VIERNES 20 de Junio de 2025
 
 
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Desinterés social por las elecciones...

Ya se había notado en las anteriores compulsas, se fue acentuando con el correr del tiempo y hoy es una marca registrada: a la ciudadanía le importa relativamente el proceso eleccionario. Sus problemas están en otro lado.

Esa indiferencia está marcando un serio síndrome de la sociedad o de una gran parte de ella. Está cansada de los manejos de la política, del engaño permanente, dicen una cosa hacen otra. De los excesos del poder con esa “jerigonza” que expresa que el que tiene la suerte de ser elegido por la mayoría de los votantes puede hacer lo que quiera.
Se ha notado un profundo hastío por la ignorancia que se manifiesta en todo el accionar político por desconocer los contenidos de la Carta Magna o pretender adecuarlos a sus proyectos hegemónicos, desconociendo que existe un suceso fortuito que colocó a determinada persona en el Sillón de Rivadavia.
El pueblo no esclavo, elige de acuerdo a sus preferencias y sentimientos ideológicos, pero no entrega su libertad y encapsula sus pensamientos.
Esa actitud que han mostrado los últimos gobiernos de pretender sumisión en vez de respeto; presuponer que el poder, dada su característica de estar depositado en una persona es omnímodo y se puede hacer lo que quiera, ha provocado un descreimiento de la ciudadanía hacia la clase política.
Hay hartazgo de las peleas, de los insultos, del atropello enancado en el poder. A los que ocasionalmente ocupan lugares de privilegio, pagados por toda la sociedad, pretendan tiranizar y condenar a quienes, de acuerdo al privilegio que le otorga la Democracia, piensa diferente.
Este síntoma se advirtió en las cuatro primeras compulsas provinciales y posteriormente se ratificó en CABA, ahora volvió a mostrarse en Misiones y se supone, más allá que son procesos electorales locales, que ocurrirá una situación muy parecida cuando se constituyan en nacionales, al margen de la obligación de ir a depositar el voto.
La ciudadanía está preocupada por su situación personal y/o familiar. Tiene temores por no poder lograr futuro para sus hijos, eso en los primeros pasos formativos, y sufre el alejamiento de los mismos cuando ellos deciden “volar” en busca de mejores oportunidades.
Se molesta cuando observa a la clase política. No importa señalar ideologías, porque es un mal que se contagia cuando se llega a los lugares del poder. Se ignora a los ancianos y los utiliza sin reconocerles el mérito de años de trabajo. Se siente avasallado cuando, sin ningún miramiento y amparándose en organizar, reordenar, corregir, se avanza demoliendo un hito hospitalario en la salud infantil como el Hospital Garrahan.
No logra entender que para normalizar el país y generar recuperación social, económica, financiera, productiva e industrializadora, resulte necesario: “Desregular y Transformar, de acuerdo a los mecanismos de una tendencia política, que se hace llamar liberal y que el exceso egocentrismo de quien la práctica, la reconvierte en libertaria-anarcocapitalista y promueve un libre mercado para alcanzar a los países del primer mundo.
No aceptar que Argentina es un país emergente, que necesita de años de esfuerzo y sacrificio para alcanzar a quienes ya cumplieron las etapas de la transformación, es un grueso error conceptual.
Por otra parte, ignorando que lo hicieron -todos esos países que soportaron guerras muy cruentas- basaron sus recuperaciones en su gente, sus necesidades y fundamentalmente en respaldar la formación de las nuevas generaciones. Lo nuestro es tener una visión sesgada del futuro.
Todo este andamiaje que hoy pretenden asuman los argentinos, desconociendo tradiciones históricas, olvidándose de sus mayores, ignorando la salud de sus niños, desprotegiendo a los que están en plena formación educativa, profesional y científica, es realmente vivir equivocado.
Podemos aplaudir que le entreguen premios al presidente Javier Milei; que su “rara y novedosa impronta” le abra puertas en el primer mundo; pero resulta improbable que convengamos a someternos a los manejos tiránicos de un presidente que comulga y cierra filas con el primer mandatario republicano de los EEUU, que nosotros no elegimos.
También se plantea desajustado pretender transformar un sentimiento religoso-cristiano, con el cual se formaron las generaciones argentinas a través de los años, al comulgar el presidente con el judaísmo, sentando bases de colaboración basadas en su creencia personal. Todo esto resulta fuera de lugar y deformante.
El argentino, con sus aciertos y defectos, mantiene su condición de nacionalista tal como ocurre con los uruguayos paraguayos, brasileros, chilenos, que no reniegan de su naturaleza, más allá que respeten la de sus vecinos.
Estos mecanismos de alejar a la ciudadanía de sus raíces, también los está colocando en un andarivel donde poco les importa quién los gobierne. Sus problemas están por encima de “aliancistas”, peronistas, radicales, macristas, izquierda o derecha.
Son argentinos y se lo están demostrando diciéndoles no, al evitar concurrir a las urnas.
Sería importante prestar atención.

 

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