Si bien son prejuzgamientos que emergen de los sucesos que se están viviendo en el medio oriente, los agitados pasos de Rusia-Ucrania, las complejas relaciones que procuran establecer con la poderosa China comercial, la amenaza de las “coreas”, la reformación tecnológica de la India y el peso de la Unión Europea, están indicando que se atraviesa uno de los momentos más difíciles las últimas décadas en la lucha por el poder y liderazgo del primer mundo.
La avanzada de Donald Trump que ha colocado en alerta a todo el territorio de los EEUU, tiene secuelas en el resto de los países que, por necesidades propias de su natural desarrollo, tienen estrecha vinculación con los que están colocados en franca disputa por conformar parte del poder mundial que se pretende.
Ya no somos los únicos que percibimos que se avanza hacia un enfrentamiento armado y que -dadas las circunstancias y adelantos tecnológicos de la época- se podría estar dando pasos hacia la tercera guerra mundial.
Si bien consultores y analistas internacionales difieren en cuando a estos factores extremos, nadie -de los que están confrontando- cede terreno y muestra -salvo los dichos diplomáticos- estar dispuestos a ceder sus derechos y someterse a los poderosos.
Rusia, con un Putin que sigue jugando al “gran bonete”, se muestra amigo de Irán, critica el ataque de los EEUU, mientras que algunos de sus funcionarios sostienen que hay serios riesgos de enfrentamientos más severos, mientras el presidente ruso, deja saber que -por ahora- no le prestará ayuda armada a los iraníes, aconsejando tanto a Israel como a quienes colaboran con esa guerra a buscar negociar el cese del fuego e instrumentar la paz.
Llama poderosamente la atención el silencio de Ji Xinping, lo mismo que las expresiones de la dirigencia coreana que analizan el futuro y en qué medida pueden afectar estos estados beligerantes y en especial la formal amenaza del cierre del estrecho de Ormuz, paso obligado de los buques petroleros del mundo.
También se encuentra en estado de alerta el sector de los Emiratos Árabes. Además Qatar que ha sentido los efectos de los misiles iraníes y las respuestas irsraelíes. En síntesis todos los medios del medio oriente están expuestos a ser -en algún momento- parte de esta guerra, en la que ha tomado activa participación el ejército norteamericano.
Existe un efecto transformador que está estrechamente ligado a las estructuras de ideologías que han pasado de un extremo al otro sin medir las consecuencias que esos cambios pueden provocar.
Transitar por décadas por un centrismo-izquierdoso llevó a las sociedades a conformar sus vidas en torno a los mecanismos gubernamentales, que según su desarrollo, los implementó.
Hoy, un importante segmento del mundo busca el cambio y se vislumbra trasladándose al liberalismo extremo con las alternativas que esas variables imponen a sociedades que deben transformar, no solo su forma de pensar sino sus formas de vida.
El cambio que se produce es total y nuevamente se generan daños colaterales de quienes no pueden alcanzar los paradigmas que identifican esa nueva forma de politizar un país.
Es preocupante la escalada que se está produciendo y la -por ahora- ausencia de gestos de los protagonistas tendientes a buscar una solución al tema armado.
Trump no ceja en su intento por imponer su condición de presidente de uno de los países más poderosos del orbe. Los mecanismos empleados obedecen a la estrategia del “tira y afloje”.
Lo hizo con el arancelamiento que generó una alteración del mercado mundial por sus efectos y posteriormente comenzó a negociar su aplicación, según le conviniera a sus planes.
Hoy lo está haciendo, imponiendo su fortaleza armada sobre Irán, procurando mostrarse de acuerdo con Israel, aunque sus intenciones están centradas en las potencialidades energéticas, al producto de petróleo -que sustentan los iraníes- aunque la excusa es evitar la posibilidad de generar armas nucleares, amenazas que sostiene Irán contra los que intenten someter al país.
Las organizaciones internacionales bregan por lograr se canalicen los mecanismos de acuerdos que den por finalizados los estados de guerras internas. Hasta ahora buenas intenciones, sin resultados positivos.
Hoy, ninguno de los analistas políticos internacionales se anima a vaticinar un final. Los poderosos -a excepción de EEUU- no se han hecho sentir; existiendo notable interés en conocer como operarán en el futuro: China Corea del Sur, Reino Unido y países de la UE y Rusia, quienes también tienen intereses no solo territoriales, sino comerciales y económicos.
El “Etna” mundial sigue mostrando que en su interior se está gestando una erupción que, en realidad, son muy pocos los que la quieren.
Porque no habrá ganadores y eso los grandes lo saben.
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