Desde hace muchas décadas que cada gobierno que asume responsabilidades que se le otorgan a través del voto de una parte de la sociedad, tiene armado su discurso para responsabilizar de todo lo malo que ocurra al anterior. Es decir, a la herencia.
No es un vocablo que nos sorprenda, dado que lo venimos escuchando desde que tenemos uso de razón. Familiarmente utilizado para señalar que ese esfuerzo que realizan los padres, es la herencia que está destinada a sus hijos.
Siempre pareció un término que referenciaba algo positivo. Le indicaba a las nuevas generaciones que es necesario prodigarse para lograr que ellos tengan formación educativo-profesional para alcanzar objetivos de crecimiento y futuro, estamentos que todos pretender dejar como herencia a sus hijos.
No todo se reduce a lo económico, está mucho más allá, dado que configura el eje sobre el cual gira el núcleo familiar, como la fuente inicial de la conformación de una sociedad preparada para enfrentar el mañana.
Esto no resultaría malo, atento, a que responde a una parte importante de la educación que recibimos y naturalmente se va transmitiendo de generación en generación.
Pero el término vino justo para la clase política que, cuando llega al poder, percibe que todo aquello que había servido para que ganara un espacio en un determinado electorado, y tiene problemas para concretarlo, modificarlo o transformarlo en algo positivo, la culpa es de la herencia recibida.
Entonces apela a buscar responsables de los innumerables desaguisados que se van produciendo. Esta realidad no corresponde solo al gobierno del liberal Javier Milei, viene siendo arrastrada desde hace más de 200 años y se reformuló con otros mecanismos, pero el mismo fin, desde el advenimiento a la Democracia, suceso ocurrido en 1983.
La realidad señala que: Los indicadores que marcan que estamos mal social y económicamente no empezaron ahora. Viene de antes y es la herencia recibida. Pero se agravó y eso es responsabilidad del gobierno de turno.
Hay -eso es indiscutible- una gran verdad. Si las cosas se hicieron mal, si los procedimientos fueron usar el poder para crecer económicamente; si comienzan a descubrirse nichos de corrupción que han deteriorado a la sociedad; nos enfrentamos a problemas que tienen raíces en quienes nos antecedieron en el poder.
Coincidimos con entender las contingencias que, de los desarreglos sociales, económicos, productivos, financieros, entre otras situaciones anómalas producidas, son parte de lo que se hereda. Decirlo es una actitud políticamente honesta.
Pero el tema preocupante es que tras enunciar aquello que perturba la posibilidad de instrumentar las herramientas del Estado para gobernar, cada vez que aparece un problema la culpa es de la herencia y se procuran desligar de las responsabilidades que asumieron al ser nombrados.
Lo lamentable es que desde hace muchas décadas la política se convirtió no en las herramientas para mejorar el estado del pueblo, sino en la metodología para enriquecerse a costa de quienes padecen las exigencias de un poder que cada vez pretende lograr mayor lucro.
Cuál es el cuestionamiento “neurálgico” que debería realizarse Javier Milei: se impuso por su condición de “apolítico” que llegaba al poder para destruir y reformular lo que denominó “la casta corrupta”. Parte de la sociedad de todos los niveles etarios y sociales, estaba harta de ser utilizada y optó por aquello que tenía un comportamiento similar al que los argentinos tienen cotidianamente. Esa actitud debe ser reconocida.
Romper el rebuscamiento por el lenguaje directo, denostar sin trabas todo aquello que no gusta. Castigar lo que se considera corruptela. Perseguir un objetivo difícil, disruptivo, fueron actitudes que encontró en adolescentes, jóvenes adultos, adultos y mayores, la respuesta buscada. Cambiar todo, caiga quien caiga.
Esto ocurre si se pretende mantener como respaldo de lo malo, nefasto, destructivo a lo que se heredó y no aceptar que tras un tiempo prudencial, que cada uno le dará el período que crea es el conveniente y a partir de allí, pretenderá ver resultados positivos. El turno de Milei ya empezó.
Lo otro que favorece a la indiscriminada acción política, no interesando demasiado las reacciones, es la ausencia de una oposición formal, con nombres con proyección de futuro. Siguen estando los mismos y aquellos que muestran disconformidad, siguen stand by, porque el fantasma de lo que fue los atemoriza y no quieren repetirlo.
La Argentina es heredera de las nuevas generaciones que se están preparando para enfrentar el desafiante futuro de un mundo competitivo, donde la política enfrenta el avance de los grandes mercados, que pretenden comenzar a gobernar ante el fracaso de quienes lo hicieron hasta ahora, sostenidos por la integración política histórica.
La Argentina por el efecto Javier Milei es el actual “caballo de Troya” que opera en las circunstancias actuales que se producen a nivel mundial. Poderosos y mercado contra la política tradicional.
No todo es culpa de la herencia. Es importante asumirlo y actuar en consecuencia.
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