LUNES 02 de Diciembre de 2024
 
 
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Detrás de malas decisiones: Siempre sufre la gente

Pareciera un axioma que se olvida con excesiva frecuencia. Para muchos hombres y mujeres de la política, una vez que llegaron al poder gracias a la decisión de la ciudadanía, comienzan a utilizarla, en vez de brindarse con sus capacidades y formaciones profesionales a solucionarle los problemas.

El tema no por ser conocido se respeta. Por el contrario, las operaciones que se conocen siempre transitan por una tangencialidad que llama poderosamente la atención, o no tanto, si tenemos en cuenta que se vapulea la necesidad de la “Ficha Limpia” como una herramienta para que puedan ser elegidos quienes se muestren impolutos y nadie tuvo la idea que se les exija una adecuada formación para desempeñar cargos.

Todo es demasiado extraño. Se preocupan por la honestidad, sentimiento que compartimos absolutamente, y no les interesa, o por lo menos no les genera el mismo interés, que no tengan ninguna formación y puedan llegar a detentar tanto poder que transforman la sociedad, candidatos, candidatas que, necesiten ayuda hasta para pensar.

Sin lugar a error, que un funcionario del Ejecutivo, Poder Legislativo o Poder Judicial, llegue, por ser impulsado por una determinada fuerza política y no tenga una formación adecuada, es -sin lugar a dudas- una forma de DESHONESTIDAD, cuyos efectos serán tan o más nocivos que los que roban para llenarse los bolsillos con dineros que surgen de lo que aporta la sociedad.

Se habla de un fuerte deterioro de la moral y la decencia, son signos claros de la corrupción, que es “el abuso de poder público para obtener beneficios particulares”. Eso es señal de una sociedad en franca decadencia.

Sin embargo, las definiciones de corrupción y su impacto varían. No se puede suponer que la deshonestidad siempre signifique la misma cosa o tenga el mismo impacto o motivación.

De alguna manera el comportamiento consistente en el soborno, ofrecimiento o promesa a otra persona que ostenta cargos públicos o a personas privadas, a los efectos de obtener ventajas o beneficios contrarios a la legalidad o que sean de naturaleza defraudatoria, definen una forma de descomposición social.

Pero indudablemente también lo es que, sin estar adecuadamente preparada/do para desempeñar cargos públicos asuma esa responsabilidad, sabiendo que sus acciones impactan directamente en la misma gente que creyó, engañada, que podía representarla con idoneidad.

No existe ninguna referencia a pensamientos ideológicos determinados ni tendencia política alguna, es una simple observación de los quebrantos que se observan en las estructuras que hacen a la institucionalidad del país, donde aparecen estos interrogantes.

Algunos se procuran salvar y otros se ignoran, porque nadie se atreve a ponerle un freno al desatino del “robo de guante blanco” amparado en cargos públicos, a tener ignorantes políticos que nos aleccionan desde los estamentos del poder que les regalaron.

Resulta extremadamente difícil generar parámetros que de alguna manera le brinden seguridades a la ciudadanía, aunque es incuestionable que, mientras no se llegue a una adecuada instrumentación, siempre habrá “banelcos”, florecerán los “vividores” sociales como mediadores, y otros malversadores seriales, que enferman a la sociedad argentina desde hace muchos años.

Pero está visto que son muy pocos los que pretenden la transparencia, porque ajustadas en sus formas, muchos de los que hoy están esperanzados en seguir colgados de la “teta del estado”, que no es otra cosa que “robarle a la gente común”, dejarán de ser considerados por la ciudadanía como un cambio.

El nuevo fracaso de la sesión en diputados para discutir el tema de la “Ficha Limpia”, ratifica estos conceptos que, plantea, que la “casta corrupta” está enquistada en todos los sectores de la política nacional, oficialismo incluido. De no ser así, que brinden explicaciones de porqué le restaron quórum a la reunión legislativa de ayer.

La Argentina procura un horizonte diferente, donde los cambios que prometieron se cumplan a rajatabla y no solo para un oficialismo que se golpea el pecho ejerciendo una triste moralina, sino para toda la clase política que pretende generar nuevas estructuras. Eso sería el verdadero cambio,

Ficha Limpia, sí. Honestidad profesional indudable. Capacidad y formación para desempeñar cargos públicos una exigencia sin generosas concesiones.

Volvamos a ser serios y preparemos a las nuevas generaciones para conducir al país. Los cambios deben producirse, pero sin mesías, líderes, o políticos trasnochados que no perciben que el mundo está en plena renovación.

Eso sería pensar en la gente.

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