MIÉRCOLES 01 de Mayo de 2024
 
 
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El drama de la desocupación y el desempleo

La Argentina está transitando por una de las etapas más difíciles que le ha tocado sortear en los últimos 40 años. El crecimiento exponencial de la tasa de desocupación y desempleo, sumado a los índices de pobreza, indigencia y situación de la niñez en riesgo, son verdaderos estigmas que contradicen cualquier relato que pretenda ver, en estas situaciones, un paso necesario para mejorar en el futuro.

Los altos índices de desempleo, empleo precarizado y también inactividad deben tener una contención económica y operativa acorde con la magnitud del problema.

Realmente, lo que se está apreciando es el retiro de parte del Estado como el responsable de este cuadro social que está generando problemas de violencia, facilitando el ingreso del narcotráfico, constituido en quien, reemplazando al poder político, pone dinero producto de su nefasta actividad al alcance de quienes han sido postergados y se ven sometidos ante la falta de recursos laborales genuinos.

La cifra emitida por el Indec sobre el crecimiento del desempleo en la Argentina obliga a ocuparse del asunto. Involucra a cientos de miles de personas que se encuentran buscando dónde reubicarse, pues no es posible ejercer alguna actividad sin tener ingresos. De hecho, sin este requisito, tampoco se podría tener acceso a la alimentación, ni de ajenos ni propia, por vía legal.

Este problema es causante de la degradación profunda de la persona. El desempleo puede traer consecuencias psicológicas negativas como disminución de la autoestima, depresión, ansiedad, etc. Produce un empobrecimiento del concepto que se tiene de uno mismo.

Esta subestimación interna se transmite al ámbito familiar y es allí donde se comienzan a desintegrar los valores morales, se pierde la cultura del trabajo ante su inexistencia y se abren las puertas a otros medios -los ilegales- para obtener aquello que les está haciendo falta.

Es una realidad que estamos observando diariamente, dado que se ha constituido en la noticia “tapa” de todos los medios periodísticos del país. Ya no existe sorpresa en los comentarios policiales, hablar del ataque de un niño de 14 o 15 años. Es una habitualidad, dada la ausencia de una formación integral de quien se convierte en delincuente precoz. Allí es donde aparece la inconciencia y la pérdida del valor de la vida humana.

Como se puede visualizar, los efectos negativos ante la carencia de trabajo en Argentina se da a través de una cuestión socialmente problematizada, puesto que el desempleo no sólo implica la salida de la economía formal, sino también la pérdida de adscripciones institucionales y políticas que, a su vez, se traducen en mayores niveles de exclusión y desintegración social.

En todo el territorio nacional se establecen dos formas del que no tiene trabajo, marcándose claramente las diferencias entre el desocupado y el desempleado.

Los que no lo tienen y pueden estar buscando activamente un empleo se pueden categorizar como desempleados. Se consideran desocupados a los que no tienen un empleo y no lo buscan, desde el punto de vista estadístico, se los considera como parte de la población económicamente inactiva.

La mezcla de ambos grados sociales, plantea algunas incongruencias dado que se confunden y se ubican a todos en el mismo segmento, cuando en la realidad obedecen a dos planteos humanos muy diferenciados.

Es concreto que Argentina padece los efectos nocivos de la ausencia de la cultura del trabajo, que proviene de varias generaciones que fueron captadas por los diferentes movimientos políticos y sirven como los medios utilizados para obtener determinados fines.

El deterioro invade los hogares y se cultivan otras actividades, la mayoría ilegales, que les permiten alcanzar económicamente, sin esfuerzo, aquello que debería proceder del trabajo honesto.

Un flagelo que carcome la sociedad argentina y la está destruyendo progresivamente, convirtiendo la calle en un “sálvese quién pueda”. Se ha perdido la solidaridad, se han carcomido las fuentes de la sana convivencia y muchos aprovechan estas debilidades humanas para alcanzar objetivos de poder.

Pero, resulta fundamental que todos comprendamos qué hay detrás de esta calamidad para encaminar una economía de enorme potencial, pero en eternas vías de desarrollo. Evidentemente, hace falta una mirada holística para comprender la realidad del desempleo y, más aún, para adentrarnos en la situación del desempleado.

Los procesos de precarización de la vida cotidiana aparecen por las nuevas formas de pobreza, que difícilmente pueden ser contenidas por el tejido social o la estructura familiar.

El individuo que se siente marginado del mundo del trabajo se halla extraño, distinto, discriminado, atrapado en un círculo vicioso de retracción: enfrentarse a la eventualidad de un rechazo que incrementa la frustración y que, a su vez, disminuye la autoestima y es en ese momento cuando es fácilmente captado por quienes transitan la delincuencia e ilegalidad.

El drama existe, está entre nosotros y cada vez nos impone y condiciona nuestra formas de vida. Nada de este fenómeno social que vive Argentina y otras partes del mundo le es ajeno a la función que debe cumplir el Estado.

Nadie puede hacerse el desentendido, alentando premisas ideológicas extremas que dejen de considerar lo que está sucediendo, como un cúmulo de errores que deben ser subsanados, no agudizándolos sino procurando alcanzar los mecanismos que eviten la degradación que estamos viviendo.

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