JUEVES 28 de Marzo de 2024
 
 
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El pronóstico del caos

Los últimos acontecimientos que han ocurrido en el país están marcando un quiebre social que debería alertarnos. No son sucesos aislados y mucho menos circunstanciales, corresponden a una planificada intención de generar un Estado desestabilizado.

Nada es efecto de la casualidad y mucho menos de la causalidad, que se está procurando. Es difícil direccionar la generación de estos sucesos, porque al no poseer los elementos necesarios que nos brinden certeza, podríamos caer en el error de adjudicar motivaciones donde no existen.
Pero debemos movernos en una Argentina predecible y lamentablemente ese objetivo estamos lejos de conseguirlo. 

La sociedad vive como diría el el común de los ciudadanos “a los saltos”. Sorprendidos a diario por hechos que escapan a cualquier intento de convivir en paz y tranquilidad, que sería uno de los escenarios que pretendemos para nuestras familias.

Pero vemos que transcurre el tiempo y las sombras del temor, los miedos a la calle, el vivir pensando los riesgos que corren nuestros hijos. El angustioso dilema que nos plantea un país quebrado, agrietado, donde se pone en evidencia que uno de los signos enfermos que atravesamos es que miramos al otro como el enemigo, toda una circunstancia estresante que complica nuestro diario vivir.

Y esto no es apelar a los extremos y muchos menos pretender generar una alarma generalizada. Es solamente referirnos a la realidad que transitamos y que alguien se encarga de monitorearla, para aprovechar sus efectos.

Solo basta recordar algunos episodios ocurridos en las últimas horas. Tras el ‘poco elocuente’ discurso presidencial, dejando inaugurado el periodo legislativo, donde aseguró que caminamos hacia la ‘suiza argentina’, mientras en el país se producía un apagón masivo, -todavía no se sabe- si fue el resultado de un atentado.

Mientras esto ocurría en el sur, cercano a San Carlos de Bariloche, se movilizan vecinos y hay fuerzas de seguridad dispuestas ante un anunciado avance de las Comunidad mapuche, se supone perteneciente a la RAM. Aunque ellos manifiestan que no pertenecen a ese grupo. Solo -dicen- son pueblos originarios que pretenden les devuelvan las tierras que habrían pertenecido a sus ancestros.

Sacudió el ataque provocado -se supone- por los cuerpos narco-rosarinos a uno de los supermercados de la familia Roccuzzo y una velada amenaza a la figura de Lionel Messi.

Mientras esto sucede, la clase política, que ya esta lanzada en campaña para la elección presidencial y legislativa, que se dirime en diciembre de este año, le agrega una virulencia -a sus dichos- que asombra. Tal vez podemos equivocarnos, pero pretendimos hacer memoria retrospectiva, en procura de encontrar situaciones parecidas o iguales.

Nos falló el reloj retroactivo. Siempre hubo lances verbales, alguna que otra acusación buscando, en responsabilidades adquiridas, tener argumentos para señalar fracasos. Pero la verborragia sin limitaciones, desconociendo valores de determinadas investiduras, que no son personas sino que son símbolos de la Democracia, es para asustarse.

Nadie duda que en estos momentos en el mundo de la política se manejan otros códigos, que escapan a la comprensión de una gran parte de la población. 

Se están utilizando recursos, de cualquier naturaleza, la búsqueda de elementos que destruyan al oponente son infinitas y algunas de una gravedad institucional a la que debería -la justicia- poner un freno. Porque para eso está el tercer Poder del Estado, generar el equilibrio y el respeto que fijan las normas de convivencia. De no hacerlo estamos cayendo en libertinaje político.

La violencia en todas sus formas es la moneda corriente con la que nos enfrentamos los argentinos a diario. Este síndrome (Conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado), forma parte de los deterioros que está sufriendo la convivencia ciudadana.

De alguna manera la complejidad de estados alterados que fueron percibidos una vez culminó el encierro forzoso al que nos obligaron por efecto de la pandemia, aparecieron las miserias humanas, que siempre existieron, pero que encontraban un equilibrio en una sociedad más coherente, que privilegiaba -fundamentalmente- vivir en paz y sana armonía.

Ese factor, ha desaparecido -en gran parte- y fue reemplazado por actitudes y resultados violentos, de situaciones que no lo ameritaban, pero que se vieron como agresiones, con alteraciones psíquicas realmente graves.

En la actualidad el escenario nos plantea una sociedad fracturada, que intenta preservar a cualquier costo su territorio, perdiendose todo intento de vivir en comunidad. Es el “sálvese quien pueda”.

A esta sintomatología generalizada, debemos agregar las acciones de una política errática, a la que no vemos construir, sino que aporta a la violencia global en la que esta el país.

Creemos que ha llegado el momento de que se instrumente como basamento fundamental de la ciudadanía: la sensatez, el respeto y recomenzar a vivir pensando en el otro.

Solo así tendremos futuro. 
 

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