De ninguna manera nos estamos refiriendo al balance del mando supremo que es parte del andamiaje estructural de una sociedad que se mueve según el marco legal que surge de una democracia.
Es una mirada sobre los vaivenes de la política nacional, que transita por caminos donde se plantean dificultades y conflictos permanentes que alteran a la sociedad en su conjunto y que es una constante puja por el poder.
En ese marco de un estilo confrontativo hay ciertos límites, que por regla general todos tratar de no transgredirlos.
La presencia, en el lugar de mayor preponderancia y poder del país, de un “apolítico” así se autodefine Javier Milei, que se dice de profunda raíces liberales y con prácticas gubernamentales orientadas por el anarcocapitalismo, ha demostrado vivir sin limitaciones de ninguna naturaleza y con una mirada siempre hacia el éxito, sin concederle trascendencia a los fracasos y derrota. Esa actitud esta poniendo de cabeza a todo el escenario político del país.
El Barón de Montesquieu, Charles-Louis de Secondat (1689 - 1755), es seguramente uno de los pensadores más relevantes del siglo XVIII de la Europa Occidental, expresaba: “Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder” Esta frase rebela una de las actitudes mileianas; tiene el poder, lo usa, pero no considera que en la imposición exista el “abuso”.
En otro pensamiento que ha trascendido las épocas y se ha convertido en atemporal señala que: “Nada puede ni debe estar por encima de las leyes que rigen en una sociedad”. En el caso de Javier Milei, tiene sus propias leyes y las que existen en un Estado Democrático como Argentina las fuerza para que funcionen de acuerdo a sus objetivos.
En ese marco se lo ve exultante y poderoso cuando desde el atril se dirige a distintos ámbitos señalando los alcances de su política. Da detalles de la especial significación, que alcanza en su estructura gubernamental, ir en contra de los gobiernos anteriores -a los que denomina casta corrupta- y señala como procederá para sacarlos del contexto político nacional.
Para Javier Milei las derrotas y las frustraciones provocadas por la acción de quienes considera sus enemigos, no existen, no deterioran ni frustran sus intenciones. En sus planificaciones están contemplados los planes: “A”, “B” y presumiblemente también el “C”. Nada de aquello que realiza es fruto de la improvisación y esto la brinda ventajas sobre sus adversarios.
Una estructura mental diferente al común de la ciudadanía donde están configuradas estrategias que respaldan su accionar. Lo disruptivo en materia política no es fácil de percibir, atento a que los errores cometidos por anteriores poderes gubernamentales se diferencian, no solo ideológicamente, sino que eran producto de incapacidades propias o egos sobredimensionados.
El príncipe Maquiavelo no dudaba en asegurar que “las ofensas deben inferirse de una sola vez para que, durando menos, hieran menos” y los beneficios “deben proporcionarse poco a poco, a fin de que se saboreen mejor”. El sistema aplicado por Milei.
Según el pensador florentino: “En las relaciones interpersonales, el comportamiento maquiavélico puede manifestarse como un intento de controlar al otro mediante la manipulación psicológica. Esto puede implicar tácticas como hacer que la otra persona dude de sus sentimientos y cordura (gaslighting) o utilizar la culpa y el afecto para controlarla”.
Javier Milei es una composición de pensadores, filósofos que sentaron bases sólidas de las herramientas que hacen a la política y sus efectos sobre las sociedades y autores contemporáneos que se han erigido en bases sólidas de sus proyectos de gobierno.
No hay un gran programa, si paradigmas que fijan los alcances de su política. Déficits cero y superávit fiscal son los fundamentales. Disminuir los efectos del Estado sobre las comunidades y el libre ejercicio de las libertades individuales. Todo enmarcado en la macroeconomía que se conforma con los fundamentos del libre mercado.
Es un un amplio juego ajedrecístico donde cada pieza tiene fundamental incidencia en el comportamiento social, económico, financiero, comercial, productivo e industrial.
Sobre esas bases construye, teniendo como ejemplos otras sociedades y gobiernos del primer mundo, en donde esas prácticas han sido exitosas y han logrado el crecimiento que brindo las posibilidades un futuro. Pero se obvia que los argentinos no son noruegos, suizos, o anglosajones.
Bajo estas condiciones, en momentos poco saludables plagadas de confrontaciones y conflictos que agrietan la sociedad, Argentina se mueve con signos de una -por ahora- permanente decadencia.
La esperanza también se termina. Es de esperar que el presidente Milei lo perciba.
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