Una nueva conformación del poder político del peronismo pampeano en la provincia se ha puesto en evidencia. Está claro, quienes fueron sus más sólidos conductores muestran un debilitamiento interno y externo muy notorio.
Pasó con quien fuera “cacique” con plenos poderes, Rubén Marín que, de tener el absoluto mando del peronismo pampeano, comenzó a perder fortaleza hasta llegar su línea interna a convertirse en un nombre con peso relativo en las decisiones finales.
Mario Jorge pretendió alcanzar esa influencia y poder en todos los ámbitos de la provincia, pero si bien alcanzó influencias y logró en parte su cometido de luchar contra los “fuertes” del momento, Marín y Verna, nunca alcanzó los niveles de estas dos figuras, cuyas voluntades se cumplían a rajatabla.
Hoy, un suceso que realmente no se esperaba y que para una gran mayoría de los que se identifican ideológicamente con el peronismo fue una sorpresa, es el ataque, en el seno de su propio poder, la segunda ciudad de La Pampa, General Pico, al líder de La Plural, el exgobernador Carlos Alberto Verna, cuando, intempestivamente, salió a generar un quiebre en una elección nacional de medio término.
No podemos asegurar que esa prédica política del conductor de la principal línea interna del peronismo, denostando la figura de quien competía para alcanzar la victoria en las legislativas nacionales, Abelardo Ferrán, así como las expresiones hacia las figuras del actual senador Daniel Pablo Bensusán y del actual Secretario General de la Provincia José Vanini, pudo alcanzar la relevancia y el efecto que perseguía.
La derrota sufrida en General Pico podría achacarse a la ausencia de un trabajo a conciencia, responsable, con efectos positivos en cada barrio, donde quienes se erigen como principales figuras aparecieran mostrándose en función de campaña, trabajo que se no se realizó. El resultado quedó materializado en las urnas.
En este controvertido marco, donde se plasma un internismo que no es nuevo, y que señala la puja que sostiene Carlos Verna para mantener la hegemonía, ha comenzado a evidenciar un profundo desgaste, que no solo daña el partido, sino marca un debilitamiento de su figura y pone en riesgo la solidez del peronismo.
Está claro que nadie, más allá de estar o no de acuerdo con la extemporánea salida del dirigente de la plural, podía presuponer que se produciría una reacción interna que saliera a pedir que, por su actitud que no comparten, debe ser alejado de las líneas de conducción del peronismo pampeano.
Entendemos que el camino indicado era el institucional y, de cara al peronismo, en los ámbitos que corresponde, se hubiera materializado un pedido de esta naturaleza a efectos de no dañar la esencia histórica del PJ provincial. El anonimato no es el camino.
El poder, si no se administra y utiliza con criterio, sensatez y la prudencia que en cada caso corresponde, comienza a diluirse. Este fenómeno no es nuevo, solo basta recorrer la historia y podrán apreciar que los que ostentaron supremacías que los llevaron a considerarse dueños de las vidas y destinos de sus semejantes, tuvieron un proceso de declinación que los excluyó y sufrieron el reemplazo natural, generacional, de quienes prohijaban otra modalidad de tratamiento y consideración de quienes confiaban en ellos.
El sector de La Plural que le responde incondicionalmente, salió -era natural que lo hiciera- a defender la figura de Carlos Verna, expresando su rechazo al texto de los carteles que fueron colocados en diferentes lugares de General Pico, donde se pedía que fuera expulsado del partido y se criticaban las expresiones vertidas sobre el legislador y funcionario del ejecutivo.
“Desde la Línea Plural, sus integrantes y dirigentes expresamos nuestro más firme rechazo a la aparición de carteles que piden la expulsión de Carlos Verna, compañero y líder emblemático del peronismo pampeano. Estos ataques anónimos resultan inadmisibles, porque es imposible desconocer la figura, la trayectoria y el compromiso inquebrantable que Verna ha tenido con el pueblo y con el Partido Justicialista de La Pampa”.
Es evidente que la ciudadanía de General Pico, sin distinción de color político, deja de reconocer la trayectoria y el compromiso del líder de La Plural y los objetivos mostrados como gobernante con el propósito de beneficiar a los pampeanos. Ese tema está fuera de discusión.
Las consecuencias resultarán, claramente, en un debilitamiento del peronismo en su conjunto y la pérdida de posibles nombres, con peso en sus ámbitos, para competir como candidatos en próximas elecciones.
Por otra parte, acentúan el fin de un liderazgo territorial, el de Verna, que no provoca disciplinamiento generalizado del peronismo. Todo se reduce a su espacio y, fundamentalmente, en General Pico.
Estamos ante el inicio de una nueva historia, o simplemente la repetición de internismos con magros resultados.



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