LUNES 17 de Noviembre de 2025
 
 
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El consenso: paradigma del futuro...

Tal como lo expresa la definición: “Un paradigma es entendido como el conjunto de conceptos, valores, técnicas y procedimientos compartidos por una comunidad de cualquier orden, en un momento histórico determinado, para definir problemas y buscar soluciones”.

Realmente es aleccionador, dado que marca un objetivo claro, preciso, dentro de cuyos parámetros se debe mover una sociedad en su conjunto. Nadie solo o reducidamente, negando la existencia del otro, puede lograr determinados propósitos señalados como indispensables para obtener resultados positivos.

No podemos asegurar y, por otra parte, sería aventurado suponer que las actitudes del presidente argentino Javier Milei respondieran a una estrategia elaborada con el fin de alcanzar las metas fijadas, e instrumentar las acciones políticas que le demandará la segunda parte del mandato.

Sí es factible que la cuestión fuera objeto de análisis del “triángulo de hierro” y las conclusiones hubieran definido que: el ataque constante, la denostación, el insulto y la agresividad manifestada hacia quienes piensan diferente permitiera concretar lo planificado.

Se sucedieron reuniones para alcanzar -en el marco de las disidencias que puedan plantearse- los acuerdos necesarios que permitan a un Estado que comparte las políticas del desarrollo y crecimiento con las provincias y cumplir con los objetivos de crecer, atender necesidades básicas, reformular los procesos productivos, económicos y financieros, de manera tal que se atiendan las necesidades de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad argentina.

La realidad indica que nadie debe resignar su posicionamiento, ni su estructura ideológica, sino que deben responder a una planificación condicionada a los posibles acuerdos que se establezcan. 

El reciente encuentro que el presidente Javier Milei tuvo, acompañado de la mayor parte de los integrantes de su staff gubernamental, con 20 gobernadores de los 24 que conforman la estructura geopolítica argentina, es un paso trascendente que hasta ahora no se había dado. Se había procurado generar un manejo desconociendo que la Argentina no es solo el Poder Ejecutivo sino la conjunción de una integración federal, con sus matices diferenciales que se han ido ajustando a los condicionamientos constitucionales.

La resistencia del oficialismo a establecer canales de diálogo con aquellos que piensan diferente, pareciera comenzar a diluirse. En tanto el tránsito hacia el futuro se realiza mancomunadamente o, de lo contrario, el fracaso es una de las alternativas posibles.

Se puso claramente en evidencia a quienes mantienen una línea de coherencia con la posición asumida -hasta la fecha- en razón de las dificultades, producto de las normas desregulatorias aplicadas y la transformación del Estado que está llevando a cabo el presidente Javier Milei, a través del ministro del área Federico Sturzenegger.

Los resultados, en búsqueda del Superávit Fiscal y el Déficit cero, afectaron notoriamente a las provincias que, acotadas presupuestariamente, tuvieron que adoptar medidas de ajuste interno para poder seguir manteniendo sin quebrantos la salud, la educación, el sistema social, la atención a la pequeña y mediana empresa. Una reactivación de la obra pública fue imposible, al desaparecer totalmente el respaldo de Nación, agudizando el problema de futuras viviendas, rutas, entre otros ítems como el previsional, que hoy resentido, amenaza de poner en crisis el cobro de jubilados.

Un proceso que surgió de la reformulación de un Estado que se consideraba “elefantiásico” y que agrandaba el déficit de las cuentas públicas. De esa manera se afectaron organismos científicos, Conicet, INTA, INTI, el sistema universitario, salud (Hospital Garrahan), jubilados que han visto reducidos ostensiblemente sus recursos, entre otros mecanismos utilizados por el Gobierno para comenzar a imponer un nuevo régimen de desarrollo, en el que juega un papel preponderante la libertad de mercado.

El cambio fue drástico y el gobierno mileísta logró disminuir el efecto inflacionario. Reformuló las prestaciones dolarizadas logrando un acuerdo de apoyo económico y comercial abierto, aún no definido, con los Estados Unidos. Liberó la cadena arancelaria para la importación poniendo en riesgo de subsistencia la producción, industrialización y comercialización nacional.

Todo parecía derrumbarse y un número electoral de medio término le dio un nuevo respaldo ciudadano en todo el país. Fue así que en los comienzos de la segunda parte de su mandato presidencial, el libertario encaró un reacomodamiento ministerial y abrió las puertas de negociación a posibles acuerdos con las provincias. No todas, dado que cuatro Estados Federales no fueron de la partida, por un antagonismo imposible de sortear.

La nueva etapa se inicia, no sin dificultades, pero alienta esperanzas de que pueda lograrse -más allá de las diferencias ideológicas- instrumentar un trabajo donde la palabra “consenso” no resulte estigmatizada.

La necesidad tiene “cara de hereje” dice el refrán popular. Hoy tanto el gobierno nacional como las provincias en general necesitan llegar a un acuerdo.

La ciudadanía espera no verse defraudada. 
 

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