SÁBADO 27 de Julio de 2024
 
 
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El deseo de ser más bello-bella no se juzga

Se supone una frase hecha, pero procura reflejar un problema que ha tenido sus picos y sus estruendosas caídas, por las consecuencias que se han derivado de ese mismo deseo de “moldearse” lo que naturalmente se tiene.

Hay un refrán que tiene otras connotaciones, porque se refiere sustancialmente a la inteligencia, pero parte de él podría tener aplicación a estas situaciones que se han derivado del deseo de ser más “lindo o linda”.
“Lo que natura non da...” muchos lo intentan lograr a través de lo que ofrecen los hacedores de las nuevas bellezas.
La realidad y los sucesos, dos muy lamentables como la muerte de Mariano Caprarola y, recientemente, de Silvina Luna, por nombrar los más conocidos, han reavivado la discusión sobre la existencia de estos “mercaderes” que ofrecen soluciones, que en definitiva culminan siendo condenas de por vida.
Las necesidades de un exigente mercado, como el del espectáculo u otras actividades relacionadas con la actuación ante el público, han generado -en un target de jóvenes- pretender lucir mejores- porque, de alguna manera casi resulta una exigencia del negocio, para poder lograr alcanzar los objetivos deseados de triunfar en distintos ámbitos sometidos a la consideración del gran público y los expone innecesariamente a graves riesgos.
Existe un condicionamiento social, al que mucho se refirieron las dos víctimas fatales, que tienen un mismo origen, las intervenciones de Aníbal Lotocki, y es el de la mirada de una sociedad que juzga -muchas veces despiadadamente- las decisiones y los cuerpos ajenos. 
En realidad no creemos que corresponda opinar sobre las determinaciones de esta naturaleza. Podrán gustarnos más o menos según quienes las evalúen, pero responden a personas mayores que tienen plena responsabilidad sobre sus actos.
Nuestra referencia es a la presencia, en el ámbito de la profesión médica, de sujetos que obran de acuerdo a las proyecciones económicas que puede otorgarle acceder a los pedidos de quienes han decidido voluntariamente que deben modificar su cuerpo.
Las determinación no está sujeta a juicio alguno, la acción médico-profesional sí, porque en ellos recae la responsabilidad de realizar lo que solicitan y tienen en sus manos el poder decidir si es factible, si sus condiciones físicas lo permiten y para ello agotar la totalidad de las instancias que posibilitan análisis de todo tipo y naturaleza y, finalmente, obrar con la autoridad que le otorga su especialidad aconsejando adecuadamente a las personas sanas, lo innecesario de operaciones de esta naturaleza o en su defecto la mejor forma de realizarlas.
Caer en la trampa de los estereotipos es uno de los graves problemas que hoy está enfrentando la sociedad en el mundo y por ello se paga un precio demasiado alto y valioso, como la vida o el sufrimiento.
Realmente lo que no se alcanza a comprender adecuadamente, es la dualidad en la interpretación jurídica de un suceso, que a todas luces, plantea la existencia de situaciones anormales que cuestan vidas humanas.
El pseudo “cirujano plástico” que sólo detenta el título de médico cirujano expedido hace 25 años y no está acreditado en la especialidad a la que se dedica, con hechos comprobados y judicializados, puede mantener su actividad y gozando de libertad, máxime cuando ya existen dos personas fallecidas por los presuntos errores cometidos por este profesional, sin dejar de contabilizar el número importante de denuncias de otras que han sufrido graves consecuencias por estas intervenciones.
Este es el verdadero “nudo gordiano” de sucesos convertidos en tragedias y que se visualizan a través de cristales judiciales muy diferenciados. 
Una sola denuncia de “abuso sexual” cometido hace años, que requiere el desarrollo de una profunda investigación, amerita que el presunto acusado sea privado de su libertad casi en forma inmediata. En muchas oportunidades trascendiendo su identidad con el costo social, que eso demanda si, posteriormente, no puede llegarse a comprobar fehacientemente su culpabilidad.
Hoy con sobrados elementos, nada de esto ha sucedido. La trascendencia del nombre del causante sucede porque las mismas víctimas lo han hecho conocer tras las pertinentes denuncias. Pero el sigue gozando de libertad y lo que es mucho más grave, ejerciendo una profesión para la cual, evidentemente, por los resultados, no está preparado.
Esta es la realidad que percibe el ciudadano de a pie, que sin llegar a tener una formación acabada de los temas jurisprudenciales, donde como dicen los entendidos “hay dos bibliotecas”, pareciera que también existen varas diferentes para analizar quiénes deben -de acuerdo a su acción delictiva- permanecer detenidos, hasta que se formalicen los pasos que debe cumplir el proceso que llevará a las responsabilidades que le corresponden o absolverlos.
Acá, en esta oportunidad, estamos ante un suceso grave, que ha costado dos vidas jóvenes, que confiaron sus cuerpos a quien decía que podía transformarlos en algo especial.
Lo ocurrido demostró lo contrario y lo que se ve es una anomia (Estado de desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas sociales), que pone en tela de juicio el axioma que determina que: “TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA LEY”.
 

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