MIÉRCOLES 01 de Mayo de 2024
 
 
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El hartazgo social...

La canciller Laura Mondino definió en un hilo de la red social “X” que: “El hartazgo social es el resultado de que ningún gobierno haya logrado garantizar una buena vida a nuestro pueblo. Y en esto, como dirigencia política, nos debemos una profunda autocrítica”.

No hay ninguna duda que los argentinos se enfrentan a una forma de hacer política muy diferente a la que se ha venido desarrollando en los últimos 40 años, instrumentada sobre una base ideológica de extrema derecha con una operatividad anarcocapitalista.

La sociedad en general, no tenía un rol participativo en las acciones del gobierno de turno, salvo en los períodos eleccionarios. En el tiempo restante estaba más abocado a su situación personal y familiar, resolviendo el tema político cuando tenía que votar y se inclinaba por el candidato que mayores opciones le ofrecía.

De esta manera se fueron configurando las “capas geológicas” de un tejido social que materializaba una estructura segmentada donde se comenzaron a perfilar los niveles sociales, muy ricos, ricos, clase media, media baja, pobres e indigentes.

Todos cumplían un papel en los esquemas de gobierno. Los de arriba eran permeables a las variantes políticas, siempre que se acordara con ellos mejoras sustanciales o mantener las que tenían. El brazo productivo estaba reflejado en la clase media. Se completaba -la estructura social- con los pobres marginados por una sociedad que no reparaba en ellos y se fueron refugiando en las denominadas “villas miserias”, lugar que muy pocos lograron superar, por el contrario cayeron en la indigencia total.

El país de “puertas abiertas” fue el lugar elegido por los desamparados de Bolivia, Paraguay, Chile, Perú y Uruguay. La mayoría de ellos alentados por la esperanza de encontrar, en la Argentina, las oportunidades que se les negaban en su país de origen.

La política, comenzó a desvirtuarse a consecuencia de las mieles del poder, suceso que provocó la elaboración de estrategias que les permitían consolidar esos lugares de privilegio.

Para ello hicieron uso de la “prebenda”, un mecanismo que les permitía llegar a los niveles sociales mas necesitados y otorgar algún beneficio que respondía a determinadas obligaciones que, adquiría, el que recibía la ventaja.

De esta manera hoy existe el peso de tres para cuatro generaciones de argentinos que están sometidos por un mecanismo que se transformó en una organización de explotación humana.

Hasta aquí lo vivido. Desde el pasado 10 de diciembre, los escenarios cambiaron y una nueva forma de hacer política se comenzó a instrumentar, basados en un objetivo que se plasmó en el paradigma del liberalismo extremo: la “guerra contra las castas” y se elaboraron los planos de una Argentina a la que había que transformar.

Una gran parte de la ciudadanía se mostraba harta de seguir soportando el escarnio, el ninguneo, de un sector que hacía política desde hacía muchos años y la utilizaba para mostrarse poderoso, no sólo porque podía sumar votos a costa de los sometidos, sino porque se mostraban y hacían obscenos alardes de ser los nuevos millonarios.

Autos costosos de alta gama, mansiones y reductos en countries privados, viajes al exterior, conformaban parte de ese andamiaje que golpeaba en el rostro de los que apenas les alcanzaba para comer todos los días.

El resultado se vió reflejado en las urnas que expresaron la realidad de una verdad que había sido reprimida durante muchos años y dijo basta, no importa lo que venga pero la situación no resistía otra frustración con los mismos personajes.

Y así escaló posiciones y aún mantiene vigente la esperanza, una figura que no venía de la política y que les decía que él podía sacarlos del pozo; que la tarea no sería fácil y que deberían soportar el dolor que provocarían las medidas enunciadas como la fórmula para lograr el cambio.

En algún momento se llegó a presuponer que las fuerzas que no se resignaban a perder privilegios, a los que Javier Milei llamaba la “casta dañina”, podrían llegar a soliviantar una parte de la sociedad que no votó a Milei y que estaba expectante por los resultados de la política liberal- anarcocapitalista. Este hecho no se dio, por lo menos hasta ahora.

Algunos lo llaman resignación, otros esperanza y están quienes se hartaron y no quieren volver a lo mismo. Este aspecto se ve con claridad cuando se analizan los resultados que logran consultores y encuestadores que procuran una explicación al crecimiento de imagen y proyección del gobierno que preside Javier Milei.

Los números dicen que vivir está difícil y que se podría, en lo inmediato, poner peor. Pero y allí surge, sin que lo mencionen, la firme decisión de seguir esperando que todo mejore. Es humano vivir con esperanza de tener un futuro.

Sólo un error en el manejo de las estrategias elaboradas, que se concrete una lucha de poder interno, desestimar el valor de quienes, aún soportando privaciones, dicen que: “Hay que darle tiempo” sería lo único que podría entorpecer el futuro del presidente Javier Milei.

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