venía seriamente dañado y defendiéndose de la mejor manera posible, preanunciaba que se emprendía un camino destinado al fracaso.
El significado de la expresión verbal “pirro” nos indica que este adjetivo deriva de Pirros, nombre del rey de una región de la antigua Grecia que consiguió dos victorias en sendas batallas en las que su ejército sufrió graves pérdidas; de ahí su significado originario, que es referido a triunfo o victoria, “obtenido con grave daño para el vencedor”, o sea, ¿habrá una victoria o configura una derrota disimulada?.
Nada diferente a los fundamentos que esgrimen desde el ámbito del Ministerio de Economía, que responde a los dictados del presidente Javier Milei: “Primero se cae estrepitosamente, resultando un severo daño social y económico, para luego recuperarse y alcanzar los niveles de crecimiento que el país ha perdido desde hace muchas décadas”.
De este programa de gobierno, estableciendo los fundamentos de una “Nueva Argentina”, van a quedar muchos ciudadanos y ciudadanas en el camino. Nosotros los hemos encuadrado como el “daño colateral”. Es decir aquello que accidentalmente se termina para empezar lo nuevo.
Simplemente, la acción disruptiva que pretende hacer desaparecer todo aquello que, a criterio del libertario Javier Milei, es necesario para alcanzar el nivel que permita comenzar a reconstruir el país que está en su cabeza y que pretende alcanzar, cueste lo que cueste.
En algunas circunstancias de tanto que se dice, escuchamos “hay muchos que la van a pasar realmente mal” y agregan como una justificación a su proceder: “Pero es el camino que se debe recorrer para alcanzar la recuperación de la Argentina”.
Realidad, ficción, realmente no podemos saberlo. Sí, existe un profundo deterioro de todas las capas sociales -de las pocas que le quedan en este país- y suponemos que llevará muchos años recomponerlas. Si es que se puede hacer.
Un reciente informe de la Cámara de Comercio y Afines de nuestra ciudad -General Pico- indicaba que el desplome comercial es sorprendente y muy grave. Al notable deterioro del salario, la ausencia de ingresos suficientes, obligó a las familias a replantearse una nueva forma de vida. Cortar gastos que podrían considerarse superfluos, para lograr mantener los esenciales: alimentación, educación y salud.
Esto, necesariamente, provoca el desplome de ventas de un importante segmento comercial, que hoy no puede afrontar los gastos fijos y también debe apelar al “achique” para poder sobrevivir y en muchos casos, ni aún así, ven posibilidades de mantenerse.
Los alquileres van por un ascensor, mientras que los recursos trabajosamente por la escalera y en una total oscuridad. Esto sumado a los crecientes aumentos de las mercaderías que comercializan, sujeto a los avatares de una inflación que no cede, a la dolarización de la producción, al incremento del transporte empujado por combustibles en alza y todo lo que conlleva mantener los servicios, constituyen el “cuello de botella” a través del cual, muchos ya no tienen opción de pasar.
Llevó más de cien años formatear la sociedad. De esta manera, se fueron materializando los que se proyectan como los que mucho tienen, considerados la clase alta, la clase media que configuró la fortaleza del crecimiento territorial y después las formaciones que dieron lugar a un tejido social acuciado por necesidades básicas, conocido como la pobreza, y en el último escalón social, la indigencia.
Esto fue formando la estructura sobre la cual Argentina alcanzó, en un momento, a ser el corazón poderoso de Sudamérica y los países del Primer Mundo que habían estado sometidos a guerras y enfrentamientos bélicos, consideraban “el granero del mundo”.
Vale la pena recordar que italianos, españoles, franceses, los alemanes del Volga, entre otros, vieron en este territorio a la “Tierra Prometida”; levantaron lo poco que les quedaba, algunos con sus familias, otros las trajeron más tarde y el país, nuestro país, comenzó a consolidarse, con el esfuerzo y el trabajo de todos, los que estaban y los que llegaron.
Pretender desconocer la génesis que dio origen a lo que somos, es apartarse de la realidad concreta y crear una nueva. Eso parece ser el objetivo que se ha fijado Javier Milei.
No creemos que se pueda reconstruir sobre los escombros para crear un futuro de crecimiento. Nadie hizo caso a las expresiones mileianas, sobre el desarrollo de su programa. Para ver los primeros resultados de 1 a 5 años. Recién a los 10 o 15 el inicio de la recuperación y la gran nación a los 20 años. A esta altura habrán desaparecido varias generaciones. ¿Ese es el objetivo de Javier Milei? No lo sabemos.
Lo pergeñado pareciera estar indicando que su proyecto y el que ha contagiado a su entorno, está elaborado en base a esa teoría. El camino que se ha comenzado a transitar resultará -ya lo está siendo- extremadamente doloroso.
El gran interrogante es ¿la sociedad está dispuesta a recorrerlo?
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